Por Eduardo Sarmiento Palacio
La economía lleva cuatro años estancada. En el primer trimestre crecerá cerca de 2 % y en el año completo no avanzará mucho más. Queda claro que el mal funcionamiento de la economía no está en la variación coyuntural del precio del petróleo sino en el marco estructural de la economía. La excesiva dependencia del petróleo lleva a crecimientos por debajo de 3 %. Las altas necesidades de capital ocasionadas por la inversión petrolera y la baja demanda por el desbalance macroeconómico dan lugar a un bajo crecimiento.
En las teorías adelantadas en los últimos cien años se encuentra que el crecimiento del producto es determinado por la expansión de los factores y por el mejoramiento y aprovechamiento de los existentes. Durante mucho tiempo se dio por cierto que el primer elemento decae y se elimina por la alta sustitución del mercado, y el segundo aumenta por la innovación, las ventajas comparativas del comercio internacional y la aparición de nuevas ideas. La información histórica de los últimos veinticinco años dice algo muy distinto. El mejoramiento de las condiciones existentes no contribuye ni en 0,7 % al crecimiento de los países de América Latina. El mayor margen de maniobra está en el primer componente, pero no de cualquier manera. Cuando la expansión del capital se realiza en combinación con la educación, el entrenamiento y el aprendizaje en el oficio y se aplica a actividades industriales y agrícolas de alta productividad, su contribución al crecimiento puede ser superior a 3,5 %.
Luego de reconocer que la economía se encuentra en un estado de crecimiento muy inferior a la tendencia histórica, el Consejo de Competitividad propuso un consenso para elevar el segundo término. Se considera que la falla del sistema económico está en la mala utilización del capital y el empleo existente, y plantea una estrategia para elevar la actividad productiva mediante la innovación, el intercambio comercial y acciones administrativas. En el fondo se trata de hacer mejor lo que se hace actualmente con los estímulos del mercado.
El diagnóstico es incorrecto. El bajo crecimiento obedece a una estructura productiva dominada por la minería, los servicios y la deficiencia de la demanda. El predominio de la minería genera una gran inestabilidad. En las épocas de altos precios causa devaluación, inflación y alza de las tasas de interés, tanto que en las épocas de bajos precios genera revaluación que induce la industria a la agricultura. Por lo demás, significa inversiones de baja productividad del capital y escasa generación de empleo. Lo más grave es que en conjunto dan lugar a un crecimiento del salario por debajo del producto nacional per cápita.
La solución al estancamiento de la economía no está en mantener ni profundizar la estructura existente, que resulta de los desaciertos de la apertura comercial y los TLC, la selección de los sectores líderes y el manejo de la demanda. A la luz de la nueva teoría que emerge del incumplimiento de las visiones convencionales, el mayor margen para recuperar el crecimiento se encuentra en la ampliación de los factores y los sectores. Hay que elevar el ahorro del capital, cambiar la estructura productiva en favor de la industria y aplicar una política fiscal y monetaria que asegure la igualdad entre el ingreso nacional y el gasto.
El consejo de competitividad, que surgió en reemplazo de la política industrial, está comprometido desde su iniciación en facilitar el funcionamiento del mercado. Su alcance es limitado y su función está más determinada por factores doctrinarios que científicos. En su lugar, se requiere un marco institucional que le dé cabida al Estado en la forma de la promoción de los sectores líderes, política industrial, protección externa y coordinación fiscal y monetaria.