septiembre 29, 2025 3:42 pm
La desproporción brutal de la obscena concentración de capital: “1 % de la población de América Latina posee la mitad de la riqueza”: Directora regional de Oxfam

La desproporción brutal de la obscena concentración de capital: “1 % de la población de América Latina posee la mitad de la riqueza”: Directora regional de Oxfam

POR LAURA LUCÍA BECERRA ELEJALDE /

Gloria García Parra, directora para América Latina y el Caribe de Oxfam, dialogó con la revista Cambio de Bogotá sobre los problemas de distribución de la riqueza en la región, las brechas que existen entre los ‘mega ricos’ y los pobres, y cómo los impuestos, las herencias y otras razones perpetúan la desigualdad en la región.

América Latina es una región desigual. Mientras más de 170 millones de personas viven en situación de pobreza y 66 millones en pobreza extrema, solo 106 personas y sus familias concentran la mayoría de la riqueza de la región. Según un estudio reciente de Oxfam, organización internacional dedicada a la lucha contra la desigualdad y la pobreza, solo en los primeros seis meses de 2025 el patrimonio de los ‘ultrarricos’, personas con fortunas superiores a los mil millones de dólares, aumentó doce veces más rápido que el PIB regional.

En esta entrevista, García-Parra explica las razones detrás de la profunda desigualdad que afecta a la región, las dificultades para superarla y los problemas relacionados con los sistemas tributarios, y la manera en que pagamos impuestos en esta parte del mundo.

Gloria García Parra, directora para América Latina y el Caribe de Oxfam.

La inaudita concentración de capital

¿A qué se debe que América Latina sea una región tan desigual?

América Latina no es solo una región muy desigual, sino la más desigual del mundo. En lo que va de este siglo se ha ganado el deshonroso lugar de ser la región con mayor desigualdad del planeta: la brecha entre quienes tienen más riqueza y quienes tienen menos es abismal. Esto sorprende a muchas personas. Mucha gente me pregunta: “¿Estamos peor que África o que países con altos niveles de pobreza?”. Y sí, estamos peor en términos de distribución de la riqueza.

Aquí, las personas más ricas acumulan y concentran mucho más capital, mientras que quienes están en condiciones de mayor vulnerabilidad tienen escasas posibilidades de ahorro. Por eso, caen más rápido en la pobreza, y hay un número mucho mayor de personas pobres en comparación con los ricos.

Esta tendencia se empezó a evidenciar desde finales del siglo pasado. El crecimiento de las fortunas de las personas con más de mil millones de dólares —que es la definición de un billionaire o ‘milmillonario’— comenzó a dispararse desde entonces, pero el punto crítico llegó con la pandemia. Desde 2020, el número de milmillonarios ha aumentado en América Latina y, con ellos, también la acumulación de riqueza. No es que se repartan esa riqueza entre ellos; simplemente, crecen en número y en concentración de capital.

¿Qué tan amplia es esa brecha?

Solo para que lo podamos dimensionar, en un estudio de Oxfam calculamos que en América Latina una persona humilde tendría que trabajar 90 años para ganar lo que un milmillonario gana en un solo día. Esa es la magnitud de la brecha.

Actualmente, un tercio de la población latinoamericana —es decir, unos 170 millones de personas— vive en situación de pobreza, y 66 millones en pobreza extrema, lo que quiere decir que no pueden comer tres veces al día.

Pero uno de los datos más impactantes es que solo 106 personas y sus familias concentran una parte enorme de la riqueza en la región. Hace unos años eran 90; ahora son 106. Este crecimiento implica que nuevas personas han logrado acumular más de mil millones de dólares en riqueza.

¿A cuánto ascienden las fortunas en la región de los billionarios o ‘milmillonarios’, como usted les dice?

Esas 106 personas poseen, en conjunto, 565.000 millones de dólares, una cifra que representa aproximadamente el 50 por ciento de la riqueza regional. Es decir, el 1 por ciento de la población posee la mitad de la riqueza. Es una desproporción brutal.

Estos datos provienen de información pública. Sabemos que hay riqueza que está oculta en paraísos fiscales o a nombre de terceros, por lo cual las cifras reales pueden ser mucho mayores. Es algo que ocurre en toda América Latina, incluido Colombia, donde hay mecanismos para ocultar o repartir la riqueza y así evitar impuestos. Todo esto distorsiona aún más los datos y la posibilidad de redistribuir.

¿Qué factores perpetúan esta concentración de riqueza?

Hay varios elementos, y eso es justamente lo que complejiza el problema: nos enfrentamos a una estructura que superpone capas que agravan la desigualdad. Pero un factor clave son las herencias. En América Latina no pagan impuestos, lo que permite que una persona rica transfiera toda su fortuna a su familia sin ningún tipo de contribución al Estado. Eso perpetúa una élite económica que no redistribuye su riqueza ni brinda ningún tipo de solidaridad fiscal.

Esto pone en jaque el famoso mito de la meritocracia. Esa idea de que, si una persona se esfuerza, estudia y trabaja duro, puede ascender socialmente. A mitad del siglo pasado era más viable tener movilidad social. Hoy eso es prácticamente inexistente. Los ricos siguen siendo ricos, se vuelven más ricos, mientras que los pobres, por más que estudien y trabajen, seguirán en la pobreza.

