Por Pedro Juan Orozco Meza
A veces los árboles no nos dejan ver el bosque. Esta frase de vieja data, puede aplicarse a la coyuntura que hoy vive la política colombiana, en donde los sectores que pretenden mantener la inercia de la guerra y de su vetusto modelo económico y social, pareciera que se van a salir con la suya; en efecto, han logrado desinformar a muchas gentes de bien, al punto de haber logrado una ínfima diferencia en el desenfocado plebiscito del 2 de octubre de 2016.
Afortunadamente, una buena parte de quienes fueron víctimas de estas manipulaciones, han venido reflexionando y sumándose al coro de los partidarios de la Paz. Cada día que pasa se debilita el discurso de la Derecha y varios de sus alfiles van saliendo de la escena política, bien por falta de apoyo o, bien, por problemas judiciales.
En los Estados Unidos, su presidente Donald Trump, acaba de sufrir una derrota al fracasar en su intento de hace aprobar una ley en contra del Obama Care. En este caso, Trump no ha logrado salirse con la suya. Aquí en Colombia, se está viendo que las fuerzas partidarias del Proceso de paz, a pesar de sus inevitables tropiezos, siguen firmes y empujando dicho proceso hacia adelante.
A los enemigos del proceso que se escudan bajo el slogan de “paz sin impunidad”, hay que ponerles de presente que la mayor fuente de impunidad y de corrupción es la guerra. Quienes sinceramente quieren que se acabe la impunidad, la corrupción, la criminalidad, la inseguridad y la deformación de las instituciones, tienen que acabar con su mayor caldo de cultivo que es la guerra. El discurso de los guerreristas esconde lo contrario de lo que piensan; algo similar a los maniqueístas que se oponen a la legalización de las drogas, a sabiendas de que el narcotráfico solo surge y prospera en ambientes de prohibición.
Lo doloroso es que cada vez que la paz tiene algún tropiezo y las fuerzas de la derecha toman aire, empiezan los coqueteos de algunos izquierdistas, en franca postura oportunista, esforzándose por aparecer como neutrales para congraciarse con los derechistas, echando por la borda cualquier firmeza de principios y compostura ética. Desde luego que los medios del Establecimiento los leen bien y, como por arte de magia empiezan a ponderarlos y a abrirles sus canales para que se despachen a su gusto.
Por lo anterior, es hora de que las fuerzas democráticas y alternativas se abran paso en el espectro de la opinión a través de sus propuestas económicas, sociales y políticas, superando el fácil expediente de oponerse per se a todo y de adoptar la cómoda posición de no asumir compromisos en los procesos de construcción de nuestro presente y nuestro futuro como nación. Es ese el camino que mantiene en la marginalidad a no pocos partidos de izquierda como lo denuncia el filósofo esloveno Slavoj Zizek, camino que, afortunadamente viene siendo superado por movimientos jóvenes en España, Grecia y otros países de Europa y del resto del mundo.
Para desgracia de quienes transitan por el camino equivocado, las nuevas generaciones, con la ayuda de las redes sociales viven actualizadas y ya no son presa fácil de la gran prensa, como venía sucediendo; de manera que, utilizando el símil de nuestro título, las capas tectónicas de la sociedad, se mueven hacia adelante y así como acaban de impedir que el señor Donald Trump atentara contra el modelo de salud de Obama, también están empujando la rueda de la historia hacia adelante, en favor de la paz, la democracia, el progreso y la igualdad.
Las elecciones presidenciales y parlamentarias de 2018, son una excelente oportunidad para que se debatan, sin restricciones, todas las propuestas de gobierno en favor del país. Si ello se da en un escenario de juego limpio, los colombianos escogerán las mejores opciones para bien de ésta y las futuras generaciones.