octubre 18, 2025 2:08 pm
A 111 años del magnicidio del general Uribe Uribe: autoría intelectual, influencia eclesiástica y relevancia histórica de un líder socialista de la Colombia de comienzos del siglo XX

A 111 años del magnicidio del general Uribe Uribe: autoría intelectual, influencia eclesiástica y relevancia histórica de un líder socialista de la Colombia de comienzos del siglo XX

Rafael Uribe Uribe (1859-1914).

POR ALONSO YUPANQUI DE LA CHIRA /

El asesinato del general Rafael Uribe Uribe, connotado dirigente liberal y exponente de ideas socialistas, perpetrado el 15 de octubre de 1914, hace 111 años, en el Capitolio Nacional en plena Plaza de Bolívar de Bogotá, constituye uno de los episodios más oscuros y determinantes de la historia política colombiana. El libro ‘Una historia tenebrosa’ (Icono Editorial, primera edición, Bogotá, 2014) de autoría de  Adelina Covo se erige como una obra fundamental para comprender no solo los hechos fatídicos de aquel día, sino también las complejas y oscuras redes de poder, intereses políticos y religiosos que confluyeron en el magnicidio.

Más de un siglo después del crimen, salen a relucir los autores intelectuales, el papel de la Iglesia católica, concretamente la Compañía de Jesús, la Policía Nacional y el Gobierno conservador que presidía José Vicente Concha, así como el contexto político-religioso y la censura ejercida sobre la investigación.

la Iglesia católica y el Partido Conservador tejieron una alianza estratégica que no solo garantizó la hegemonía de esta colectividad retardataria, sino que influyó profundamente en la vida política, social y educativa del país.

Esta alianza se tradujo en un control férreo sobre los resortes del poder y una influencia determinante en la configuración de la sociedad. La Iglesia no solo legitimaba el orden conservador, sino que también servía como garante de los valores tradicionales, promoviendo un modelo social anclado en el catolicismo y la obediencia.

La educación fue uno de los principales escenarios de la injerencia de la Iglesia católica. Bajo el dominio conservador, la enseñanza estuvo orientada a alienar socialmente, reafirmar valores ultramontanos y a limitar la difusión de ideas liberales o progresistas. Las instituciones educativas, la mayoría de ellas dirigidas por comunidades religiosas como los jesuitas, funcionaban como instrumentos de control cultural y social, asegurando la reproducción de una visión del mundo alineada con los intereses de la hegemonía retrógrada dominante.

En 1914, Colombia se encontraba bajo la hegemonía del Partido Conservador, tras décadas de conflictos civiles y una política excluyente que limitaba la participación liberal. La Iglesia católica, en particular la Compañía de Jesús, mantenía una influencia determinante en los asuntos del Estado, consolidando una alianza estratégica con las élites políticas. El ambiente era de represión ideológica, persecución a los opositores y control sobre los medios de prensa y la educación. En este contexto, la figura de Uribe Uribe representaba una amenaza real al statu quo, ya que encarnaba la posibilidad de una reforma democrática y social.

La versión oficial del asesinato señala como autores materiales a Leovigildo Galarza y Jesús Carvajal, dos obreros que atacaron a Uribe Uribe con hachas en plena Plaza de Bolívar. El Gobierno conservador y la prensa afín presentaron el crimen como un acto aislado, motivado por resentimientos personales y no por una conspiración de mayores alcances. Sin embargo, la investigación oficial estuvo plagada de irregularidades, omisiones y un evidente sesgo orientado a proteger a los verdaderos responsables intelectuales, como lo denuncia ampliamente la abogada e historiadora Adelina Covo en su obra.

Con un estilo narrativo ágil y documentado, la autora presenta una investigación exhaustiva sobre el contexto y las circunstancias que rodearon el asesinato de Uribe Uribe, figura central del liberalismo colombiano y promotor de ideas socialistas a comienzos del siglo pasado, en las escalinatas del Capitolio Nacional en Bogotá.

‘Una historia tenebrosa’ revela cómo el poder en Colombia ha estado históricamente ligado a la violencia y al control de las élites. Covo deja entrever las consecuencias del magnicidio en la historia posterior del país, señalando que la muerte de Uribe Uribe significó no solo la eliminación de un líder, sino también el cierre de una posibilidad de transformación social.

Adelina Covo, autora de ‘Una historia tenebrosa’.

A través de documentos, testimonios y análisis detallados, la autora muestra cómo la trama del poder se ha perpetuado en las esferas políticas, judiciales y económicas, generando un sistema donde la impunidad y la manipulación son moneda corriente.

Un elemento central en la investigación de Covo es el respaldo documental que ofrece el libro de Marco Tulio Anzola Samper, ‘¿Quiénes son los asesinos del general Uribe Uribe?’, publicado en 1915 y rápidamente censurado y ocultado por las autoridades. Anzola Samper, quien, por solicitud de la familia del asesinado dirigente liberal, realizó una minuciosa investigación que identificó inconsistencias en el proceso, rastreó conexiones políticas y religiosas, y documentó la existencia de una conspiración que involucraba a altos funcionarios, clérigos y dirigentes conservadores. El libro fue proscrito, sus ejemplares confiscados y su autor perseguido debió exiliarse, lo que evidencia el temor obvio de la élite gobernante a que la verdad saliera a la luz.

La obra de Covo profundiza en la influencia de la Iglesia católica, concretamente de los jesuitas y del autocrático arzobispo de Bogotá, Bernardo Herrera Restrepo, como actores determinantes en la conspiración contra Uribe Uribe. La Iglesia no solo fungía como guía espiritual, sino que intervenía activamente en la política nacional, utilizando su autoridad para incidir en la toma de decisiones y en la selección de líderes afines a sus intereses. La presunta instrucción del Arzobispo para ejecutar el asesinato revela la capacidad de la jerarquía eclesiástica de operar como un poder paralelo, capaz de moldear el rumbo político del país y de eliminar amenazas a su influencia.

