Por Alejandra Soifer / Diagonalperiodico.net
Tras meses de rumores, la alemana Bayer y la estadounidense Monsanto confirmaron que esta última aceptó la oferta por 66 000 millones de dólares para fusionarse.
El laboratorio multinacional Bayer, líder de la industria farmacéutica, decidió incrementar su línea de negocios en la industria agrícola. A su ya desarrollada rama de agroquímicos –comercializados por la firma CropScience que le pertenece– se suman ahora más de 2 000 variedades de semillas cuya patente lleva la firma Monsanto.
Esta unión no se da en cualquier contexto. Syngenta, competidor de origen suizo de Monsanto, fue recientemente adquirida por la empresa estatal ChemChina. Los mercados occidentales más que nunca se vuelven un terreno de disputa. Así, de las seis empresas multinacionales dedicadas al agronegocio, la competencia se reduciría a cuatro gigantes (ChemChina-Singenta/Bayer-Monsanto/Dow-DuPont/BASF).
Bayer cuenta hoy con alrededor de 117 000 empleados alrededor del globo, mientras que Monsanto tiene 23 000 aproximadamente. Con esta fusión, el negocio farmacéutico de la compañía alemana a nivel global pasa a un segundo lugar, representando el 50 % de su actividad.
Dentro del mismo negocio farmacéutico la empresa venía cambiando su intencionalidad comercial para el desarrollo de medicamentos con exclusividad de patentes y alto costo, lo que venía provocando despidos en las fuerzas de venta como sucedió en enero de este año. Esta nueva compra puede incidir en el mismo sentido e implicar la pérdida de nuevos puestos de trabajo, señalaron a Labour Notes trabajadores de la empresa, que ya han sufrido recortes de personal en anteriores fusiones.
Alimentación sustentable
En el comunicado que la nueva corporación hizo público señalaron que el objetivo “está en cómo alimentar a 3 000 millones de personas más en el mundo en 2050 en una forma sostenible con el medio ambiente”.
En este sentido, la Coalición contra los Peligros de Bayer (CBG, por sus siglas en alemán) citó en un comunicado al investigador de la compañía alemana, Hermann Stübler, quien indicó que “desde hace más de 25 años, la industria fitosanitaria mundial no ha desarrollado y puesto en el mercado ningún herbicida relevante para el cultivo con algún nuevo mecanismo de acción; ésta es una de las consecuencias de la consolidación de la industria, que ha ido acompañada de una considerable reducción de la inversión en investigación de nuevos herbicidas”.
“En consecuencia, cada vez más plantas silvestres se adaptan a esos productos y los agricultores tienen que utilizar cada vez más agroquímicos, con efectos devastadores sobre la biodiversidad”, añadió la CBG.
También denunció que no es la primera vez que Bayer y Monsanto se unen. Entre 1954 y 1967 conformaron una empresa conjunta (joint venture) llamada Mobay Chemical Corporation. Mobay proveyó al Departamento de Defensa de los Estados Unidos de uno de los químicos fundamentales para la generación del agente naranja utilizado durante la guerra de Vietnam como parte de la Guerra Química.
El uso del Agente Naranja tuvo como consecuencia –según la Cruz Roja de Vietnam– un millón de personas discapacitadas o con problemas de salud y 400 000 muertos. Sin embargo, el nombre de Bayer no quedó asociado a este hecho como sí lo ha hecho Monsanto.
Si es Bayer, ¿es bueno?
Desde diversos medios internacionales se especula que la histórica farmacéutica planea deshacerse de la firma de Monsanto, ya que esta empresa “tiene mal nombre”, mientras que los alemanes gozan de buena fama por haber inventado la aspirina.
Sin embargo, Bayer ha enfrentado juicios millonarios a lo largo de su historia. El más reciente en Argentina tuvo que ver con la droga para el tratamiento del colesterol, comercialmente conocida como Lipobay, que causó la muerte de un centenar de personas.
En ese caso, decidieron no incluir los efectos adversos en el prospecto del medicamento, haciendo caso omiso a reglamentaciones locales e internacionales en materia de salud colectiva. Personas físicamente saludables que fueron recetadas con este medicamento quedaron inválidas de por vida. El laboratorio tuvo que retirar en 2001 este medicamento del mercado en todo el mundo.
Luego de este “traspié”, las acciones de Bayer empezaron a descender en la bolsa. La firma entonces recurrió a la compra del laboratorio Schering, adquiriendo la línea de productos anticonceptivos y oncológicos probados, que le permitieron levantar su decaída imagen y continuar con sus exorbitantes ganancias.
Una nueva amenaza para la soberanía alimentaria
Conocida esta movida financiera del gran capital oligopólico, la plataforma Ecologistas en Acción hizo el siguiente pronunciamiento:
Tras varios meses de negociaciones e intentos fallidos, la alemana Bayer acaba de adquirir, por 66 000 millones de dólares, a la multinacional estadounidense Monsanto, principal actor a nivel mundial en el mercado de las semillas modificadas genéticamente.
Si bien el sector semillero y de los agrotóxicos lleva décadas evolucionando hacia una mayor concentración (las seis empresas más grandes han adquirido más de 200 pequeñas empresas semilleras en los veinte años pasados desde la introducción de los primeros cultivos transgénicos en el mercado), estos últimos años han precipitado la velocidad de los cambios. Tras la unión de Dow y Dupont, seguida de la adquisición de Syngenta por parte de la empresa estatal china Chemchina, el resto de actores parecían obligados a fusionarse o desaparecer. La integración de Monsanto dentro de Bayer consolida el nuevo escenario del sector, que deja a BASF aislada.
Esta deriva oligopólica, aunque prevista, supone una mala noticia para la población: la toma de decisiones sobre qué tipo de alimentos y en qué condiciones se producen se encuentra cada vez en menos manos y cada vez más lejos de la ciudadanía. Aunque Monsanto se ha convertido en un símbolo de todos los demonios de la agroindustria, no existen grandes diferencias en la apuesta que todas estas multinacionales han hecho por el futuro de nuestra agricultura: un modelo fuertemente petrodependiente, concentrador de la propiedad y basado en el cultivo de grandes extensiones dedicadas a la especulación en mercados internacionales.
Para Ecologistas en Acción la apuesta global por este tipo de agricultura, y el modelo alimentario en el que se integra, está siendo uno de los elementos más dañinos para el cambio climático. La necesidad del cambio hacia un modelo agrícola-alimentario en términos de justicia ambiental y social resulta cada vez más acuciante, y noticias como la de la unión de Bayer y Monsanto no hacen sino llevarnos un paso más lejos.