Por James Petras
Periodistas, académicos, entendidos y expertos han ignorado la complejidad del impacto del presidente Trump en la situación del imperio estadounidense.
Para evaluar apropiadamente la configuración geopolítica del poder del régimen de Trump repasaremos ante todo los avances y los reveces de las fuerzas armadas, la economía, la política y la diplomacia en América latina, la Unión Europea y Asia (incluyendo Oriente Medio).
En segundo lugar, examinaremos el marco temporal y los cambios de dirección de la actual disposición de fuerzas.
Terminaremos con una discusión sobre cómo la influencia y los resultados de la política exterior dan forma al poder político en el interior de Estados Unidos.
Antecedentes de la construcción del imperio Trump
Primero e importante, debemos tener en cuenta el hecho de que gran parte de las políticas de Trump completan y dicen mucho de las políticas de sus predecesores, concretamente los presidentes Bush y Obama.
Las guerras estadounidenses en Afganistán, Iraq, Libia y Siria fueron iniciadas por los presidentes Clinton, Bush y Obama. Los bombardeos estadounidenses en Libia y la destrucción en África con el ulterior desarraigo de millones de personas fueron inaugurados por Obama.
La expulsión de millones de inmigrantes centroamericanos y mexicanos de Estados Unidos era una práctica común antes de la llegada de Trump.
En resumen, el presidente Trump continuó, y en algunos casos agravó, las políticas socioeconómicas y militares de sus predecesores. En algunas áreas, Trump cambió radicalmente las políticas, como ha sido el caso del Acuerdo Nuclear con Irán firmado por Obama.
Los éxitos y los fracasos de las políticas de construcción imperial de Trump no pueden atribuirse exclusivamente a su régimen. No obstante, debe hacerse responsable al presidente Trump de la actual situación del imperio y de su dirección
El presidente Trump avanza en América Latina
El presidente Trump ha fortalecido y extendido las victorias imperiales en la mayor parte de América Latina. Existen regímenes satélites en Brasil, principalmente gracias al golpe judicial-legislativo que derrocó a la presidenta –elegida democráticamente– Dilma Rousseff. El gobierno títere de Michel Temer ha privatizado la economía, abrazado la autoridad de Trump y se ha alineado con él para trabajar por el derrocamiento del gobierno de Venezuela.
Del mismo modo, Trump heredó de Obama los actuales regímenes clientelares que gobiernan en Argentina (presidente Mauricio Macri), Perú (presidente Marín Vizcarra), Honduras (presidente Hernández), Paraguay (presidente Cartés), Chile (presidente Piñera), Ecuador (presidente Moreno), y la mayoría de las elites gobernantes de Centroamérica y el Caribe. Trump ha agregado a la lista los actuales esfuerzos para acabar con el régimen de Daniel Ortega.
Llegado Trump a la presidencia, Washington tuvo éxito en el cambio radical en las relaciones con Cuba y el llamado acuerdo de paz en Colombia entre las guerrillas y el régimen de Juan Manuel Santos. En julio de 2018, tuvo éxito al respaldar el acceso al poder de Iván Duque, un protegido del partido de extrema derecha de Álvaro Uribe en Colombia. El cambio total de gobiernos de centro-izquierda por medio de golpes de Estado emprendido por el presidente Obama ha sido consolidado y ampliado por Trump, con la importante excepción de México.
Trump revirtió parcialmente la apertura de relaciones con Cuba iniciada por Obama y amenaza a Venezuela con invadirla militarmente.
El imperio de Trump en América Latina es, en su mayor parte, heredado y mayormente mantenido… de momento.
Sin embargo, hay varias advertencias.
En primer lugar, el nuevo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), es probable que decida unas políticas –tanto en el ámbito internacional como en el nacional– independientes y progresistas, que renegocie el tratado NAFTA, los contratos petroleros y las disputas fronterizas.
En segundo lugar, las políticas económicas de Brasil y Argentina están sufriendo una profunda crisis y los gobiernos títeres en ejercicio son económicamente inestables, se enfrentan con una enorme oposición social y es probable que sean derrotados en las próximas elecciones.
En tercer lugar, Venezuela y Cuba han resistido con éxito las sanciones económicas y diplomáticas que se les ha impuesto.
Militarmente, el presidente Trump conserva las bases de EEUU en territorio colombiano, ha hecho entrar en la OTAN al gobierno de Bogotá y se ha asegurado operaciones militares en Argentina y Ecuador.
