Por Ricardo Villa Sánchez
La visita del papa Francisco fue un acontecimiento histórico de nuestro país, en esta coyuntura crítica en la cual muchos anhelamos se construya entre todos la Paz completa, así algunos aún quieren retroceder a la barbarie del conflicto. Es cierto que no todo acuerdo es perfecto, así como que en el camino se le pueden hacer algunos ajustes, pero el hecho concreto es que, como bien lo dijo el Papa, podemos dar el primer paso hacia un nuevo país, más justo, más humano y más democrático para todos. No hay Paz mala ni guerra buena, por esto su mensaje es ser mejores personas para vivir bien, en un entorno sostenible, con nuestra gente feliz.
Es cuestión de hacerlo. De tomar la iniciativa. De ser valientes y audaces por el bienestar colectivo. El primer paso para esto puede ser, entre otras acciones, usar nuestro poder de decisión como ciudadanos, para elegir a alguien distinto a quienes nos gobernaron en tiempos de guerra; Independientemente de su origen u orilla, alguien que tenga un gran compromiso con el desarrollo de la nación y la concreción de la Paz con justicia social. Como alguna vez, bien lo dijo John Lennon, hay que darle un chance a la Paz.
Las palabras del Papa en sus homilías y alocuciones, nos mostraron un discurso moderno, acorde con los nuevos tiempos que devendrán para el país. Las víctimas, la adaptación al cambio climático, como en su obra Laudato Sí’; la lucha frontal contra el mal del narcotráfico, y la corrupción y la violencia que como una rémora acarrea; la búsqueda del bien común, en nuestra casa común; el anhelo de “la equidad, de la justicia, del respeto de la naturaleza humana y de sus exigencias”; la interiorización de la fraternidad, la alegría, y de la esperanza; la lucha contra la pobreza; el amor por el otro reconociéndolo en su existencia, en sus sentimientos, en sus emociones, en sus derechos, en sus creencias, en sus pensamientos, decisiones y acciones.
Todo esto llegaba en desbandada con la idea de que la Paz y la reconciliación es un compromiso de todos y para todos. Lástima algunas cursilerías de ciertas hierbas del pantano, sobre todo en las transmisiones de su llegada, y su pequeño accidente en su rostro, todo transcurrió rodeado de felicidad y con una profunda valoración de la sabiduría en sus enseñanzas, de su humildad desmedida y amor por nuestra gente más vulnerable, por nuestros niños que serán la generación de la Paz.
La brisa tranquila que se vivió el domingo 10 de septiembre en Cartagena de Indias, por dónde se desplazaba el Papa, y en su misa campal, con cientos de miles de personas a la expectativa de sus palabras y bendiciones, no tiene igual. Allí iba la buena energía del creador y de su espíritu. Al escuchar al Papa al caer la tarde, pensaba en que hay que volver a creer en un nuevo país; hay que volver a soñar con nuestro porvenir y en nuestra gente; hay que atreverse a pensar y a actuar por una mejor sociedad más equitativa, incluyente, sostenible y pluralista. Después pude apreciar en las pantallas, en ese mágico atardecer en el aeropuerto Rafael Núñez, cuando el Papa se despedía, este legado que nos dejó, y que, ojalá no sea flor de un día en nuestro país, sino que todas y todos lo tomemos como una hoja de ruta y caja de herramientas: “no nos quedemos en «dar el primer paso», sino que sigamos caminando juntos cada día para ir al encuentro del otro, en busca de la armonía y de la fraternidad. No podemos quedarnos parados […] Colombia, tu hermano te necesita, ve a su encuentro llevando el abrazo de paz, libre de toda violencia, esclavos de la paz, para siempre.” Así será papa Francisco, cuente con este servidor para este camino que ojalá todos reconozcamos como la única vía a la felicidad colectiva.
@rvillasanchez