Por Oscar Sevillano
El término vergonzante se aplica a una persona o a un grupo de personas que por una u otra razón sienten vergüenza ante alguna situación que viven o padecen y se encubren por ella.
Así las cosas, fácilmente podría aplicarse este término sobre la izquierda política en Colombia, con quienes comparten su línea ideológica y que estaba de acuerdo en que las Farc cambiaran las armas por la política, pero sienten vergüenza de salir a la plaza pública en compañía de sus líderes, llámese Timochenko, Iván Márquez, etc.
De no ser así ni Jorge Robledo, ni Gustavo Petro se negarían a conformar una coalición de izquierda o reagruparse todos nuevamente, incluyendo a las Farc, para enfrentar las próximas elecciones, tanto de senado y cámara, como las presidenciales.
Puede que más adelante cambien de opinión, al fin de cuentas “la política es dinámica”, sin embargo no dejar ser bastante particular que quienes en el pasado estuvieron unidos en el Polo Democrático como una fuerza que en Colombia asegura luchar por las reinvindicaciones sociales, actualmente de la impresión de que no era más que una especie de confederación de grupos políticos que buscaba votos a través de un discurso social, bajo una aparente actitud de “juntos pero no revueltos”, y que hoy día no quieren estar, ni juntos ni revueltos, porque el uno se avergüenza del otro.
En la reciente convención del Polo Democrático el senador Jorge Robledo dejó claro en su discurso que va en busca de la Presidencia de la República y que a su lado no quiere ni a Clara López por santista; ni a Gustavo Petro, creería que para no cargar el lastre de su pésima administración en Bogotá y no perder algunos voticos, ni mucho menos a las Farc, porque aunque no lo diga públicamente, sabe y es consciente que la mayoría de colombianos no aceptan a sus miembros y que por tanto podría perder simpatías electorales.
Gustavo Petro por su parte no parece querer reconciliarse con sus antiguos amigos de partido y su rencilla personal con Clara López, no presenta síntomas de superación y lo que más sorprende es que el exalcalde de Bogotá, parece olvidarse que él también fue militante político en armas, que recibió perdón y olvido de parte de la mayoría de los colombianos y que por tanto lo menos que se espera de él, es que no dé muestras de reconciliación con los integrantes de las Farc. Bien dicen por ahí que “el cura no se acuerda cuando era sacristán”.
Ha llegado el momento en que la política colombiana comience a aceptar a las Farc como parte de la sociedad civil y que sus opiniones sean tenidas en cuenta en el panorama nacional, porque ese es el sentido del proceso de paz que se acaba de firmar, y hoy se empieza a implementar. A las Farc no se las invitó a formar parte de la vida sin armas para matricularlas en un curso de panadería en el SENA, sino para que cambiaran sus fusiles por la democracia.
A eso nos tenemos que acostumbrar los colombianos nos guste o no, tanto liberales, conservadores, Centro Democrático y también los que conforman el Polo Democrático, junto con los que se llaman progresistas y creería que los dos últimos son los más obligados a aceptarlos, en primer lugar porque comparten su ideología y en segundo lugar porque aunque no lo quieran a aceptar dentro de sus filas tienen simpatías con las Farc, otra cosa es que les de vergüenza aceptarlo públicamente, porque esto les puede significar la pérdida de algunos voticos.
@sevillanojarami
El Espectador, Bogotá.