Por Álvaro González-Uribe / Semanario Caja de Herramientas
En Colombia 600.000 personas en 52 municipios viven sin un solo medio de comunicación. “Y 2,4 millones de colombianos viven en 146 municipios que son ‘zonas de silencio’, donde, si hay medios, estos no cubren el municipio completo y no producen información local. En 60 municipios más hay un único medio que lo hace”.
El Diccionario de Oxford declaró como palabra del año 2016 el neologismo “pos-truth”, que traducido al español significa posverdad, término ya muy conocido. Es una expresión cuyo significado “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. (El País, Madrid, 17/11/16).
Ya se ha hablado bastante de la perversa influencia de la posverdad en el “Brexit”, en el triunfo de Trump y en el plebiscito realizado en Colombia, entre otros eventos. La posverdad tiene su gran potenciador en las redes sociales, donde el usuario activo y pasivo se queda en informaciones cortas y análisis nulos. En la mayoría de los casos se trata de mentiras, así de simple.
Por su parte, el columnista Álvaro Sierra Restrepo, en su columna “La Colombia sin medios” (El Tiempo 23/2/17) analiza la investigación ‘Cartografías de la información’, realizada por la Fundación para la Libertad de Prensa sobre la situación de los medios y los periodistas en esta nación: En nuestro país 600.000 personas en 52 municipios viven sin un solo medio de comunicación. “Y 2,4 millones de colombianos viven en 146 municipios que son ‘zonas de silencio’, donde, si hay medios, estos no cubren el municipio completo y no producen información local. En 60 municipios más hay un único medio que lo hace”.
Preocupante que una gran cantidad de colombianos no tenga elementos para saber qué sucede en su país ni en su región y mucho menos en el mundo. Por tanto, carecen de bases para formarse una opinión diferente a los hechos que presencian día a día en carne propia o al chisme acostumbrado desde siglos pasados. Esto es perverso para la democracia y en general para la formación de ciudadanía y de nación.
Pero el panorama es más oscuro. No se trata solo de esas regiones apartadas. Uno percibe que muchos colombianos de las ciudades y de la Colombia cercana no se informan adecuadamente. Y no se trata solo de la posverdad que campea en redes sociales e incluso en algunos medios de comunicación, no. Son ciudadanos que no se toman el trabajo de leer las noticias completas de la prensa o de ver y escuchar el desarrollo de las noticias de TV y radio, o que cuando lo hacen consumen un solo medio de cierta orientación. Incluso, a veces ni se toman el tiempo mínimo para leer, ver y oír los titulares o los berridos de los encabezados de los noticieros de TV.
No es culpa de la prensa, pese a que como en todo hay buena, regular y mala. Se trata de personas con acceso fácil a toda clase de medios, con educación y con cierta importancia en la sociedad porque de alguna manera ejercen liderazgo en su entorno grande o pequeño. Les da física pereza o aburrimiento enterarse de la realidad plena de los hechos y menos leen columnas de opinión.
Conversan sí, pontifican de todo y de todos en reuniones familiares, de amigos y de trabajo, opinan y desatan sus “teorías”, pero con una mínima y hasta nula información. Esos ciudadanos son quienes votan en las elecciones y además influyen para que otros voten y a la vez repliquen opiniones. Sin generalizar, muchos son ejecutivos, profesionales, damas de alta cuna, jóvenes universitarios y empleados de quienes uno esperaría alguna información que tampoco tiene que ser mucha ni profunda pero sí al menos veraz, entendiendo, claro, que la veracidad no siempre es total.
Ellos son la carne de cañón y el cañón de las redes sociales. En el mejor de los casos su información es solo de titulares. Quizá sí hay responsabilidad de la gran prensa en lo concerniente a los titulares, que deben ser veraces, corresponder al contenido de la noticia y jamás amarillistas. De resto, la responsabilidad es ciudadana.
¿Cómo se puede trabajar esto? Desde los hogares, escuelas, colegios y universidades. Desde allí se debe enseñar a leer prensa y a ver y escuchar noticieros como debe ser. A enseñar la suma importancia de mantenerse bien informado. Es una forma de construir ciudadanía y de sentar las bases para una verdadera democracia donde la gente, como mínimo, no salga a votar “emberracado” sino de manera consciente, autónoma y sensata.
Posverdad, carencia de medios y mala información: tres males que impiden democracia o la carcomen.