noviembre 13, 2025 8:58 am
El nuevo rostro de la traición

El nuevo rostro de la traición

Dos exponentes de la ultraderecha colombiana: el cuestionado expresidente Andrés Pastrana y el uribista Juan Carlos Pinzón han desplegado su artillería para intrigar ante congresistas norteamericanos y el Gobierno de EE.UU. contra el presidente Gustavo Petro y su proceso de cambio.

POR OMAR ROMERO DÍAZ /

En Colombia, la historia parece repetirse con los mismos actores, aunque cambien de máscara. Una vez más, los senadores arrodillados y vende patria de la ultraderecha han salido al escenario, fingiendo patriotismo mientras conspiran contra el Gobierno del Cambio. Usan mentiras, falacias y montajes mediáticos para confundir al pueblo, pero detrás de su falaa discurso “moralista” se esconde la ambición de mantener los privilegios de una élite que ha gobernado más de dos siglos con las manos manchadas de corrupción, sangre y sumisión extranjera.

Esta vez, los viejos intereses se reagrupan. Entre ellos aparece el senador Bernie Moreno, vinculado familiarmente con la cuestionada casa políticas de los Pastrana, quienes con constructoras y negocios inmobiliarios se apropiaron de tierras en Bogotá en nombre del “desarrollo urbano”, despojando comunidades enteras. En sus reuniones y alianzas secretas, resuena una sola consigna: impedir que el Gobierno del presidente Gustavo Petro continúe, aunque eso signifique poner de rodillas la soberanía nacional.

Y en medio de ese juego oscuro aparece Juan Carlos Pinzón, el nuevo rostro del oportunismo político. Dos veces embajador en Estados Unidos primero con Santos, luego con Duque, ahora pretende venderse como alternativa presidencial, avalado y acompañado nada menos que por Ingrid Betancourt, esa figura que solo reaparece cada cuatro años para hacer turismo político, recaudar fondos públicos y recordar al país que aún existe.

Pinzón viajó recientemente a Estados Unidos, entre el 20 y el 21 de octubre, para reunirse con el senador Bernie Moreno. Dijo que su propósito era “defender a Colombia” y “buscar apoyo internacional”. Pero la verdad es otra: fue a pedir permiso, a rendir cuentas, a reforzar la narrativa de que Colombia necesita tutela extranjera. A los pocos días de esas reuniones, Donald Trump en un acto de arrogancia imperial calificó al presidente Gustavo Petro de “narcotraficante” y “fabricante de drogas”, declaraciones que atentaron contra la dignidad del país y afectan las relaciones comerciales entre Bogotá y Washington.

¿Coincidencia? Difícil creerlo. Las palabras de Trump fueron el eco de lo que algunos traidores fueron a sembrar en Washington. Porque hay quienes prefieren ver al país sancionado, humillado o aislado antes que reconocer que el pueblo eligió un gobierno distinto. Pinzón no fue a hablar por Colombia, fue a hablar contra Colombia.

Y es ahí donde radica la verdadera tragedia nacional: no en las dificultades propias de un gobierno progresista que lucha contra décadas de desigualdad, sino en la existencia de una clase política servil, colonial, que cada vez que pierde el poder recurre al extranjero para intentar recuperarlo.

Mientras el presidente Petro impulsa una política exterior soberana, con la mirada puesta en América Latina y en la cooperación justa, los enemigos del cambio se arrodillan ante Washington y repiten el viejo discurso del miedo, el mismo que usaron para justificar la entrega de bases militares, contratos petroleros y recursos públicos a intereses foráneos.

Hoy más que nunca, el pueblo colombiano debe tener memoria. Los que hoy se presentan como “defensores de la patria” son los mismos que ayer la vendieron por migajas diplomáticas. Los que gritan “dictadura” en los corporativos medios de comunicación, son los mismos que callaron ante las masacres, las chuzadas y los “falsos positivos”. Los que se autoproclaman “salvadores” son los que buscan salvar solo su poder y sus negocios.

Colombia no necesita embajadores de la traición, necesita constructores de soberanía.

El país debe saberlo: Juan Carlos Pinzón y los senadores vende patria que lo acompañan representan el viejo orden, el de la rodilla en tierra ante el amo extranjero. Y el pueblo, que ya despertó, no permitirá que quienes se arrodillan ante Washington sigan pisoteando la dignidad nacional.

Porque la patria no se vende.

Y quien la traiciona, tarde o temprano, será juzgado por la historia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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