Por Edwin Palma Egea* / Las 2 Orillas
Clara López, ha sido de lejos la mejor ministra de Trabajo de los dos gobiernos santistas. Quiso hacer mucho, pero su visión distaba de la del gobierno protector del capital privado.
Después de dos meses de dudas, al final Clara López Obregón dejó el Ministerio del Trabajo, un año alcanzó a dirigir esa cartera y ese tiempo fue realmente insuficiente para consolidar una gestión con muchas luces, pero sin resultados que perduren. Y ahora sale a disputar la Presidencia de la República desde el lado de la izquierda.
La exalcaldesa y expresidenta del Polo Democrático Alternativo se jugó todo su capital político acompañando, desde el Ministerio del Trabajo, al presidente Santos en el desarrollo de la Agenda Laboral para la Paz. Agenda llena de buenas ideas y de nobles intenciones que quedan por lograrse.
Clara se va justo cuando los conflictos laborales y sociales vuelven a crecer. Los maestros y los trabajadores del estado vuelven a la calle y al paro pidiendo, de nuevo, que se cumplan acuerdos laborales firmados por el gobierno después de otras movilizaciones y paros, piden de nuevo que se cumplan derechos humanos fundamentales como el de la negociación colectiva. El mismísimo Ministerio de Trabajo está paralizado por un paro votado casi unánimemente y que ahora tendrá que sortear la recién llegada ministra Griselda Restrepo.
La ministra Clara López estuvo atada por la política de ajuste estructural que es la que prima en Colombia y que se resuelve a través de varias decisiones que afectan de manera principal a los asalariados: Reducción del gasto público, reforma tributaria que mantiene los mismos privilegios pero sube IVA, altas tasas de interés o ínfimo aumento del salario mínimo.
Es difícil olvidar la rueda de prensa en diciembre en la que el gobierno la dejó sola defendiendo el indefendible aumento del salario mínimo o su respaldo a la reforma tributaria. No pudo conciliar el salario mínimo para 2017, y no pudo ir más allá de cambiar la forma de negociarlo. Y de nuevo los empresarios tomaron la decisión con el apoyo del gobierno.
Clara López, sin embargo, ha sido de lejos la mejor ministra de Trabajo de los dos gobiernos santistas. Clara se la jugó por el proyecto de ley que devolvía, al menos, un par de horas del recargo nocturno a los trabajadores del país. Proyecto al que el gobierno le acaba de retirar el apoyo en el Congreso horas después de la renuncia de la ministra.
Como ella misma lo confesó, ese proyecto no prosperó por la fuerte presión de los empresarios quienes, sin evidencia, vuelven a decir que conceder más derechos a los trabajadores, afecta la competitividad y la productividad y no deja de ser “populismo”. Sin embargo, olvidan que fue una promesa de campaña de Santos, otra promesa que no cumplirá. La mezquindad del empresariado y su discurso antitrabajador convierte en cuestión de honor impedir que el gobierno o el Congreso les concedan algo a los asalariados.
La exministra empezó a sancionar a empresas que de manera sistemática violaban las normas laborales colombianas sobre tercerización laboral ilegal y pactos colectivos. Ojalá que esas sanciones sean confirmadas y se traduzcan en acuerdos de formalización laboral de miles de trabajadores en el país. Hay que reconocerle también que aceptó la decisión del Consejo de Estado de anular el decreto 583 que legalizó la tercerización y afirmo públicamente de su inconveniencia.
Y lo mejor que hizo en el ministerio fue presentar un ambicioso paquete de proyectos de reformas laborales que abrían el camino para destrabar el funcionamiento de las organizaciones sindicales y les permitirían tener mejores herramientas para avanzar hacia una sociedad más moderna y más organizada.
Un proyecto de ley que regulaba el derecho de huelga que está pendiente desde hace 26 años, desde que el artículo 56 de la Constitución Nacional señaló que una ley debería regular ese derecho. Un proyecto de ley que, conforme a los reclamos de autoridades internacionales, prohíben los pactos colectivos (acuerdos con trabajadores no sindicalizados) donde haya sindicatos. Proyectos de decretos legislativos para permitir la negociación colectiva por rama y para garantizar la representatividad sindical. Sin embargo, Clara solo los dejó redactados y presentados, pero no encontró respaldo del gobierno del que hacía parte. No se sabe el futuro de esas iniciativas que el sindicalismo debe asumir como suyas.
Su ministerio fue además de puertas abiertas a gremios y sindicatos, nos recibió a todos sin distingo e independientemente de la opinión que se tuviera de ella o de los conflictos políticos en los que ella estuviera involucrada, hay que agradecerle su actitud y enorme capacidad de trabajo.
La pregunta que ahora deberá resolver la ministra entrante es si mantiene esa agenda, que sumada a la formalización laboral rural (que es un acuerdo derivado de la negociación con las FARC) son muy importantes y necesarios para equilibrar en algo los derechos de los trabajadores del país. Falta ver cuál será la orientación que dará el Partido Liberal a la nueva ministra (de donde proviene) y si las aspiraciones por defender derechos de trabajadores tendrán recibo, por ejemplo, en los oídos neoliberales y antilaborales del Ministro de Hacienda que obedece a los intereses de Fedesarrollo y de los poderosos del país.
Con la salida de Clara queda en evidencia que no basta un ministerio para que los trabajadores tengamos garantías de protección y defensa de nuestros derechos. Nos falta mucho más que eso, nos falta llegar al poder. Pero para llegar al poder nacional es necesario que empecemos por el poder local. Que los trabajadores ocupen escaños en las juntas de acción comunal, en los concejos, en las asambleas y en el congreso que es donde se hacen las leyes. Para esto es necesario presionar la reforma constitucional que permita a los servidores públicos participar en política, pues más de la mitad del sindicalismo en Colombia tiene esta prohibición.
Clara quiso hacer mucho, pero su visión y la de su equipo, sin duda estaban lejos de ser escuchadas en un gobierno prorrico, neoliberal y protector del capital privado.
Buen viento y buena mar a los proyectos de Clara López, ojalá se traduzcan en la oportunidad de construir una gran convergencia por un gobierno alternativo para nuestro país. Lo necesitamos.
*Edwin Palma es directivo de la USO y ha sido su presidente.