septiembre 29, 2025 8:40 pm
Grupo de La Haya se reúne en Nueva York bajo la consigna de “no más declaraciones, más acciones” para avanzar en plan conjunto que detenga genocidio en Gaza

Grupo de La Haya se reúne en Nueva York bajo la consigna de “no más declaraciones, más acciones” para avanzar en plan conjunto que detenga genocidio en Gaza

Reunión del Grupo de La Haya en Nueva York que congregó a representantes de 34 países para avanzar en un plan de acción que detenga el genocidio del Estado de Israel en la Franja de Gaza.

INTERNACIONAL PROGRESISTA /

Mientras el Estado de Israel toma la palabra en la Asamblea General de la ONU, el Grupo de La Haya celebró simultáneamente en Nueva York una Reunión Ministerial de 34 Estados para avanzar en un plan de acción conjunto para detener el genocidio en Gaza.

El Grupo de La Haya, una coalición internacional liderada por Colombia, Sudáfrica y Malasia que busca impulsar sanciones contra Israel por la devastación de la Franja de Gaza, sesionó este viernes 26 de septiembre con la presencia de 34 cancilleres para coordinar un plan de acción conjunto que «ponga fin a la impunidad» del Estado israelí.

Este evento internacional se celebró en Nueva York de forma paralela a la Asamblea General de Naciones Unidas y congregó a representantes de Turquía, España, Catar, Brasil, Bolivia, Chile, Indonesia, Jordania, Irlanda, México, Noruega o Arabia Saudí, entre otros.

El total de 34 países presentaron medidas legales, diplomáticas y económicas para consolidar «la respuesta global a los crímenes constantes de Israel, estableciendo un modelo para que todos los Estados cumplan de inmediato con sus obligaciones y creando mecanismos sólidos de rendición de cuentas», según dijo el Grupo de La Haya en un comunicado.

“El único antídoto contra el castigo unilateral, el castigo unilateral de los estados poderosos que encubren los crímenes de Israel, es la acción colectiva”, afirmó en la apertura del evento Varsha Gandikota-Nellutla, secretaria ejecutiva del Grupo de La Haya.

Varsha Gandikota-Nellutla, secretaria ejecutiva del Grupo de La Haya.

Entre tanto, la canciller de Colombia, Yolanda Villavicencio, destacó que la “voz colectiva debe liderar el camino hacia la rendición de cuentas y la justicia. Es hora de que las palabras se conviertan en hechos. El derecho internacional debe consolidarse como piedra angular de la humanidad”.

A su turno, el canciller de Brasil, Mauro Vieira, dijo que “ha llegado el momento de que los Estados cumplan con sus obligaciones en virtud de la Convención sobre el Genocidio adoptando medidas eficaces para garantizar que no colaboren, directa o indirectamente, con sus perpetradores”.

La canciller de Colombia, Yolanda Villavicencio, interviente en la reunión del Grupo de La Haya en Nueva York.

Por su parte, el canciller de Turquía, Nuh Yilmaz, dijo que “Israel, como exportador de guerra, debe ser detenido. Debe eliminarse su privilegio de impunidad. Debe cesar su excepcionalidad en el sistema internacional. Israel debe afrontar las consecuencias de sus actos”.

La canciller de Bolivia, Celinda Sosa, expresó que su país “rompió relaciones con Israel a todos los niveles” y exige “justicia inmediata para nuestros hermanos y hermanas en Palestina”.

La lucha por el orden internacional

En octubre de 1945, las naciones del mundo adoptaron la Carta de las Naciones Unidas, un documento con un consenso global sin precedentes y audaces aspiraciones de construir un nuevo mundo a partir de las cenizas de dos guerras brutales. Meses más tarde, se celebró la primera Asamblea General de la ONU.

Desde su nacimiento, la institución reflejaría las contradicciones y desigualdades de un sistema mundial forjado en el crepúsculo del encuentro colonial. Solo 51 naciones estuvieron presentes en la primera Asamblea General. Cuando se reunieron en el Methodist Central Hall de Londres, unos 750 millones de personas, es decir, un tercio de la población mundial, seguían bajo dominio colonial.

La propia arquitectura de la ONU, que otorga a los Estados Unidos y a sus aliados un poder significativo a través del Consejo de Seguridad, serviría durante mucho tiempo a una agenda de invasión imperial. Fue con la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU que los Estados Unidos lanzaron su ataque genocida contra Corea, solo cinco años después de que la Carta de las Naciones Unidas expresara la determinación del mundo de «preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra».

