octubre 6, 2024 5:48 am
“La edificación de la paz es una construcción social”: Iván Cepeda

“La edificación de la paz es una construcción social”: Iván Cepeda

Por  Héctor Arenas A. / Desde Abajo

El ritmo de la actual coyuntura social y política en Colombia, leída a través de los ojos de uno de los líderes nacionales que con más convicción se ha jugado por el buen desarrollo de los diálogos que tienen asiento en La Habana.

Cuatro años atrás, en marzo del año 2012, cuando El Polo Democrático Alternativo (PDA) estaba a las puertas de su Conferencia Ideológica, Iván Cepeda Castro atendió una solicitud de entrevista de este mismo periódico, faltaban aún cinco largos meses para que las conversaciones para un posible proceso de paz, adelantadas de manera discreta, fueran anunciadas públicamente el 26 de agosto.

Aquel 21 marzo del 2012, Iván Cepeda nos dijo: Sin resolver el problema de la guerra en Colombia, el problema de la solución política, de las reformas necesarias, difícilmente podremos avanzar en temas de democratizar el país […]. El proceso de democratización del país, el proceso de respeto pleno a los derechos humanos, requiere que resolvamos el conflicto armado.

Tres meses después, en junio, en conversación para el mensuario Le Monde Diplomatique edición Colombia, Iván afirmó: El tema político central de la coyuntura política nacional es saber si en Colombia habrá en los próximos meses y años un proceso de solución política del conflicto armado. Creo que ese es el núcleo en el que convergen muchísimos de los problemas más graves del país. Han madurado las condiciones para que se dé favorablemente una salida a ese conflicto. Esto significaría un cambio cualitativo, esencial en la vida política del país. La resolución del conflicto armado es una aspiración de las fuerzas democráticas que se ha frustrado una y otra vez por distintas circunstancias.

Han trascurrido cuatro años desde el anuncio oficial del proceso de paz entre el Gobierno y la insurgencia de las Farc. Nos reunimos de nuevo con Iván Cepeda en la sede del PDA, su labor consagrada, con formidable energía y claridad, como facilitador del proceso de paz, ha sido asombrosa, y unas cuantas canas han brotado en su ensortijada y rebelde cabellera oscura.

Desde abajo –Da–: Pero vamos a lo que vinimos, y le preguntamos a Iván: ¿Cuál es el balance de estos cuatro años de negociaciones entre el Gobierno y las Farc?

Iván Cepeda –IC–: El país ha experimentado una muy estimulante actividad en materia de paz. En La Habana van llegando, de modo veloz, a un conjunto de acuerdos que representan la posibilidad cierta de cambios en lo social y en lo político. Creo que es un error subestimar los acuerdos de La Habana. Si bien no establecen transformaciones inmediatas, si abren la puerta para un conjunto de luchas sociales y de movilizaciones que van a ser determinantes en la conquista de la paz.

La paz hay que entenderla como una conquista de la movilización y de la lucha social y política. La paz no es una especie de regalo caído del cielo. Los acuerdos tocan temas neurálgicos: la reforma agraria, aplazada históricamente; una reforma política profunda, democrática, que no sólo le garantice a los opositores y a los movimientos sociales su vida y su acción política, sino que cambie el régimen de partidos y del sistema electoral; un cambio de paradigma en este asunto central de los problemas del país que es el narcotráfico, planteando la sustitución de cultivos como enfoque principal; y un proceso de verdad y justicia que va a constituir la posibilidad de desentrañar muchos de los asuntos negados y ocultos en la historia reciente del país.

La trascendencia de los Acuerdos la revela el hecho de que los sectores más militaristas del espectro político le tienen una gran animadversión. Y más allá de su perorata pública contra los Acuerdos en términos de enfrentarlos porque van a hacer que haya paz con impunidad, o porque amenazan la propiedad privada, lo que hay en realidad es un gran temor a que avance la restitución de tierras, la reforma agraria y también a que haya justicia y se esclarezcan muchos de los crímenes que son de responsabilidad de la extrema derecha.

Da: ¿Existe algún otro logro?

IC : En el último año es notable el progresivo decrecimiento de la confrontación tanto de la guerrilla de las Farc, como de las fuerzas militares. Primero, por un alto al fuego que decretaron las Farc, y después un desescalamiento del conflicto que incluyó el cese de bombardeos por parte de las Fuerzas Militares, y los enfrentamientos entre sus unidades militares.

