EDITORIAL TSC /

En una verdadera amenaza para el equilibrio democrático y las buenas relaciones internacionales se ha convertido el pintoresco mandatario argentino Javier Milei, quien una vez más y de manera esperpéntica demostró en el cónclave del fascismo europeo convocado por el neofranquista partido Vox de España que no tiene la menor idea de la responsabilidad que conlleva ser jefe de Estado. Sus imprecaciones y expresiones de odio no solo que nublan el horizonte político sino que constituye un precedente grave en el propósito del neofascismo de expandirse para doblegar a las expresiones progresistas y populares, y de esta manera, someter a los pueblos.

Se trata de un discurso totalmente antidemocrático en el que se exalta la libertad para explotar, privatizar, especular y humillar a los sectores más débiles de la sociedad.

Milei ha execrado la justicia social en el mitin de Vistalegre en Madrid realizado el pasado domingo 19 de mayo, afirmando que el bienestar de los ciudadanos no es responsabilidad del Estado. En la economía de mercado, según expresó, cada uno debe buscarse la vida y los perdedores no pueden esperar compasión. El “anarcocapitalismo” del Presidente argentino lanza exabruptos contra todo lo que tiene que ver con equidad y Estado Social de Derecho. Su darwinismo social es una versión actualizada del fascismo y su aspiración es destruir la democracia con el pretexto de defender la libertad. La libertad de destruir el Estado en favor del gran capital sin miramiento alguno.

Es evidente que su viaje a Madrid a participar de un mitin político con ocasión del cierre de la campaña de las elecciones parlamentarias europeas ha provocado un conflicto sin sentido con el Gobierno de España solo para que lo aplaudan los fascistas de Vox que representa el 12 % del electorado de esta nación ibérica.

El acto de Vistalegre ha rozado las cotas más altas de indignidad, con la primera ministra italiana Giorgia Meloni, la diputada francesa Marine Le Pen y otros ultraderechistas lanzando un discurso de odio contra la inmigración, y Amichai Chikli, ministro israelí para Asuntos de la Diáspora, justificando el genocidio de Gaza.

Por su parte, Santiago Abascal, líder de Vox y promotor de este vergonzoso evento, ha declarado que Israel es la “vanguardia de la civilización frente a la barbarie”. Seguramente se ha referido a los 15.000 niños masacrados por las Fuerzas de Defensa de Israel, una cifra que evoca las peores tragedias de la Segunda Guerra Mundial.

Milei ha aprovechado la ocasión para insultar a la esposa del presidente español Pedro Sánchez, con su grosería habitual. Su estilo belicoso, está lleno de demagogia y carencia de escrúpulos, pareciera que no está en sus cabales. Muchos se preguntan, ¿cómo es posible que haya llegado a la Presidencia de un país como Argentina? Quizás porque vivimos una nueva época de masas, similar a la que propició el auge del fascismo en los años 30. Ya no hay ciudadanos, sino consumidores movidos por la estupidez y el egoísmo.

Infortunadamente, la “marca Milei” con su narrativa agresiva gana potencia en la ultraderecha global al tiempo que Argentina pierde prestigio en el mundo.

Una democracia sin justicia social es una falsa democracia. La democracia no consiste en una libertad ilimitada, sino en la protección eficaz de los derechos sociales de todos los ciudadanos. Una verdadera democracia implica un Estado de bienestar. Milei y sus socios quieren volver al estado de servidumbre de siglos pasados, cuando una minoría acumulaba y el resto sufría.

“O nosotros o ellos”, es la consigna de la extrema derecha europea que busca su expansión en América Latina, imponiendo su lógica de odio, humillación, exclusión y barbarie para el sometimiento de los pueblos.

La expresión de la ultraderecha europea y Milei, su representante en América Latina, debe alertar a los sectores progresistas, democráticos y de izquierda, particularmente de América Latina, para impedir la expansión de su discurso de odio y su talante claramente fascista.

Más allá de exhibir las pulsiones autoritarias y el desinterés por el bienestar de las mayorías que signan a las ultraderechas, el cónclave de Madrid es una alarma de que esta internacional reaccionaria se encuentra organizada en redes que aúnan a políticos y empresarios inescrupulosos, por lo que la resistencia contra este amenaza neo y posfascista debe ser igualmente articulada y global en defensa de la democracia, las garantías sociales y los derechos fundamentales.