Por Juan Fernando Cristo
“De un día para otro, el partido terminó apoyando a los feroces opositores de políticas liberales.”
La política en Colombia cambia a pasos acelerados, y los partidos siguen en su propia burbuja ignorando la realidad, sin afrontar su crisis. Esa es una mala noticia para la democracia y su gobernabilidad.
La mayor participación de los jóvenes, la influencia de las redes sociales y el acuerdo de paz, que permitió la desaparición de las Farc, produjeron una transformación de la realidad política que se expresó con contundencia en las elecciones presidenciales y se confirmó en la consulta anticorrupción.
En ese escenario, el Partido Liberal tenía una enorme oportunidad que dilapidó de manera ligera e irresponsable por no saber interpretar el momento o por temor al cambio. En las últimas elecciones presidenciales, el liberalismo, con su extraordinario candidato, Humberto de la Calle, a la cabeza, tuvo la oportunidad de ser el eje central de una gran coalición de fuerzas políticas de centroizquierda que defendieran una agenda liberal que pasa por la implementación de los acuerdos de paz y la defensa de las libertades y derechos en Colombia. Lamentablemente, por equivocaciones de unos pocos y cobardía de muchos, no se logró consolidar esa concertación y se abrió el camino a un gobierno de derecha, muy distante de los principios liberales.
“El Partido Liberal tenía una enorme oportunidad que dilapidó de manera ligera e irresponsable por no saber interpretar el momento o por temor al cambio.”
Por eso generó el rechazo de muchos la decisión apresurada y sin ningún acuerdo programático de respaldar la candidatura del Centro Democrático. Basta recordar que el liberalismo logró recuperar su identidad ideológica durante los ocho años de gobierno de Álvaro Uribe, porque mantuvo una actitud erguida y firme en defensa del Estado social de derecho que impidió la reelección indefinida en Colombia.
Posteriormente, en el gobierno de Santos consolidó esa identidad al suscribir un acuerdo programático que permitió la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, la política de primer empleo, la búsqueda de una solución negociada del conflicto y la reorientación de la política exterior colombiana para abrirla al mundo. El partido se convirtió así en el gran soporte ideológico de un gobierno con talante democrático y reformista.
Todo se echó por la borda un día después de la primera vuelta presidencial, cuando, con la excusa del miedo a Petro, decidieron virar hacia la derecha y poner en riesgo el acuerdo de paz, teniendo la opción digna de votar en blanco. De un día para otro, el partido que soportó ideológicamente el gobierno Santos terminó apoyando a los feroces opositores de esas políticas liberales.
Es cierto que la política es dinámica y requiere cierta dosis de pragmatismo, pero no tanto. El lugar del partido debió ser la oposición. Una oposición razonada y seria a las políticas del nuevo gobierno, no a la persona del Presidente. Una oposición distinta de la que hemos visto en los últimos años en Colombia. Se perdió esa oportunidad de defender principios liberales. Solo en los últimos 20 días, el Gobierno anunció IVA a la canasta familiar, fumigación con glifosato, fracking, penalización de la dosis mínima, estigmatización de la protesta social y acabar la restitución de tierras. Todas, propuestas legitimas del gobernante que triunfó con esas ideas, pero distantes del liberalismo. Y en estas tres semanas no se escuchó la voz del partido cuestionando su conveniencia.
Por estas razones, y ante la imposibilidad de defender esas ideas dentro del partido por la ausencia total de debate y la negativa a convocar un congreso extraordinario, con un numeroso grupo de jóvenes liberales, víctimas, organizaciones sociales, exministros, académicos y líderes de base, tomamos la decisión de salir del partido y trabajar en la creación de un movimiento ciudadano, independiente, profundamente liberal, con el que recorreremos los caminos de Colombia para defender los principios liberales que el partido, de manera triste y oportunista, abandonó.
JUAN FERNANDO CRISTO