Entonces, no solo se han alcanzado consensos y acuerdos, sino realidades. Hay que añadir el importante acuerdo alcanzado el 30 de marzo con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (Eln).

Da: ¿En qué fase de este arduo, complejo y apasionante proceso nos encontramos?

IC: Se medirán ahora en las urnas el respaldo al proceso de paz y el interés y el propósito de frustrarlo. Aquí no caben equivocaciones. No puedes aceptar sofismas como el que señala que los detractores del proceso están por la paz, más no por los acuerdos. Quieren derrotar el proceso de paz y evitar los cambios que trae.

Hemos ingresado a la fase culminante del proceso, y pueden presentarse sobre el particular decisiones claves en días, semanas o en pocos meses.

Da: ¿Puedes indicar algunos de los errores cometidos en el proceso de negociación y que no deben repetirse en lo que aún falta de la misma?

IC: Uno de los errores o inconvenientes: privilegiar formalidades jurídicas y legales por encima de las necesidades políticas. Es evidente que las Farc han tomado la determinación de avanzar hacia una organización y un movimiento de carácter político legal. Pero eso requiere garantías. Que se evite generar incertidumbres acerca de peligros que no son imaginarios. En muchos procesos de paz han traicionado los acuerdos, y eso es un peligro, una amenaza al proceso y a los acuerdos. Es necesario que se apele, entonces, a las garantías jurídicas y políticas que aseguren el cumplimiento de lo pactado.

Da: No deja de sorprender la reunión de diversas fuerzas sociales y políticas para apoyar el sí al proceso de paz. ¿Podríamos percibir en ello una prefiguración de un porvenir trenzado en la comunicación y la cooperación de las vetas de honestidad que han sobrevivido a la dinámica de degradación impulsada por la economía ilegal y la prolongada confrontación?

IC: El proceso no es simplemente un cambio en términos humanitarios, aunque lo es. El proceso implica una serie de transformaciones en el orden político, social y cultural.

Podemos asistir, como ha ocurrido en otros procesos de paz, a una especie de irrupción de factores políticos y sociales novedosos que democratizan realmente la sociedad. La edificación de la paz es una construcción social. Colocarle punto final a la guerra entre Gobierno y Farc va a significar un conjunto de hechos políticos novedosos, revolucionarios. En sí mismo el proceso de paz puede ser una revolución democrática. Nuevos sujetos políticos y nuevas voces, programas y formas de hacer política surgirán.

Por esto es por lo que los opositores rechazan el proceso de paz, porque la guerra favorece las peores formas de autoritarismo, de sojuzgamiento de la protesta y de la movilización social, las formas más corruptas y violentas de acumulación de riqueza y poder, la estigmatización total de cualquier persona, comunidad y colectividad que quiera un cambio. Lo que temen es que este orden sea alterado.

Da: Conoces, como pocas personas, la intimidad de este proceso, ¿falta mucho para el acuerdo final?

IC: La agenda de La Habana es ambiciosa, y aún quedan asuntos pendientes en los que hay que adelantar, por ejemplo, avanzar en lo correspondiente a las garantías de los demás acuerdos; en las reglas de juego para terminar la guerra; en cómo se implementarán los acuerdos –de una manera fiel al espíritu de los acuerdos–. No son cosas menores.

Sabemos que hay intereses en acelerar las negociaciones, y que hay estrategias de negociación implícitas, pero también es necesario no perder de vista que la política tiene temporalidades.

Da: ¿Afecta el devenir nacional e internacional esta fase culminante del proceso de paz?

IC: Las temporalidades políticas tienen comienzo, discurrir y cierre. Las coyunturas políticas cambian, también los contextos internacionales. Vemos por ejemplo al gobierno de los Estados Unidos que vive una serie de cambios con carácter transformador. Me refiero al acercamiento en sus relaciones con Cuba, el respaldo al propio proceso de paz en Colombia.

Pero el día de mañana no sabemos quién pueda llegar a la Casa Blanca. Existe el peligro cierto de que llegue a la presidencia alguien que abraza las posiciones más demenciales.

También es necesario tener en cuenta el entorno regional, que va cambiando. Y este es un factor que tiene peso en la vida política colombiana. Todo lo que pase en Venezuela, por ejemplo, tiene repercusión inmediata en la frontera y en nuestro país. Y viceversa.

También hay cambios en la política nacional. Tenemos un Gobierno que está sufriendo un desgaste evidente, no sólo en las encuestas, sino en su sustento político y económico.

