Por Rafael Ballén
En perspectiva del proceso electoral de 2018, conviene mirar al Polo Democrático Alternativo, aunque sea de manera breve y esquemática, en tres etapas o fases: definición del Polo-Moir, Candidatura del Polo, Candidatura Única de la las izquierdas.
Primera etapa: definición del Polo-Moir
Ante el hecho cierto de que el sector que encabeza el senador Robledo no tiene la mayoría calificada para convocar un Congreso Extraordinario para imponer su candidatura, invita a una negociación, en la que incluye una escisión amistosa, para que cada una de las dos partes se quede con un pedazo del Polo. En esta hipótesis no hay nada que negociar.
El Polo se convierte en patrimonio de la sociedad colombiana, porque, aunque es demasiado joven, recoge en su ideario un acumulado de cien años de luchas políticas y sociales, en las que muchos líderes y militantes han dejado su vida. Por eso, este joven partido no debe feriarse, ni dividirse ni entregarse al capricho de una persona, por más importante que esta sea. Si el senador Robledo desea promover su candidatura presidencial prescindiendo del Polo y de las distintas expresiones de las izquierdas, está en todo su derecho. Entonces, que se retire del Polo, que renuncie a la curul de senador y emprenda su camino, por firmas o aliándose con otros partidos. Ese es su problema, no el del Polo.
Lo único que tiene que hacer el Polo-Paz, en sus distintas tendencias, es insistir en la convocatoria del V Congreso. Si al sector del senador Robledo le interesa quedarse en el Polo y participar en el V Congreso, será para cumplir a plenitud con los ideales y los Estatutos del Partido. Aunque esto, por supuesto, tampoco es negociable, el Polo-Paz debe dejarle claro al Moir varias cosas: ir a elecciones para escoger delegados al V Congreso en listas separadas; comprometerse con el cumplimiento, ejecución y desarrollo del Acuerdo de Paz con las Farc, y apoyar el proceso con el Eln; permitir la escogencia del candidato presidencial del Polo por mayoría, y facultar a ese candidato a adelantar coaliciones con todos los partidos y movimientos políticos de izquierda, incluso con el que provenga de las Farc, con miras a las elecciones de 2018.
Segunda etapa: candidatura del Polo
En la hipótesis de que el sector del senador Robledo acepte continuar en el Polo e ir al V Congreso, una lista Nacional encabezada por Clara López, con el apoyo de Vamos por los Derechos y todas las tendencia de Polo-Paz obtendrá entre el 70 y 80 por ciento de los sufragios. Si el sector del Moir se retira del Polo, nuestro Partido, de todas maneras convocará el V Congreso para ratificar el apoyo a los Acuerdo de Paz con las Farc y el proceso con el Eln, y para escoger candidato a la presidencia de la República en 2018.
En cualquiera de las dos hipótesis, quien resulte proclamado, en su condición de Candidato Oficial del Polo, debe convertirse en el núcleo de un Frente Amplio para lograr acuerdos con todos los partidos políticos de centro-izquierda, incluyendo el que surja de las Farc y del Eln, con el propósito de tener unas listas unificadas para Senado y Cámara y Candidato Único de las izquierdas en 2018.
Si no se logra candidato único en el proceso de negociación con los partidos y movimientos de izquierda, se deben acordar unas reglas de juego para ir a una consulta interpartidista para establecer quién tiene la mayoría. Igual, esa consulta la ganará el Polo-Paz en cabeza de Clara López o de Iván Cepeda. Sin descartar una candidatura de Cepeda, las circunstancias señalan que es el momento de Clara López, por reunir muchas condiciones: su origen liberal de izquierda, su conocimiento del Estado, su reconocimiento por parte de la opinión pública, como fruto de más 40 años de accionar político de manera coherente, no despierta ninguna resistencia en las izquierdas, ni temor en las élites del establecimiento.
Tercera etapa: candidatura unificada de las izquierdas
Si el proceso señalado en el párrafo inmediatamente anterior tiene éxito, habrá posibilidad de ir a la primera vuelta presidencial con candidato único en cabeza de Clara López, y de pasar a la segunda vuelta. ¿Por qué? Elemental: las élites del establecimiento irán a la primera vuelta, al menos con no menos de cuatro candidatos: Conservador, Partido de la U, Liberal, Centro Democrático y Cambio Radial.
