Por Rodrigo Borja
La idea de la unión y solidaridad entre los pueblos latinoamericanos nació al mismo tiempo que su independencia nacional. Un elemental instinto de conservación llevó a los más lúcidos líderes de su emancipación a plantearla. El ilustre político y militar venezolano Francisco de Miranda soñaba con la formación de “una grande familia de hermanos”, como lo dijo en su manifiesto de 1791. El emancipador chileno Bernardo O’Higgins (1778-1842) habló de la “gran confederación del Continente Americano”. Pero fue sin duda el Libertador Simón Bolívar quien vio con la mayor claridad que el destino de los nuevos Estados que habían surgido a la vida independiente estaba vinculado a la unión que ellos fueran capaces de forjar. En su célebre “Carta de Jamaica” de 1815, al hablar del futuro de América, expresó que “es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola Nación, con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse…”.
Esta fue la síntesis de la doctrina americanista de Bolívar. Por supuesto que él se refería a los países hispanoamericanos, cuya unión veía como indispensable para preservar su independencia respecto del poder de las metrópolis europeas, que aún no habían abandonado sus intenciones de reconquista, y de los Estados Unidos, que ya entonces estaban ocupados en integrar su territorio para formar un Estado de dimensiones continentales limitado por los dos océanos y compraron Louissiana a Francia, Florida a España y Alaska a Rusia.
Hombre de pensamiento y de acción, Bolívar fue un personaje extraordinario. La BBC de Londres, en agosto del 2011, lo calificó como “el americano más prominente del siglo XIX”, y dijo de él que “con sólo 47 años de edad peleó 472 batallas, siendo derrotado sólo seis veces. Participó en 79 grandes batallas, con el gran riesgo de morir en 25 de ellas. Liberó seis naciones (Colombia, Panamá, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Perú), cabalgó 123 000 kilómetros, más de lo navegado por Colón y Vasco da Gama, sumados. Fue Jefe de Estado de cinco naciones. Recorrió diez veces más que Aníbal, tres veces más que Napoleón y el doble que Alejandro Magno. Sus ideas de libertad fueron escritas en 92 proclamas y 2 632 cartas. Lo más increíble es que muchas de ellas fueron dictadas de forma simultánea y en diferentes idiomas a distintos secretarios. Y el ejército que comandó nunca conquistó territorios, sólo liberó pueblos”.
Con una anticipación histórica admirable, en su “Carta de Jamaica” el Libertador exclamó: “¡qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos!”