Lo alcanzado en La Habana ha permitido derrotar a las fuerzas que quieren que el tiempo juegue a su favor. Fueron derrotados en el año 2014, se les está derrotando ahora, y así sucederá, estoy seguro, en el plebiscito.

Pero esto puede cambiar también. Y hay interpretaciones en todo el espectro político, derecha e izquierda, que relativizan y trivializan de una manera preocupante estos factores que es necesario no soslayar.

La próxima legislatura

Da: Es predecible que para darle forma a los acuerdos el legislativo tome cartas en el asunto, ¿Se avecina una avalancha legislativa?

IC: Vienen muchas leyes y reformas constitucionales para desarrollar los acuerdos. Lo importante, he insistido, es que ese proceso sea hecho de una manera bilateral. Que no se convierta en una expresión nueva del unilateralismo, y la visión de sectores particulares de lo que debe ser la paz.

El mecanismo previsto determina que los proyectos de ley y las reformas constitucionales estarán sometidos a un procedimiento especial que recorta los tiempos del trámite, que tiene un control especial de constitucionalidad. En especial se establece la garantía de que los proyectos de ley, y las reformas constitucionales, no podrán ser alterados en el trámite; o se aprueban, o no se aprueban. Pero no pueden ser decorados o reformados a gusto del legislador. Es el gobierno el que presenta los proyectos, pero hemos dicho que debieran ser previamente consultados con la contraparte en la mesa de negociaciones.

Da: Pero esto no está aprobado aún…

IC: Es parte de la negociación del punto sexto, que trata de la implementación de los acuerdos. Punto que, entre otros temas, trata el desarrollo normativo y legislativo de los acuerdos.

Da: Nadie ignora que las elecciones presidenciales del 2018 tienen una enorme importancia para el desarrollo de los acuerdos de paz. Sin embargo el escenario político, hasta ahora, revela una atomización de las fuerzas sociales y política, de izquierda y democráticas en general, ¿cuál es tu consideración sobre este ámbito?

IC: Asistimos durante los últimos 5 años a una fase de ascenso de la movilización social y de progresiva irrupción de nuevos actores políticos. También de procesos de convergencia en el plano de las luchas sociales. Por ejemplo, la Cumbre Agraria, Étnica y Popular, la Mesa Amplia, Nacional y Estudiantil, el Movimiento Nacional Carcelario.

En el mundo político de la izquierda hemos tenido debates, discusiones, rupturas, pero también convergencias. Veo un mundo de la izquierda y de los movimientos sociales muy dinámico, en el que están apareciendo nuevos factores. Han surgido la Marcha Patriótica y el Congreso de los Pueblos, dos movimientos muy representativos del mundo rural, del campesinado, de los indígenas, y afrodescendientes.

Da: Hay nuevos actores sociales, hay pluralidad, pero también hay dispersión, y tal realidad asegura la imposibilidad de participar de una victoria electoral a favor de la paz en el 2018; se mantienen rivalidades e incomunicaciones hasta los umbrales temporales críticos….

IC: Hay necesidad de convergencia y de una muy amplia y muy audaz política de alianzas porque las elecciones del 2018 deben garantizar el cumplimiento de los acuerdos con las Farc y, ojalá, con el Eln, o sino la continuidad de las negociaciones que estén llevando a cabo. Así que el gobierno del 2018 es un gobierno con inmenso significado en el devenir del país.

Da: ¿Cómo has podido mantener este despliegue formidable de energía para contribuir a sacar adelante este arduo proceso?

IC: Por la conciencia del significado político del proceso. No se trata de cualquier asunto, es el problema neurálgico de nuestra vida política, sin cuya solución es imposible pensar en otras posibilidades. Si en los años sesenta, setenta, se identificó la acción armada como una posibilidad de transformación, hoy debemos pensar, seriamente, que es través del ejercicio de una insurrección civil, civilista, que lograremos los cambios.

Por una razón muy sencilla, es del lado del modelo neoliberal, del lado del capital, que está hoy la violencia como herramienta que garantiza su supervivencia. Este modelo quiere llevar a la humanidad a esa circunstancia de guerra, de destrucción del ser humano, de acción del terror. Es el ingreso a un estadio de guerra regular o irregular permanente. Refugiados, crispación, inmolaciones, todo esto nos debe poner a pensar.

La salvación de la humanidad está unida a ideales y formas de concebir la acción política ligada a la ecología, la derrota de la pobreza, y a la derrota del militarismo, en Colombia y en el mundo.

Desde Abajo, Bogotá.

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