Por Atilio A. Boron
Fundamental, en tiempos como los actuales, indagar sobre los logros y los fracasos de la Revolución Rusa. Sólo podremos crear una sociedad mejor, es decir, poscapitalista, si tomamos conciencia de nuestros errores y comprobamos cuáles fueron nuestros aciertos. Una pequeña contribución se encuentra en el trabajo que escribí para Cuadernos Marxistas, del cual extraje el siguiente párrafo:
“Todas las luchas coloniales, de los negros, de las mujeres, de las minorías y, por supuesto, de los obreros y a favor de la democracia tuvieron su fuente de inspiración en la Revolución Rusa. La extensión del sufragio en Europa de la posguerra no hubiera ocurrido de no haber mediado la toma del Palacio de Invierno y la instauración del gobierno de los soviets. Es decir que la misma democracia burguesa recibió un impulso decisivo desde la lejana Rusia. Además, el genio político de Lenin permitió romper las artificiales barreras que separaban las luchas de los negros y los blancos; de los europeos y de las “naciones agrarias” y los asiáticos. En suma: el revolucionario ruso convirtió a todas las luchas particulares en una sola gran lucha universal por la construcción de una nueva sociedad. Incluso puede decirse, con pruebas en la mano, que el proceso de “desegregación racial” en Estados Unidos fue decisivamente influenciado por la sola existencia de la Unión Soviética. La Corte Suprema de Estados Unidos que había reiteradamente sancionado la legalidad de la segregación en las escuelas públicas de ese país hasta 1952 cambió de parecer ese año tras recibir diversos informes que la exhortaban a ello porque, decían, el sostenimiento de la segregación de niños negros y blancos en las escuelas públicas alimentaba la campaña comunista de la URSS y desalentaba a los amigos de Estados Unidos”.
(Atilio A. Boron: “La Revolución Rusa: Logros, derrotas, fracasos. Algunas lecciones para América Latina”, en Cuadernos Marxistas, Nov. 2017, Nº 13.)