Por Francisco Sierra Caballero
Más allá de la reedición de la historia como farsa, los acontecimientos en curso apuntan la necesidad de abordar cuestiones sustantivas sobre el decir (información) y el hacer (acción política) en tiempos de libre comercio. Primero porque socava las bases de toda posible convivencia democrática, y segundo porque el conflicto, la guerra económica y social, anula toda posibilidad de mediación, instaurando la violencia como salida a la crisis. Como advierte David Harvey, el capitalismo del siglo XXI parece estar tejiendo una red de restricciones en las que los rentistas, los magnates de los medios de comunicación y, sobre todo, los grandes financieros exprimen despiadadamente el flujo vital productivo, la riqueza social general, en función de sus propios intereses recurriendo a fórmulas virtuales y físicas de extensión del terror. En este escenario, al tiempo que se precariza la autonomía del sector de la comunicación, los Estados-nación ven cercados sus dispositivos de regulación por una cobertura espectacular de la crisis que naturaliza el Estado Nacional de Excepción Permanente.
En esta lógica devastadora y liquidacionista de la destrucción creativa, el papel de los medios como intermediarios adquiere una función nuclear que ha de ser pensada desde una perspectiva histórica crítica. De la era Reagan a las proclamas parafascistas de la Fox, pasando por la doctrina del shock de los Chicago Boys en Chile, es posible rastrear una historia oculta, un hilo rojo y lógica de dominio, eludida y apenas representada por la academia y la opinión pública, con la que comprender el papel estratégico de la mediación espectacular en la actual cobertura de la crisis financiera internacional, un proceso que tiene su génesis en la progresiva mercantilización de la industria periodística y la paulatina dependencia del capital financiero internacional, por las que hoy se anula toda posibilidad de pluralismo ideológico y diversidad editorial en el tratamiento de las alternativas de salida del círculo vicioso implementado por los amos del mundo y de la información.
En esta operación, el discurso informativo es un discurso terrorista. De manera que la construcción noticiosa del pánico moral de las multitudes valida la hipótesis de Klein sobre la doctrina del shock como pérdida de sensibilidad y conciencia de la situación real vivida. Ello es posible porque existe un estricto control de las fuentes de referencia y los paisajes mediáticos. Apenas tres grandes medios (Reuters, Wall Street Journal y Financial Times) controlan el 80% del flujo de la información especializada a nivel mundial. Así, cuando observamos la cobertura de la crisis económica, hay que preguntarse quién está controlando los mercados, qué sentido tiene el proceso de especulación y cuál es la conexión e intereses compartidos de los grandes medios que marcan la agenda económica internacional con los beneficiarios del proceso de especulación.
Los tiempos en el que la informatización y el gobierno telemático del flujo acelerado de capitales se ha impuesto en el desarrollo de las finanzas nos sitúan ante la necesidad de abordar, más pronto que tarde, reflexivamente la gestión del riesgo y las inversiones especulativas, el problema de la democracia especialmente en el momento, por ejemplo, que se visibiliza con violencia el proceso de desmontaje y apropiación de las reglas del juego por un selecto grupo de conspiradores contra el Estado y los bienes comunes. Por ello, en CIESPAL hemos publicado el volumen “Capitalismo Financiero y Comunicación” (www.ciespal.org) empeñados en repensar los núcleos de fantasía correlativos a la dinámica financiera y el papel de la información como vector de desposesión y violencia simbólico contra las clases subalternas.
La hipótesis de partida, en un libro inédito por ausencia de estudios en la materia, es irrefutable: la gobernanza de la información económica y el respeto a los derechos sociales exigen, a nuestro modesto entender, otra Ecología Mediática, basada en el control de fuentes y flujos de información, de regulación de los tiempos y actividades bursátiles, de regulación del periodismo económico ante la ineficacia y criminal abuso de la praxis de las élites periodísticas y sus interesados benefactores. Pero dada la complejidad del sistema global de comunicación esta regulación sólo es posible a nivel de organismos internacionales como la UNESCO y el sistema de Naciones Unidas, que en las últimas décadas ha dejado de manifiesto la nula voluntad de intervención ante peligrosas situaciones de concentración y falta de pluralismo. Deberá ser, como en España, la sociedad civil organizada, las multitudes y movimientos sociales, quienes rescaten, contra el muro de Wall Street, el sistema mediático del modelo imperial de terror que nos amenaza, si queremos, de verdad, hacer efectivo un Periodismo Real Ya en estos tiempos de propaganda, mentira y desinformación.
*Director general del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL).
@fsierracb
Mundo Obrero, España.