Otro factor es el laboral, que en muchos países de la región el sistema laboral no respeta los derechos de las personas y además hay una alta informalidad.  Además, las personas pobres deben pagar por servicios como salud y educación y tienen una alta carga en impuestos, pues los sistemas tributarios están diseñados al revés: quienes tienen menos, pagan más proporcionalmente.

Además, nuestras democracias están siendo capturadas por quienes concentran más riqueza. Esto afecta la legislación y las políticas públicas. En la mayoría de los países, entre el 3 y el 6 por ciento del presupuesto se destina a educación y salud, mientras una enorme proporción se va al pago de deuda, a costa del bienestar de la población.

¿Cuáles son los problemas de los sistemas tributarios en la región?

Lo primero es cambiar la percepción de los impuestos. En América Latina, la historia colonial nos dejó la idea de que todos los impuestos son negativos y una narrativa dominante de que hay que huirles a los impuestos, protestar contra ellos, rechazarlos. Pero la pregunta clave es: ¿impuestos para quién?

Nuestros sistemas tributarios son regresivos: le cobran más a quien menos tiene. En América Latina, las personas destinan entre el 30 y 40 por ciento de su salario en impuestos indirectos, como el IVA. En cambio, los ricos pagan menos del 1 por ciento de su riqueza en impuestos. La mayoría de los trabajadores formales paga entre 25 y 35 por ciento de su salario en impuestos. En cambio, los ricos no ganan salarios: generan rentas, y en muchos países estas están exentas o tienen impuestos muy bajos.

En Colombia se ha generado todo un debate alrededor del impuesto al patrimonio. ¿Qué opinión tiene sobre este tributo?

Las élites empresariales argumentan que, si se les cobra más impuestos, dejarán de invertir o se irán del país. Eso es un mito. Migrar una empresa cuesta mucho y no ocurre de un día para otro. Se argumenta que premiar a quienes generan rentas es positivo porque supuestamente generan empleo y desarrollo. Pero la realidad es que no redistribuyen la riqueza: la acumulan. Es clave recordar que la única entidad con capacidad real de redistribución es el Estado. No podemos esperar que la filantropía o las empresas resuelvan los problemas sociales. Una empresa no tiene por qué garantizar salud, educación o vivienda; esa es una función estatal.

¿Qué puntos clave habría que modificar en los sistemas tributarios para que sean más redistributivos?

Un impuesto del 5 por ciento sobre la riqueza de los más ricos sería suficiente para cubrir gran parte de la agenda social de la región. Pero incluso con este tipo de propuestas, los superricos se resisten y recurren a otros argumentos como la corrupción o la ineficiencia del Estado. Y muchas veces esa corrupción también está alimentada por quienes se benefician de que el sistema siga siendo desigual.

También faltan pactos fiscales regionales. Si un país implementa una reforma progresiva, pero su vecino no, eso sí puede generar fuga de capitales. Por eso es tan importante la coordinación regional. Y es fundamental educar a la ciudadanía para entender la diferencia entre impuestos directos e indirectos, entre salarios y rentas. Muchas veces se genera desinformación —incluso desde las élites— para crear miedo, como cuando se dice que se va a gravar la canasta básica, lo cual no es cierto en la mayoría de las reformas tributarias progresivas recientes.

Desigualdad social, según Quino.

Hablemos de Colombia. ¿Cómo está el país dentro de este panorama regional?

Colombia tiene la particularidad de ser uno de los países más desiguales dentro de la región más desigual del mundo. Es una desigualdad muy crítica, con raíces históricas profundas. Muchas de estas desigualdades están asociadas a sectores empresariales poderosos y a ciertas familias que han acumulado riqueza por generaciones.

La reforma tributaria de 2022 buscaba una redistribución más equitativa. Pero recientemente se publicaron datos que muestran que el número de personas que debían pagar impuestos por grandes fortunas ha disminuido. ¿Qué pasó? Que se están alcanzando niveles históricos de elusión fiscal.

No fue un problema de diseño de la reforma, sino de implementación. En Colombia tenemos esa frase popular: “Hecha la ley, hecha la trampa”. Y eso fue lo que ocurrió. La gente encontró mecanismos para eludir los impuestos: esconder riqueza, usar paraísos fiscales, repartir bienes entre terceros. Todo eso impide que la reforma funcione y que se alcance el recaudo esperado.

En Colombia tenemos reformas tributarias cada dos años -estamos en el debate de una reforma en este momento-, pero no llegan a ser estructurales. ¿Cuál debería ser la ‘receta’ para lograr una redistribución real de la riqueza?

Una reforma tributaria debe partir de estudios muy serios, con base macroeconómica sólida. Es un tema de Estado y profundamente político. Hace unos meses, una precandidata presidencial hablaba de una “reforma tributaria 20-20”, como si fuera un eslogan de campaña. Eso no tiene sustento técnico.

Además, es clave hacer pedagogía. En 2022 no se logró explicar bien qué proponía la reforma. Así, es muy fácil manipular a la opinión pública con frases como “van a gravar el chocorramo” o “el salchichón”.

También es fundamental que la reforma toque el bolsillo de las élites, y eso es lo más difícil. Porque esas mismas élites son las que financian las campañas políticas. Mientras en el sistema tributario lo sigan decidiendo personas que deben favores a las élites que financiaron su elección, no será posible una reforma estructural. Y eso tiene mucho que ver con educación ciudadana, voto informado y conciencia fiscal. Aún nos falta mucho.

Revista Cambio, Bogotá.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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