El mayor desafío a la construcción imperial de Trump en América Latina se da en el importantísimo entorno de la economía.
En la competición con China, Trump ha fracasado en su intento de ganar terreno en el comercio, las inversiones y los materiales no procesados.
A pesar de la subordinación política y militar a Washington de los regímenes latinoamericanos, la mayor parte de sus vínculos comerciales son con China. Además, Brasil y Argentina aumentarán su exportación de productos agrarios a China, en paralelo con los cambios en los aranceles a la exportación estadounidense. En la llamada guerra comercial, ningún país latinoamericano cliente se ha alineado con Estados Unidos. Por el contrario, todos ellos se están beneficiando con el hecho de que Washington perdiera el mercado chino y están aumentando sus exportaciones.
Está claro que Estados Unidos no ejerce “hegemonía” en las relaciones comerciales de América Latina.
Aun peor, la venta a precios bajísimos (dumping) de Trump de la Asociación Trans-Pacífico y las amenazas de retirarse del NAFTA han reducido la influencia de Washington en América Latina y Asia.
Los alardes y las demandas de dominio en América Latina que hace Trump son principalmente una consecuencia de las políticas imperiales de sus predecesores.
Como mucho, las políticas de Trump han endurecido a la extrema derecha que, sin embargo, se está debilitando política y económicamente, ha provocado la llegada de la izquierda al poder en México y hecho crecer a la oposición en Colombia, Brasil y Argentina.
En resumen: la construcción imperial del régimen de Trump mantiene una marcada influencia en América Latina pero se encuentra frente a importantes desafíos y reveses.
Trump en Asia: un paso adelante y dos hacia atrás
Gracias a la apertura diplomática hacia Corea del Norte, Washington ha adquirido prestigio pero está perdiendo la guerra comercial con la segunda gran potencia mundial: China.
Este país, ante la guerra económica iniciada por Trump, ha diversificado sus socios comerciales; de este modo, ha debilitado a las empresas clave del agronegocio de Estados Unidos.
China ha implementado aranceles para la colza, la soja en grano, el maíz, el algodón y las carnes porcina y vacuna.
Además, China se ha convertido –desplazando a Estados Unidos– en el mayor socio comercial en toda Asia.
Aunque Japón, Corea del Sur y Australia permiten la presencia de bases militares estadounidenses en su territorio, están deseando reemplazar las exportaciones de Washington a China.
Por otra parte, la multimillonaria iniciativa Cintura y Carretera (BRI, por sus siglas en inglés) de China ha logrado la asociación con 68 países asiáticos con la notable ausencia de Estados Unidos, excluido por propia voluntad.
Las sanciones económicas estadounidenses contra Irán no han conseguido arruinar la exportación de crudo del gobierno iraní, mientras sus transacciones bancarias e importaciones de bienes elaborados y productos del sector servicios son sustituidos por China, Rusia, India y la mayor parte de Asia. Todos estos países aumentarán su actividad comercial con Teherán.
En Oriente Medio y el sur de Asia, aparte de Israel y Arabia Saudita, Estados Unidos ya no podrá contar con clientes ni aliados.
Además, los saudíes rechazaron la exigencia de Trump de incrementar la producción de petróleo para bajar el precio de los combustibles que paga el consumidor estadounidense.
Israel es un “aliado leal” de Washington cuando le conviene para favorecer sus propias ventajas económicas y aspiraciones hegemónicas. Por ejemplo, Israel continúa expandiendo sus vínculos con Rusia incluso violando las sanciones económicas de Estados Unidos.
Como consecuencia del aumento de la ayuda económica y de la construcción de infraestructura, Pakistán, Myanmar y Camboya se han acercado más a China.
Resumiendo, gracias a sus bases militares en Corea del Sur, Japón y Australia, Estados Unidos continúa ejerciendo predominio militar en Asia. Sin embargo, está perdiendo influencia y presencia económica en el resto de Asia. Si la historia es algún precedente, los imperios que no tenían un cimiento económico, tarde o temprano se han derrumbado, especialmente cuando las potencias regionales emergentes son capaces de sustituirlos
La Unión Europea y el imperio de Trump: ¿socios, clientes o rivales?
La Unión Europea (UE) es el mayor mercado del mundo; aun así sigue siendo dependiente, tanto política como militarmente, de Washington.
