Por Emanuel Respighi / Página/12
El politólogo y exdirigente del movimiento Podemos de España surgido en 2014, al calor de las protestas sociales, plantea que el reflujo antidemocrático europeo desembarcó en la región con una peligrosa “deriva autoritaria”.
La visita fugaz de Juan Carlos Monedero por Argentina no le impide al politólogo y fundador de Podemos analizar la situación de incertidumbre que se vive hoy en España, donde el ultraconservador Partido Popular (PP) sigue sin concertar gobierno. “En España se está incubando otro 15-M, porque básicamente las instituciones todavía no reflejan el cambio social que se ha vivido”, subraya el exsecretario del partido nacido a comienzos de 2014, tras las protestas contra los recortes económicos. El avance de una nueva ola neoliberal en América Latina es otro de los procesos que preocupa a Monedero, por la “deriva autoritaria” que percibe. En la entrevista con Página/12, el dirigente no duda en afirmar que “Mauricio Macri tiene una caligrafía bonita y una gramática autoritaria”.
–En las últimas elecciones, Podemos logró 71 diputados, pero perdió un millón de votos. ¿Cómo evalúa ese proceso político?
–Somos una fuerza muy joven, que ha enfrentado seis procesos electorales en dos años sin pedir dinero a los bancos, con todos los medios y los partidos políticos en contra, porque éramos la novedad que venía a impugnar lo que ellos significaban. Pese a todo, hemos sacado 5 millones de votos. Es un apoyo que nadie podía prever. Se ha roto el bipartidismo en España. Hoy no tenemos la fuerza suficiente como para echar a los defensores de las políticas neoliberales, como el PP, el PSOE y Ciudadanos, a la vez que ellos no tienen la fuerza suficiente como para formar gobierno. Se abren dos posibilidades. Una es que el sistema haga una operación quirúrgica, permitiendo un gobierno del PP, con los partidos “prestándole” algunos votos, más alguna abstención. Un cambio con cierta violencia simbólica. Y la otra alternativa es que haya una tercera elección. El statu quo no supo darle respuesta a la España emergente, joven, urbana y bien preparada que no quiere saber nada con los viejos partidos.
–¿Ni siquiera el fin del bipartidismo y la abstención de un 30 por ciento del padrón le abrió los ojos a la dirigencia española?
–Han preferido intentar matar al mensajero, intentar acusarnos de cualquier cosa, judicializarnos, demonizarnos. En vez de asumir que la Constitución ya no da respuestas a las demandas, que hay un problema territorial que no se solventa y que el modelo neoliberal expulsa a sectores importantes de la ciudadanía. Cuando se toma conciencia de que los hijos van a vivir peor que sus padres, el contrato social hay que repensarlo. Nosotros lo vemos con claridad, junto a millones. Hay sectores conservadores, egoístas, que agitan el miedo planteando el que debe ser el peor refrán del refranero español, y que alimenta a los partidos del régimen: “más vale malo conocido que bueno por conocer”. El PP no ha planteado ninguna propuesta de enmienda, ninguna autocrítica, ningún cambio. Y en el PSOE, que perdió 5 millones de votos y su electorado está compuesto por personas mayores que viven en zonas rurales y con niveles de estudio bajo, la única búsqueda es la supervivencia personal de sus líderes.
–La ola neoliberal que en España está en crisis, parece haberse revitalizado en América Latina. ¿Cómo percibe la transformación en el signo político que se evidencia en la región?
–Millones de personas han salido de la pobreza gracias a estos gobiernos del cambio. En la última década y media hubo un reforzamiento del compromiso con la democracia que ahora está debilitándose, merced a la falta de respeto que la derecha le tiene a la democracia. La derecha parece que solo acepta las reglas del juego cuando gana. El modelo neoliberal es igual en todos lados. Tiene la misma lógica depredadora, donde unas minorías utilizan la capacidad de extorsión de los sectores financieros y la capacidad de impunidad de las grandes empresas trasnacionales, añadido con el control prácticamente oligopólico de los medios, para construir una verdad incontrovertible que invita a la resignación e implica revertir el avance del Estado social y democrático. Eso es lo que explica el crecimiento de bolsas de pobreza en España, en Portugal, en Grecia, en Italia, en todos lados. Y aquí también. Eso explica la connivencia absoluta entre las élites, por ejemplo entre Macri y (Mariano) Rajoy, ya que los dos responden a ese mismo lineamiento de beneficiar a unas minorías y perjudicar a las mayorías. Lo que me preocupa es la deriva autoritaria. Hay maneras dictatoriales en regímenes democráticos. Es lo que pasa con la “Ley mordaza” en España y aquí con sacar de la grilla de TV a Telesur, que sitúa a Macri al lado de las dictaduras. Solo las dictaduras cierran medios comprometidos con la democracia, con la libertad y con la pluralidad. El reflujo antidemocrático en Europa, con un crecimiento de las opciones de extrema derecha, es el mismo que se verifica en Argentina, donde se expresa la voluntad de revertir lo alcanzado. Ese shock genera respuestas ciudadanas amplias que el neoliberalismo confronta con violencia simbólica y policial. Ese orden está representado aquí con Macri, en el golpe de Estado dado en Brasil contra Dilma, en México con Peña Nieto… Regímenes que generan violencia social.