Arzobispo de Bogotá, Bernardo Herrera Restrepo (1844-1928).

En el centro de la trama se señala la participación de curas jesuitas, quienes habrían actuado bajo instrucciones directas del arzobispo Herrera Restrepo. La autora plantea que la eliminación de Uribe Uribe respondía a intereses políticos y religiosos, buscando frenar el avance de las ideas liberales y la promoción de derechos laborales que amenazaban la hegemonía conservadora y clerical.

El libro de Adelina Covo apunta hacia los curas jesuitas Rufino Beriestain, Marco A. Restrepo, Fernando Arango y Rafael Tenorio como operadores del magnicidio por expresas instrucciones del poderoso e influyentísimo arzobispo Herrera Restrepo.

La Iglesia, bajo la dirección de Herrera Restrepo, operaba como un verdadero agente electoral, orientando el voto y negociando candidaturas en función de sus intereses doctrinales y políticos. Este alto jerarca católico eligió cinco presidentes conservadores a dedo durante el lapso comprendido entre 1914 y 1930, a saber: José Vicente Concha, Marco Fidel Suárez, Jorge Holguín, Pedro Nel Ospina, y Miguel Abadía Méndez.

La alianza entre la jerarquía eclesiástica y la élite conservadora permitió la consolidación de gobiernos que perpetuaron la exclusión de los sectores liberales y la represión de movimientos sociales emergentes.

Esta influencia se tradujo en la imposición de un modelo de Estado confesional, en el que las decisiones políticas respondían a los dictados de la Iglesia y se limitaba el acceso al poder de quienes proponían reformas sociales.

Este modelo de intervención eclesiástica refuerza la idea de una Colombia en la que la religión y la política se entrelazaban, y donde el clero era pieza clave en la perpetuación del conservadurismo. Las implicaciones político-religiosas del magnicidio, según Covo, trascienden el hecho mismo y evidencian la resistencia de la Iglesia a los cambios sociales y políticos promovidos por el liberalismo.

Busto del general Rafael Uribe Uribe en Medellín.

Además, este análisis histórico destaca el papel de dos figuras conservadoras clave: José Vicente Concha, presidente en el momento del crimen, y Miguel Abadía Méndez, futuro mandatario. Ambos son presentados como parte del entramado político que facilitó el magnicidio, ya sea por acción directa o por omisión deliberada, consolidando así la alianza entre el poder civil y el eclesiástico en la perpetuación del orden conservador.

También aparecen como coautores intelectuales del asesinato dos altos funcionarios de la Policía: Salomón Correal y Pedro León Acosta. Violando claras disposiciones legales, Correal asumió fraudulentamente la instrucción del caso, dizque autorizado por el presidente Concha. Toda la actuación procesal resultó entonces, como lo acusa la investigación histórica de Adelina Covo, aterradora.

Rafael Uribe Uribe emerge en el análisis de Covo como un líder liberal de gran envergadura, símbolo de la lucha por los derechos laborales y la modernización del país. Su papel como promotor de la legislación social, defensor de los trabajadores y crítico del statu quo lo convirtió en una figura incómoda para los sectores conservadores y eclesiásticos. La autora resalta la visión progresista de Uribe Uribe, su compromiso con la justicia social y su capacidad para articular propuestas que desafiaban la estructura tradicional del poder.

Placa conmemorativa a un costado del Capitolio Nacional, sobre la carrera Séptima de Bogotá, en el sitio donde fue asesinado el general Rafael Uribe.

El magnicidio, por tanto, no solo eliminó a un individuo, sino que truncó el desarrollo de una corriente política de talante socialista que podía haber transformado de manera significativa la historia nacional. La muerte de Uribe Uribe representó la victoria temporal del conservadurismo y la Iglesia sobre el proyecto liberal, exacerbando la pugnacidad partidista y la violencia política en Colombia.

La figura de Uribe Uribe, líder liberal y promotor de los derechos laborales, constituye un referente de la lucha por la justicia social y la modernización, mientras que la influencia de la Iglesia en la elección de presidentes conservadores muestra el peso de lo religioso en la configuración política del país.

El libro de Adelina Covo, al desentrañar las conexiones entre política y religión, contribuye a una comprensión más crítica y profunda de la historia colombiana y sus desafíos contemporáneos por cuanto el asesinato de Uribe Uribe marcó el inicio de una larga serie de crímenes políticos y de la consolidación de prácticas autoritarias en la vida pública del país. El magnicidio, en este sentido, es presentado como un símbolo de la dificultad para romper con el ciclo de violencia y exclusión política en Colombia.

De ahí se puede comprender que la reacción del Provincial de la Compañía de Jesús en Colombia cuando apareció el libro fue la de intentar censurar la investigación de Covo y obstaculizar su presentación, lo que confirma el miedo de la Iglesia a que se ventilara públicamente la directa participación de miembros de esa influyente comunidad religiosa en hechos de violencia política. Este intento de censura pone de manifiesto el poder que la Iglesia católica mantenía –y en cierta medida sigue manteniendo– sobre el debate público y la memoria histórica en Colombia.

En el contexto contemporáneo, el análisis de Covo resuena con los desafíos que enfrenta Colombia en la construcción de una democracia inclusiva y pluralista. La memoria del magnicidio de Uribe Uribe y la “trama tenebrosa” del poder siguen siendo referentes para entender los conflictos actuales y la necesidad de reformas profundas que permitan superar la violencia, la premodernidad y la exclusión.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Síguenos en Redes Sociales

Scroll al inicio