Por Eduardo Sarmiento Palacio
Luego de dos años de haber sido publicado el libro de Thomas Piketty El capital en el siglo XXI, apareció un extenso volumen de ensayos de distinguidos comentaristas sobre la obra, que The Economist denomina obra maestra. La publicación se titula “Después de Piketty: Agenda de economía y desigualdad. No sobra recordar que Piketty muestra que durante dos siglos el retorno del capital ha superado persistentemente el crecimiento económico a nivel agregado mundial y en la mayoría de los países. Como los dueños del capital obtienen mayores ingresos que los trabajadores, las diferencias de ingresos medidos por el coeficiente Gini se ha deteriorado a lo largo y ancho del planeta.
Piketty atribuye el deterioro de la distribución del ingreso a la alta sustitución entre capital y trabajo (elasticidad de sustitución mayor que 1). Los agentes económicos encuentran altamente rentable reemplazar el trabajo por el capital. Así, los ingresos del capital cada vez son mayores con respecto al promedio.
Hace dos años, cuando apareció el libro de Piketty, me sumé a los reconocimientos por el hallazgo, pero hice serios cuestionamientos sobre la justificación del resultado. Como lo han venido a reconocer la mayoría de los autores del libro, señalé que en la mayoría de los estudios empíricos se había encontrado que la elasticidad de sustitución era menor que uno y en Colombia lo reafirmaba la información más reciente. Aún más grave, demostré que la elasticidad mayor que uno no es una condición necesaria ni suficiente para el aumento de la participación del capital en el producto. Si el mercado funciona dentro de las premisas clásicas de la competencia o la economía es intervenida adecuadamente, aun en el caso de que la elasticidad de sustitución fuera mayor que uno, no hay razón para que la distribución del ingreso se deteriore. En virtud de que el aumento del capital se convierte en ahorro, el crecimiento del producto sube hasta igualar el retorno del capital. Así las cosas, la verdadera causa del aumento de la participación del capital en el producto es el bajo ahorro del capital.
Lo anterior se confirma con la información revelada de que el capital financiero de América Latina en los paraísos fiscales asciende a US$1,5 billones. El drama de las economías ha sido que la mayor parte del aumento de la participación del capital en el producto se lleva al exterior. En consecuencia, la diferencia entre el retorno del capital y el crecimiento del producto, al igual que la relación capital-producto, tienden a aumentar indefinidamente. La norma general es el aumento de los ingresos del capital en relación con el trabajo.
Se ha buscado remediar la deficiencia presionando el salario por debajo de la productividad para aumentar el ahorro y evitar la caída del producto. La receta ha resultado peor que la enfermedad, porque ha acentuado el aumento de la participación del capital en el producto.
Luego de dos siglos no se ha logrado salir del paradigma neoclásico de que la distribución del ingreso y el crecimiento económico son separables. De allí se deduce que los dos objetivos pueden ser reconciliados con un solo instrumento y que la distribución del ingreso se puede lograr sin afectar el crecimiento. No es cierto. Los dos objetivos están altamente vinculados por conducto del ahorro y el salario. Su conciliación no puede lograrse con la sola variable fiscal de expansión del gasto público, como ha pretendido hacerlo el orden económico internacional existente. Al mismo tiempo, se requiere una severa política orientada a detener y sancionar la salida de capitales, reducir los márgenes de intermediación y extirpar las pirámides especulativas.
El Espectador, Bogotá.