Si no se pasa a segunda vuelta, bien sea con toda la izquierda unificada o solo el Polo, se tendrá el poder de negociar (entre la 1ª y 2ª vueltas) con el sector del establecimiento que garantice el desarrollo, ejecución y cumplimiento de los Acuerdos de Paz con las Farc, y acuerdos concretos en lo ideológico, programático y político-administrativo, con el gobierno que haya de iniciarse el 7 de agosto de 2018.
No conviene una Coalición para intentar ganar en la primera vuelta
Se escucha y se intuye, que ante el riesgo de que pasen a segunda vuelta dos candidatos de extrema derecha, (Conservatismo-Centro Democrático; Cambio Radical-Conservatismo; Centro Democrático-Cambio Radical), lo mejor es lograr una Coalición de centro izquierda para “barrer” en la primera vuelta. Esta es una opción que no le conviene a los movimientos de izquierda, alternativos o progresistas, por muchos motivos:
En primer lugar, hay en el mundo una corriente generalizada de inconformidad, de enojo, de molestia, de hostilidad, de rabia y de rechazo a lo establecido, a los partidos que están gobernando. Desde Londres, Madrid, Barcelona, Atenas hasta Estados Unidos y Latinoamérica. El Brexit en Inglaterra, Trump en Estados Unidos y el No en Colombia, son expresiones de esa rabia. En ninguno de los tres casos no todos los votos fueron a favor de los que ganaron, sino en contra del statu quo. Si el candidato demócrata hubiera sido Sanders le habría ganado a Trump, porque era la expresión de un rumbo nuevo.
En segundo lugar, las izquierdas, los movimientos sociales y políticos alternativos y progresistas son los llamados a encabezar esa inconformidad, esa molestia, ese enojo, esa rabia del pueblo contra los que han gobernado y gobiernan actualmente. Sería catastrófico, que las izquierdas tuvieran la misión de contener esa rabia del pueblo, y llamaran a los inconformes e indignados de Colombia a respaldar a quienes hoy están en la dirección del Estado y representan doscientos años de exclusión, represión y exterminio de las individualidades y colectivos más valiosos de nuestro pueblo.
En tercer lugar, si las izquierdas no toman la iniciativa de canalizar esa inconformidad contra el statu quo –¡qué paradoja!–, lo hará la extrema derecha con todas las herramientas, argucias, falacias, mentiras y embustes. Sin ninguna dificultad lo podrán hacer Uribe, Martha Lucía Ramírez y Ordoñez. ¡Qué tal ellos atacando a un gobierno neoliberal de Santos y las izquierdas defendiéndolo! En su momento apoyamos a Santos para salvar las negociaciones de La Habana. Ahora, los Acuerdos necesitan el apoyo de unas izquierdas unificadas y sólidas para desarrollar, ejecutar y hacer realidad lo acordado.
En cuarto lugar, el pragmatismo de la izquierda no la debe llevar a ponerse a la zaga de los partidos de centro-derecha, sino que debe ir a la vanguardia y jalonar para este lado a los menos conservadores y ultramontanos –como el liberalismo y el partido de la U– de los partidos que han gobernado y están gobernando.
En quinto lugar, a los sectores de izquierda, alternativos y progresistas les queda muy difícil explicarle a los inconformes e indignados de Colombia, que entre dos males debemos escoger el menos grave. Esto es válido para una segunda vuelta pero no para la primera. Para eso se hizo la segunda vuelta.
Finalmente, las izquierdas no deben perder esta oportunidad, que es única en los doscientos años de Historia política. El momento que vivimos es inédito[1].
El lenguaje y el problema del conocimiento[2] o el poder de las palabras
Se debe hablar de Gobierno de Coalición o de Convergencia Democrática por la paz y no de gobierno de “transición”, porque este concepto asusta a la extrema derecha y le pone en sus manos herramientas para destruirnos desde el comienzo. Igual, debe hablarse de cumplir, desarrollar, ejecutar o hacer realidad los Acuerdos de Paz con las Farc y no de “implementar”, porque este es un verbo que se usa después de.
[1] Estas notas son la supersíntesis de mi pequeño libro Carta sin sobre a los Inconformes de Colombia (Ediciones desde abajo, 2016), adicionado con las observaciones de la coyuntura extrema.
[2] Lo trató Platón (siglo IV a. n.e.) y lo desarrolló Noam Chomsky al finalizar el siglo XX.