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La táctica de este juego en extremo peligroso es la que se ha puesto en marcha para obtener el cambio de régimen en Venezuela. Así lo ven los reputados profesores Francisco Rodríguez y Jeffrey Sachs en una columna publicada el domingo en el New York Times. Rodríguez es además de nacionalidad venezolana y refleja una visión de sectores menos visibles de la oposición de su país.
Entre los llamados insistentes a los militares para que desconozcan a Nicolás Maduro y la retórica de la “opción militar” que han utilizado el presidente Trump, el secretario general de la OEA y el embajador de Colombia en Washington, lo que se arriesga en Venezuela es una escalada violenta de proporciones impredecibles, ya sea producto de una guerra civil o de una intervención militar foránea. A ello debe adicionarse la utilización de los alimentos y las medicinas como herramienta de presión con la entrega de las cuentas de la estatal petrolera PDVSA al presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, la cual provee el 94% de los recursos para las importaciones de bienes, léase alimentos, medicinas y repuestos para mantener a flote la producción petrolera.
Una voz de sensatez ha llegado de la Unión Europea que desoyó el llamado de su Parlamento y optó por reemplazar el ultimátum de ocho días, por un espacio de “90 días para lograr un resultado positivo,” mediante la creación de un grupo de contacto compuesto por países europeos y latinoamericanos. Dos países de América Latina, México y Uruguay, han venido reclamando el diálogo para evitar un desenlace violento a la crisis venezolana. Las dos iniciativas han desembocado en la convocatoria por parte de Uruguay y la Unión Europea de una reunión a nivel ministerial en Montevideo para el 7 de febrero.
Su planteamiento exige que haya diálogo hacia una salida democrática que garantice elecciones libres y justas, como lo reclaman la UE, la oposición, los Estados Unidos y el Grupo de Lima. Para ello sugieren tres pasos y un horizonte de tiempo de uno o dos años: i) que los recursos de PDVSA se destinen a la importación de alimentos, medicinas y los requerimientos de la producción petrolera; ii) que ambas partes convengan la conformación de un gobierno provisional con el mandato de reorganizar el sistema electoral, celebrar elecciones y estabilizar y recuperar la económica y iii) que dirigentes del gobierno actual participen en el gobierno provisional, por ejemplo, reteniendo el control de la defensa nacional, sin injerencia en materia económica y electoral.
Concluyen con un buen consejo geopolítico: “El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y la comunidad internacional deben apoyar los esfuerzos de estabilización y aceptar que las elecciones se celebren una vez se ponga control a la hiperinflación, se hayan reformado las instituciones electorales y se registren condiciones sociales y políticas apropiadas.”
Ojalá el diálogo hacia la negociación de una salida democrática y pacífica se abra paso en Montevideo a partir del 7 de febrero. El juego de “chicken” debe ceder a la sensatez.