Por Aura Lucía Mera
No sé qué camino tomar. Siento como si un lazo me apretara la mente y cada punta tirara para su lado con fuerza, a ver cuál es la más fuerte. Ambas jalan por igual y estiran y estiran… No sé si esta imagen sea la más válida, pero no tengo otra forma de expresarlo. Tampoco sé cuál ganará al final.
Se trata de las próximas elecciones. Tengo dos candidatos que me encantan, pero también me decepcionan. Creo honestamente, y sin entrar en peleas partidistas ni en contiendas personales, que son los más idóneos para tomar las riendas de ese país sumido entre la polarización, el populismo y la desorientación profunda, fruto de manipulaciones, agresiones, mentiras, encuestas amañadas y cero transparencia en el momento histórico más importante de Colombia.
Me refiero a los candidatos Germán Vargas Lleras y Humberto de la Calle. Dos hombres fogueados en las arenas movedizas de la política nuestra, impredecible. Dos hombres que conocen a fondo los problemas, las posibles soluciones, apartados del populismo y con talla de estadistas.
Vargas Lleras: Sí. Muchas veces rudo, autoritario. No se deja manosear fácilmente. Da coscorrones. Grita. Fuma. Se apasiona. Es un líder nato que conoce el país como la palma de su mano y sobre todo ejecuta. No sé si podrá cumplir todas las propuestas que ha planteado. Eso no lo sabe nadie. Y además ningún presidente, desde que tengo uso de razón, las ha cumplido. Es imposible. Colombia es un rompecabezas con muchísimas piezas rotas y perdidas. Nadie lo puede armar en cuatro años. Además, no lo dejarán los demás grupos políticos, que a su turno ofrecen lo mismo con diferentes palabras.
Todas las campañas políticas se basan en promesas y mentiras. Como los culebreros del Parque Santander que ofrecen sangre de gallinazo para curar la sífilis, la gonorrea, el cáncer, el reumatismo, la tos ferina, el asma y la jaqueca. Como los magos en las tarimas sacando conejos del sombrero. Eso lo sabemos desde el origen. Como sabemos que los católicos llevamos pegados de nacimiento el pecado original.
Me aterra su fórmula vicepresidencial o coequipero, como dicen ahora. Me paraliza cuando pienso que si algo grave le sucede en materia de salud, quedaríamos al mando del “sargento” Pinzón. Lo siento. No es nada personal, pero me horroriza pensarlo. Un hombre elemental, básico, sin experiencia, que ve las cosas en blanco y negro. Firrrrr debe ser su palabra favorita. Sin matices, ni cultura, ni experiencia. Esto me detiene.
Humberto de la Calle. Estadista. Culto. De convicciones firmes. Con experiencia en conflictos. Mesurado. Inteligente. Capta todos los matices de nuestra variopinta geografía. Conoce la letra menuda de los conflictos. Logró un Acuerdo de Paz con la guerrilla más antigua de América. Tiene visión de futuro y no se agarra de sus ambiciones personales. Tiene sentido de patria y no revancha. Una hoja de vida limpia. Una conciencia limpia. No manipulable. Sería un excelente mandatario. No conoce el populismo. Colombia sabría que un timonel experimentado llevaría la nave a buen puerto en medio de los más oscuros temporales. Me encanta. Lo mismo que Clara López, su coequipera. Una mujer que conoce a fondo el país y sus problemas.
Me paraliza su “jefe”: César Gaviria. Elegido a dedo por un niñato en un cementerio, al calor de las emociones producidas por el magnicidio. Un “cantamañanas”. Soberbio. Vanidoso. Difuso. Poco confiable. Culpable de que De la Calle no esté punteando encuestas como debería ser. Arrogante y sinuoso. Por dignidad se debería haber retirado de la política hace años. No sé por qué me recuerda a Boogie el Aceitoso. Por lo aceitoso debe ser. No conoce la palabra lealtad. La historia le cobrará haber hecho trizas por vanidad lo que quedaba del Partido Liberal.
En esas estoy… Jamás votaría por Duque, ni Petro. Fajardo me gusta, pero no comparto ideas de muchos jovencitos “verdes”. Están muy verdes y no tienen idea de dónde están parados. Lo siento por Fajardo… con más independencia podría ser un buen presidente. Todavía le falta. Sobre todo a su equipo. No veo a Claudia López gobernando el país. No está preparada todavía. La admiro, pero no me convence.
P.D. Después de esta “confesión de corazón”, les contaré cuando me decida qué extremo de la cuerda que me jala fue más fuerte. Por hoy, sigo confundida.
El Espectador, Bogotá.