POR JUAN DAVID RIVERO RAILLO
En un país donde los apellidos pesan mas que los argumentos y donde la política parece medirse por el rating, no deja de ser curioso que las dos mujeres con mayor preparación académica y proyección presidencial lleven el mismo apellido: Lopez. Una, Clara, con una carrera de décadas marcada por la coherencia y el pensamiento critico; la otra, Claudia, con una hoja de vida brillante, pero una practica política que parece haber olvidado las causas que alguna vez enarbolo.
Ambas representan, en teoría, la tecnocracia ilustrada que Colombia necesita: estudios en el exterior, dominio de los asuntos públicos, experiencia en la administración del Estado. Pero si se escarba mas allá del diploma y del discurso, las diferencias entre ambas son abismales.
La formacion: dos mentes brillantes, dos caminos opuestos
Clara López Obregón es economista Magna Cum Laude de Harvard University, abogada de la Universidad de los Andes y candidata a doctora en Derecho Financiero por la Universidad de Salamanca. No hay en su hoja de vida una lineal improvisada ni un salto vacío. Su paso por la academia no fue un trampolín de prestigio, sino una forja de pensamiento: la economía como herramienta de justicia social, el derecho como instrumento para hacer efectivos los derechos colectivos.

Por su parte, Claudia Lopez Hernandez es politóloga de la Universidad Externado, magister en Administración Publica de la Universidad de Colombia y doctora en Ciencia Política de Northwestern University. Su formación, sin duda impecable, la posiciona como una de las figuras mas preparadas del espectro político colombiano. Nadie discute su inteligencia ni su rigor investigativo. El problema no esta en su cerebro, sino en la distancia entre lo que piensa, lo que dice y lo que finalmente hace.
La experiencia: cuando el poder pone a prueba la coherencia
Clara Lopez ha recorrido casi todas las orillas del Estado sin traicionar sus convicciones. Fue Contralora de Bogotá, Auditora General de la Republica, Ministra de Trabajo, Alcaldesa encargada de Bogotá, Concejal del Nuevo Liberalismo, presidenta del Polo Democrático y hoy Senadora del Pacto Histórico. Su carrera no ha dependido de los vientos políticos del momento, sino de una lineal ética y programática sostenida a lo largo de los anos. Incluso cuando se enfrento al poder, como en su negativa a ser «zar anticorrupción» durante el gobierno de Álvaro Uribe, demostró que la coherencia puede ser mas importante que el cargo.
Claudia Lopez, en cambio, llego a la Alcaldía de Bogotá con la promesa de encarnar una nueva política, pero termino siendo una administradora pragmática sin rumbo ideológico claro. En lugar de consolidar una gestión progresista, su mandato estuvo marcado por los desencuentros con los movimientos sociales, la represión de la protesta y el distanciamiento de los sectores que alguna vez la apoyaron. En su discurso hablaba de inclusión, pero en su practica gobierno desde la desconfianza y el calculo.

El talento político: una convoca, la otra divide
Clara Lopez ha demostrado que la política no tiene que ser una guerra de egos, sino un ejercicio de construcción colectiva. Tiene la capacidad —escasa en Colombia— de tender puentes entre la izquierda, el centro y los sectores democráticos. Su estilo no es el de la confrontación vacía, sino el del dialogo y la argumentación. Habla con la autoridad de quien conoce el Estado desde dentro y con la humildad de quien sabe escuchar a los de abajo.
Claudia Lopez, en cambio, parece haber convertido la política en una arena personal. Su verbo filoso, que alguna vez fue símbolo de valentía, se transformo en sinónimo de intransigencia. Donde Clara busca coincidencias, Claudia levanta trincheras. Donde una ve un país por construir, la otra ve adversarios por derrotar.
La coherencia: el factor que lo cambia todo
La diferencia fundamental entre las dos Lopez esta en una palabra que parece menor, pero define la esencia de la política: coherencia. Clara Lopez ha sido coherente entre lo que piensa, dice y hace. No se acomoda al aplauso del momento ni al oportunismo mediático. Su compromiso con los sectores populares y con las reformas sociales no depende del color del gobierno de turno, sino de una convicción profunda sobre el papel del Estado en la equidad y la justicia social.
Claudia Lopez, por el contrario, se fue alejando de los principios que la llevaron al reconocimiento publico. La luchadora contra la corrupción termino aliada con viejas estructuras políticas; la defensora del cambio termino administrando el statu quo. Y esa incongruencia no solo mina su credibilidad, sino que deja en evidencia la brecha entre la académica brillante y la política en ejercicio.

Conclusión: la López que puede hacer historia
Colombia necesita una dirigente que combine conocimiento, sensibilidad social y coherencia ética. En un país que ha padecido la improvisación, el clientelismo y el personalismo, la figura de Clara Lopez Obregón emerge como una alternativa seria y madura para liderar la continuidad del cambio social iniciado por el gobierno progresista de Gustavo Petro.
Su preparación académica la respalda, su experiencia la acredita y su coherencia la distingue. Es una mujer que, aun proveniente de una familia privilegiada, ha dedicado su vida a construir desde la empatía y el pensamiento critico. Frente a una clase política que confunde la astucia con la inteligencia, Clara Lopez representa la posibilidad de reconciliar la academia con la política, el conocimiento con la acciona y la ética con el poder.
Por eso, entre las dos Lopez que hoy suenan en el panorama político, la coherencia que a una le sobra es precisamente la que a la otra le falta.



