Por Carlos Satizábal
He estado en varios de los campamentos y zonas veredales trabajando en tareas del proceso de paz con la Universidad Nacional. Impresiona la mística, la organización, la claridad de los hombres mayores y de los jóvenes, la guerrillerada, como se llaman: se preparan para dejar las armas y hacer política sin armas.
En cada zona están, como Aureliano y Úrsula, fundando un nuevo pueblo: fundan los pueblos de la paz. Unos cuantos de estos comandantes tienen tareas en Bogotá y se mueven por el país: hacen parte de las comisiones de seguimiento y verificación de los acuerdos y de reincorporación de su organización a la sociedad.
La oligarquía, dividida por la paz, (al parecer la guerra es lo único que une sus facciones), parece preparar -como siempre- otra traición: según dijo un jefe civil del paramilitarismo: cuando su facción llegue de nuevo al poder van a “hacer trizas ese maldito papel que llaman el Acuerdo de Paz”. Pero asombra la respuesta del máximo comandante de la guerrilla, Rodrigo Londoño, en reciente entrevista con Noticias Uno. Asombra la claridad política de su respuesta a esa amenaza: “tomamos las trizas y rearmamos el Acuerdo”, dijo. Y abre las manos en el aire y las junta, rearma las trizas con el gesto. Niega que vayan a un genocidio como el de la UP. Reafirma, sin odio ni ironías, que las guerrillas en paz van por la paz y solo por la paz.
Que quienes tememos que esta dolorosa ola de crímenes que ejecutan los enemigos de la paz son la continuación de ese genocidio, solo le hacemos un favor a los enemigos de la paz. Y aunque era de esperarse esa reacción asesina de los que manejan el inmenso negocio de la guerra, deseamos que el guerrillero en paz tenga razón.
Alfredo Molano Bravo en reciente columna en El Espectador, recordó que en una entrevista que le hizo a El Vampiro, uno de los tenientes de El Cóndor, el temible pájaro de la época de la Violencia, le dijo que ellos ejecutaban los editoriales que escribía Laureano Gómez en El Siglo. Igual pasa ahora con la paz, los Laureanos de hoy dicen su discurso de odio y sangre y los nuevos pájaros o águilas negras o paracos asesinan líderes sociales y guerrilleros en paz y familiares de guerrilleros en paz. Y nos asombra que los comandantes ni los guerrilleros salen a clamar venganza.
Es tremenda esa decisión comprensiva, su claridad, su voluntad, su mística, su serena decisión de hacer la paz, aún contra los viejos y tremendos poderes que vindican el odio, la guerra y la muerte para mantener el sistema de la guerra, la economía del despojo y la sangre que los ha enriquecido por años y años…