febrero 16, 2025 9:23 pm
Bolivarismo y Monroismo*

Bolivarismo y Monroismo*

Semana.com

El debate suscitado por el Presidente Duque alrededor del aporte de los padres fundadores de los Estados Unidos a la gesta libertadora refleja la disputa que surgió después de la independencia sobre cómo manejar la soberanía que quedó en manos de las élites criollas, con la derrota definitiva de la Corona Española.

El historiador Indalecio Liévano Aguirre, conocedor como pocos de las fuentes primarias, explica en un texto que lleva el título de esta columna, que el Bolivarismo como doctrina internacional de los pueblos latinoamericanos, nació mucho antes que el Monroismo y su lema de “América para los americanos,” cuando en discurso pronunciado en Santa Fe de Bogotá, el 13 de enero de 1815, el Libertador expresó: “Esta mitad del globo pertenece a quien Dios hizo nacer en su suelo.”

Dicha doctrina fue luego reiterada y desarrollada en la Carta de Jamaica y la extensa documentación en la que Bolívar perfiló una liga de repúblicas dotada de órganos supranacionales de gobierno que fueran recibiendo progresivamente delegaciones de soberanía en materia de defensa, política exterior, comercio y demás temas de interés común. Bolívar proyectaba una gran confederación hispanoamericana que pisara en el mundo con peso propio por su extensión, población y riquezas. Esa gran unión haría contrapeso al poderío que amasaba el vecino del norte y serviría de contraparte republicana a la Santa Alianza de las monarquías europeas, donde sus proyectos de liberar a los esclavos y montar una expedición para liberar a Cuba, no eran vistos con buenos ojos.

La Doctrina Monroe de 1823 tuvo otra motivación y contenido. Si bien amparaba una comunidad de intereses respecto de la advertencia de Estados Unidos a las potencias europeas de “no extender su sistema a una porción de este Hemisferio,” dicha declaración debe analizarse en clave de la máxima del “Destino Manifiesto” según la cual los Estados Unidos estaba destinado a copar la totalidad del territorio de América del Norte y a expandir su influencia política, económica y social.

De ahí que, a pesar de estar considerando un proyecto de declaración conjunta propuesta por el Ministro Canning de Inglaterra, a instancias del Canciller John Quincy Adams, el Presidente Monroe optara por expedir una declaración unilateral. La razón fue el punto quinto del proyecto de Canning que rezaba: “5. No veríamos con indiferencia que una porción de ellas (las colonias españolas), pasase al dominio de otra potencia.” Sobre el particular Adams le señala a Monroe en concepto del 7 de noviembre de 1823: “El objeto de Canning parece haber sido obtener alguna promesa pública de los Estados Unidos, aparentemente contra la intervención violenta de la Santa Alianza en España y Suramérica, pero en realidad, o en especial, contra la adquisición por los Estados Unidos de cualquier parte de las posesiones españolas en América.”

De ahí que la disputa entre el Bolivarismo y el Monroismo sea tan de fondo. Se refiere a visiones diferentes de cómo asumir la soberanía. El Congreso anfictiónico de Panamá, convocado por Bolívar para concretar la Liga de Naciones, finalmente zozobró en medio de las diferencias sobre la organización que debían adoptar las nuevas repúblicas. De una parte, se manifestaron los intereses de las élites en nacionalismos –parroquialismos vistos desde una perspectiva más amplia – muchos disfrazados de animadversión a Bolívar, pues era más fácil mantener los privilegios del régimen colonial en pequeñas repúblicas que en el esfuerzo grandioso de una gran nación continental. De otra parte, la diplomacia norteamericana jugó un papel importante, especialmente en México, sede escogida en Panamá, donde logró el cambio de posición del gobierno frente a la proyectada unión.

A fin de cuentas, los padres fundadores de los Estados Unidos fueron capaces de vencer sus parroquialismos y forjar la gran unión norteamericana. Los de Hispanoamérica permitieron la balcanización del continente para terminar en los “Estados desunidos del sur,” como los apoda Indalecio Liévano. Fueron graves las consecuencias, entre otras, para los extensos territorios mexicanos de California, Texas y Oregón, y las islas de Cuba y Puerto Rico, donde no llegó la expedición de liberación proyectada por Bolívar.

∗ Liévano Aguirre, Indalecio. Bolivarismo y Monroismo. Populibro. Editorial Revista Colombiana. Bogotá, 1969.

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