EDITORIAL TSC /
El pasado domingo 9 de noviembre, Santa Marta fue escenario de la Cumbre entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Unión Europea (UE), un encuentro que, más allá de lo protocolario, marcó un punto de inflexión en las relaciones birregionales y en el posicionamiento geopolítico de América Latina frente a los desafíos globales.
En un contexto marcado por el alto grado de pugnacidad internacional, el avance de agendas climáticas y energéticas, y la urgencia de fortalecer el multilateralismo, la cita reunió a líderes latinoamericanos y europeos que buscan redefinir la cooperación en un mundo cada vez más interdependiente.
Uno de los ejes centrales de la Cumbre fue la revisión y actualización de la “Hoja de Ruta birregional”, documento estratégico que orienta las prioridades compartidas entre CELAC y UE. En materia de acción climática, los países reafirmaron su compromiso con la reducción de emisiones y la protección de la biodiversidad, alineándose con los objetivos del Acuerdo de París y proponiendo mecanismos de financiamiento verde para la adaptación y mitigación.

La transición energética ocupó un lugar destacado, con acuerdos para impulsar el desarrollo de energías renovables, transferencia tecnológica y cooperación en infraestructura sostenible. El comercio se abordó desde la perspectiva de la resiliencia y la diversificación, buscando reducir la dependencia de materias primas y fomentar cadenas de valor inclusivas y sostenibles.
En seguridad, se fortalecieron los compromisos en la lucha contra el crimen organizado transnacional, con énfasis en la cooperación policial y judicial, la inteligencia compartida y el combate al tráfico de drogas, armas y personas. Estos avances reflejan una voluntad política de enfrentar amenazas comunes desde una perspectiva de corresponsabilidad y respeto a los derechos humanos.
La Declaración Conjunta emitida al cierre de la Cumbre subrayó la importancia del multilateralismo, los valores democráticos y la defensa de los derechos humanos como pilares para la arquitectura internacional. En un momento en que el sistema multilateral enfrenta cuestionamientos y tensiones por la rivalidad de grandes potencias y el auge de posturas nacionalistas, la CELAC y la UE apuestan por el diálogo, la cooperación y la solución pacífica de controversias.

El énfasis en el multilateralismo no es meramente retórico; responde a la urgencia de revitalizar espacios como Naciones Unidas y foros regionales, y de fortalecer la gobernabilidad global frente a amenazas como la crisis climática, las pandemias y la proliferación de conflictos armados. La Declaración también reivindica la necesidad de reformas institucionales para hacer más representativos y eficaces los organismos multilaterales.
Colombia, como país anfitrión, asumió un rol protagónico en la Cumbre. El presidente Gustavo Petro, en sus intervenciones, insistió en la urgencia de una transición energética justa, el fortalecimiento del Estado Social de Derecho y la defensa de la democracia como antídoto frente a la desigualdad y la exclusión. Petro destacó la necesidad de que América Latina se convierta en actor estratégico, no solo como proveedor de recursos, sino como impulsor de soluciones innovadoras para los retos globales.
La visión del mandatario colombiano se expresó en propuestas concretas para la cooperación birregional, desde la promoción de la educación y la tecnología hasta el fortalecimiento de políticas sociales y ambientales. Su liderazgo fue reconocido por los socios europeos, quienes valoraron la capacidad de Colombia para articular posiciones comunes y facilitar consensos en temas sensibles.

La Cumbre de Santa Marta tiene implicaciones geopolíticas de amplio alcance. Por un lado, refuerza el papel de la CELAC como interlocutor legítimo ante la UE y otros bloques, consolidando la autonomía latinoamericana en la toma de decisiones internacionales.
Por otro, abre oportunidades para una cooperación más equilibrada y menos asimétrica, donde los intereses de ambas regiones puedan converger en torno a la sostenibilidad, la seguridad y la justicia social.
No obstante, persisten desafíos: la fragmentación política en América Latina, la competencia por recursos y mercados, y la necesidad de traducir los acuerdos en acciones concretas y verificables. La lucha contra el crimen organizado y el fortalecimiento de la democracia requieren esfuerzos sostenidos y cooperación técnica, financiera y política.

La Cumbre CELAC-UE 2025 en Santa Marta ha dejado una hoja de ruta renovada y una voluntad manifiesta de avanzar hacia una cooperación birregional más profunda y estratégica. El multilateralismo, los valores democráticos y el respeto a los derechos humanos emergen como puntos de encuentro, mientras que la acción climática, la transición energética y la seguridad representan desafíos compartidos que exigen respuestas innovadoras y coordinadas.
Colombia, bajo el liderazgo de Gustavo Petro, ha demostrado capacidad de convocatoria y visión, pero el éxito de los compromisos asumidos dependerá de la continuidad del diálogo, la implementación efectiva de las políticas y la capacidad de ambas regiones para enfrentar juntas los retos de un mundo en transformación. La Cumbre de Santa Marta será recordada, no solo por sus acuerdos, sino por haber reafirmado la importancia de la cooperación y el multilateralismo en tiempos de incertidumbre y cambio.