La UE ha padecido la falta de una política exterior independiente; su subordinación a la OTAN, una alianza subsidiaria de EEUU es una de las principales razones de esa dependencia.
El presidente Trump ha aprovechado de la debilidad de la UE para desafiar sus políticas en relación con varias cuestiones estratégicas, que van desde los Acuerdo de París sobre el cambio climático y el acuerdo nuclear con Irán hasta el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel. Los aranceles de Trump a las exportaciones de la UE es la última y más provocadora medida para plantar cara y dominar el continente.
Además, la UE está cada vez más dividida por la cuestión de la inmigración, la salida del Reino Unido (Brexit), así como por la desunión económica y política entre Alemania, Italia y Polonia.
Como consecuencia de ello, el régimen de Trump ya no puede contar con una alianza potente y unida para su ambición de un imperio global.
En lugar de eso, el Estados Unidos de Trump trata de asegurarse la supremacía económica y la total dominación político-militar.
El presidente Trump exige que los países de la UE dupliquen su presupuesto militar para que el Pentágono aumente la venta de armas.
Como resultado de la falta de acuerdo y la pésima relación entre EEUU y la UE, la política imperial del presidente Trump ha adoptado la contradictoria estrategia de aumento del proteccionismo económico y el intento de acercamiento a la “enemiga” Rusia. Adoptando el eslogan nacionalista de “Fortalecer a Estados Unidos”, naturalmente “Debilitando a la UE”, se hace evidente que Trump utiliza eslóganes nacionalistas para promover sus propios objetivos imperiales.
Crecimiento nacional y deterioro imperial
Hasta hoy –mediados de 2018– Trump está montado sobre la ola del crecimiento de la economía, el comercio y el empleo nacionales.
Los críticos argumentan que esta ola es efímera y que se enfrenta con poderosas corrientes en contra. Sostienen que la guerra comercial y la caída de los mercados de China, la UE, México, Canadá y otros provocarán el deterioro de Estados Unidos.
La jugada estratégica de Trump consiste en que la guerra comercial de Estados Unidos tendrá éxito en la apertura del mercado chino y al mismo tiempo reducirá las exportaciones chinas. Trump tiene la esperanza de que la corporación multinacional con base en EEUU vuelva a poner en su sitio al país y haga que aumenten el empleo y las exportaciones. Hasta ahora, eso no es más que una ilusión.
Por otra parte, las imprevistas ganancias corporativas no se han visto acompañadas por una disminución de la desigualdad ni un aumento de los salarios.
El resultado es que Trump se enfrenta con la perspectiva real de un deterioro de las exportaciones y del apoyo popular, sobre todo de quienes han sido afectados negativamente por la caída de los mercados y los fuertes recortes en salud, educación y medioambiente.
Consecuencias políticas del “Estados Unidos primero” en el escenario corporativo
Es muy improbable que la política económica nacionalista de Trump ayude a mejorar la construcción imperial; por el contrario, la guerra comercial hará que los beneficiarios de las principales corporaciones se vuelvan contra él. Sus vínculos comerciales con la UE, Canadá y China harán que estos países se vuelvan contra Trump.
La construcción imperial se da de palos con el eslogan ‘Estados Unidos primero’. En ausencia de un imperio económico, Estados Unidos carecerá de medios para asegurar los mercados necesarios para estimular la exportación y la producción de bienes nacionales.
Conclusión
El presidente Trump se ha beneficiado –y, hasta cierto punto, ha tenido éxito– al conseguir una dominación transitoria en América Latina, la expansión de la economía nacional y la imposición de algunas exigencias a China, la UE y Canadá.
No obstante, las políticas de Trump han debilitado a sus aliados, irritado a los competidores y provocado represalias. Todo ello hace aumentar el costo de gobernar un imperio.
Trump ha fracasado a la hora de procurarse un reemplazo seguro de los mercados de la UE y China. Tampoco se ha asegurado los mercados de los clientes que le quedan en América latina. La idea de que Trump puede construir el ‘capitalismo en un país’ no es más que una quimera. Sobre todo, eso requeriría una explotación intensiva de la fuerza de trabajo estadounidense y altas tasas de inversión con el consiguiente recorte en los beneficios y los salarios. La oligarquía electoral y los medios de comunicación forzarán a Trump a batirse en retirada en la guerra comercial y rendirse ante las elites de todo el mundo.
Traducción del inglés para Rebelion.org de Carlos Riba García.