Aun así, las décadas siguientes fueron testigo de cambios radicales en el sistema internacional. A medida que los movimientos de liberación nacional —y las revoluciones socialistas— liberaban a los pueblos del Sur Global del colonialismo y el imperialismo, estos entraban en el sistema internacional decididos a construir un mundo libre de dominación.

Se reunieron en Bandung, Belgrado o La Habana para articular una visión de un mundo de cooperación pacífica y desarrollo soberano. Y, en los pasillos de la ONU, realizaron esfuerzos históricos para reconfigurar el derecho internacional —y las instituciones diseñadas para defenderlo— a imagen y semejanza de los oprimidos del mundo.

Fue a través de esta intersección de luchas que las naciones del Tercer Mundo obtuvieron el derecho a la lucha armada contra la ocupación colonial (Resolución 37/43 de la ONU), las sanciones contra el sistema de apartheid de Sudáfrica (Resolución 1761 de la ONU) y la Declaración sobre el establecimiento de un nuevo orden económico internacional (Resolución 3201 de la ONU).

Cada iniciativa fue, en mayor o menor medida, frustrada o contenida por las potencias imperialistas. Y detrás de estos episodios se esconde una cruda realidad: la ONU simplemente refleja las contradicciones del sistema mundial y el equilibrio de poder entre las naciones que lo componen. Hoy, cuando se reúne para su octogésima Asamblea General, esas contradicciones han alcanzado una nueva y aguda etapa.

El Sur Global y la irrupción del Grupo de La Haya

 

Por un lado, hay un renovado esfuerzo por parte de los Estados del Sur Global para inclinar el sistema internacional hacia los intereses de la mayoría mundial. Un ejemplo clave es el Grupo de La Haya, un bloque mundial de Estados comprometidos con «medidas legales y diplomáticas coordinadas» en defensa del derecho internacional y la solidaridad con el pueblo palestino. El Grupo de La Haya llega a las Naciones Unidas con una agenda ampliada para deliberar una respuesta conjunta al genocidio y presentar a la Asamblea General las políticas nacionales contra Israel.

Las intervenciones del Grupo de La Haya en Nueva York se basan en su reciente Conferencia de Emergencia para Palestina, celebrada en Bogotá los días 15 y 16 de julio, que reunió a representantes de 31 países de América Latina, África, Asia, Europa y Medio Oriente, lo que supuso el esfuerzo diplomático más coordinado hasta la fecha por parte de una coalición de Estados que se oponen a la ofensiva genocida de Israel en Gaza. Ahora, los representantes de los Estados se han reunido nuevamente para llevar adelante esa propuesta, con el objetivo de incorporar a nuevos países y profundizar los compromisos que asumieron a principios de año.

Al otro lado de esta lucha histórica, hay un renovado esfuerzo por parte de los Estados Unidos y sus aliados para desmantelar el sistema internacional consensuado en favor de un «orden internacional basado en normas» no codificado y sin definir, un marco arbitrario de ilegalidad imperial e impunidad. Esto se refleja en la asunción de la presidencia de la Asamblea General de la ONU por parte de Annalena Baerbock, lo que supone una burla a la institución. Como exministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Baerbock fue una de las más fervientes defensoras europeas de la OTAN y del genocidio en Palestina.

Y se refleja en la ineficacia del sistema de la ONU. El veto de los Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU —que ha ejercido más de cuarenta veces para proteger la ocupación israelí de Palestina desde 1972— obstaculiza cualquier perspectiva significativa de respiro para el pueblo palestino. Y la Asamblea General de la ONU no tiene poder significativo para hacer cumplir las medidas que propone. A pesar de las ocasionales palabras de condena de las autoridades de la ONU, el genocidio continúa sin cesar, y ni siquiera el personal de la ONU ha escapado a la matanza.

Por eso son tan importantes iniciativas como el Grupo de La Haya. Demuestran que los derechos conquistados —a menudo bajo la amenaza de las armas— para los pueblos oprimidos del mundo dentro del sistema internacional no están muertos y enterrados. Al contrario, siguen siendo un terreno de lucha vivo. Reflejan el equilibrio de poder dentro de las instituciones internacionales, y ese equilibrio se está inclinando ahora. El éxito de esta lucha dependerá de la capacidad y la determinación de las fuerzas progresistas de todo el mundo para llevar la larga lucha por la liberación a una nueva era.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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