–Son partidos que llegan por el voto popular, sobre un discurso progresista y de buenos modales, que después se contrastan con sus políticas. ¿Hay una nueva “estética” de la derecha?
–Macri tiene una caligrafía bonita y una gramática autoritaria. No se puede soplar y sorber al mismo tiempo. Tienen una retórica populista, de lucha contra la corrupción, de lucha contra gente a la que se estigmatiza como responsable de todos los males, apelaciones vagas a la participación, un discurso colorista. Parecen anuncios de la Coca-Cola. Pero una práctica que beneficia a las empresas eléctricas y perjudica a los consumidores, que beneficia a sectores exportadores pero empobrece a los ciudadanos, que permite cosmopolitismo en dólares a una minoría y condena a las mayorías a una pobreza en pesos. El problema de fondo es que el control férreo de los medios de comunicación ha hecho que las víctimas voten a sus verdugos. Esa es la gran reflexión que hay que hacer. ¿Cómo es que votamos a nuestros verdugos? Ocurrió en Europa que después de la Segunda Guerra Mundial, en las que las fuerzas de cambio sacaron a millones de personas de la pobreza, convirtiéndolas en clases medias, y 30 años después votan a sus verdugos: a Margaret Tatcher en Gran Bretaña, por ejemplo, que los devuelve otra vez a posiciones de cuasi marginalidad. Aquí ha ocurrido lo mismo. Argentina pasó a ser un referente de los Derechos Humanos, de la soberanía nacional frente a las multinacionales… En estos meses lo que vemos es un regreso al pasado. Macri está desmantelando políticas que afectan a la ciudadanía.
–Una ciudadanía que, a diferencia de otros momentos de la historia, parece haberse empoderado de ciertos derechos, los cuales defiende en la calle.
–Esa gente tiene la posibilidad de defender en las instituciones y en la calle logros que forman parte de un contrato social que el neoliberalismo necesita cambiar. Al modelo neoliberal le sobra la democracia. Y eso lo entienden los pueblos o, de lo contrario, volveremos a las largas noches de dictaduras aunque sean bajo formatos democráticos.
–¿Usted cree que las dictaduras no son solo por la manera en que se llega al poder sino también por cómo se lo ejerce?
–Cuando se desvirtúa el contrato social se está vaciando la Constitución. Si en la Constitución argentina hay un compromiso con la libertad, con la igualdad, con el desarrollo de una vida digna, y el gobierno los evita, es claro que ese gobierno está pateando la Constitución, aunque haya elecciones. No basta que haya partidos y elecciones para asumir que hay democracias, si no hay medios plurales, si las desigualdades económicas son tan grandes. Si hay sectores que intentan que una parte de la ciudadanía se aleje de la política, aunque haya elecciones, están subvirtiendo el contenido democrático. No debemos pensar en dictaduras como en los años 30 en Europa y 70 en América Latina, porque hoy ya no se necesita bombardear el Palacio de la Moneda: se da un golpe parlamentario a la presidenta como ocurrió con Dilma, donde el 60 por ciento de esos parlamentarios están en cursos por casos de corrupción. Hoy ya no se necesita cortarle las manos o fusilar a Víctor Jara para que no cante: basta con sacar de las grillas a los medios que cuentan cosas que no cuentan los demás, homogeneizando el discurso. El fascisimo social se mueve bajo estructuras formalmente democráticas pero con un nivel de exclusión propio de regímenes autoritarios. No hay que pensar en las dictaduras como en la imagen de Pinochet con la capa y las gafas oscuras, pero el resultado de pérdida de derechos en todos los ámbitos a veces es similar.
Página/12, Buenos Aires.