Por Aída Avella Esquivel
Naciones Unidas, que le ha dado énfasis especial en los últimos decenios a la lucha contra la violencia hacia las mujeres y niñas, señala que esta es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras del mundo. Señala además, que es una forma de discriminación extrema. El Secretario General, Antonio Guterres, en recientes declaraciones, enfatizó que a menudo son consecuencia de actitudes patriarcales y de las normas sociales que estas conllevan.
Afirma la ONU que la violencia contra la mujer se aumenta en los conflictos armados. Las mujeres muchas veces quedan a cargo de sus hijos, cuando sus maridos mueren o se alistan en las guerras. Ellas son víctimas de desplazamientos, estigmatizaciones. Y millones han tenido que abandonar sus países, para vivir en campos de refugiados en condiciones muy precarias, que aumentan sus sufrimientos.
En Colombia tenemos legislación punitiva en contra del maltrato a la mujer y los niños, gracias al esfuerzo e iniciativa de mujeres como Gloria Inés Ramírez y organizaciones defensoras de derechos humanos, pero nada es suficiente ante semejante fenómeno mundial. El feminicidio tenemos que erradicarlo.
Uno de los más recientes informes de Medicina Legal en cabeza de su director el doctor Eduardo Valdés, señala que en 2015, fueron asesinadas 1.007 mujeres y se recibieron 16.000 denuncias de violencia sexual. El 62% de casos de violencia sexual denunciados ocurrieron a niñas entre 5 y 10 años. Datos que horrorizan. Esta cifra crece si se incluyen las 1.538 denuncias que involucran a bebés entre 0 y 4 años. Serían en total, entre los 0 y los 10 años, el 72,8% de los casos de violencia sexual. Los derechos de los niños prevalecen sobre los demás, hay que actuar.
El feminicidio aumentó 22%, al pasar de 100 muertes, en 2015, a 122 muertes, en 2016. Antioquia es el departamento que más preocupa, pasaron de 16 feminicidios en 2015 a 20 feminicidio en 2016. Le sigue Bogotá, con 17 casos, frente a 12 del año anterior, y Santander, que registró 13 casos cuando el año anterior había registrado 11. Van en ascenso y esto no puede dejar indiferente a nadie.
El Estado, desde el presidente, gobernadores, alcaldes, jueces de altas cortes, Fiscalía General de la Nación, al igual que la Defensoría del Pueblo, Procuraduría, y todas las oficinas públicas, deben ocuparse del tema. Pero un papel fundamental le corresponde al sector educativo desde la formación del ciclo inicial y todos los niveles de la educación en las escuelas públicas y privadas.
Pero los ciudadanos tenemos el deber de actuar ante cualquier acto de violencia en nuestros barrios. Se debe evitar el asesinado de mujeres a manos de sus parejas por considerar que pueden violentarlas por llevar una manutención a ese hogar. Muchas veces vemos sufrir en silencio a mujeres de nuestro entorno que no se atreven a denunciar por evitar retaliaciones mayores de parte del maltratador. En todos los estratos, los gritos, los insultos y los golpes, hacia las mujeres se han vuelto una constante y en algunas oportunidades, solo basta una palabra o una llamada a las autoridades, para evitar tragedias.
No olvidemos que la denuncia y la presión de la ciudadanía pudo evitar la impunidad en el caso del abuso, secuestro, violación y asesinato de la niña de 7 años, Yuliana Samboní, a manos del criminal Rafael Uribe Noguera, un arquitecto de familia prestante e influyente, que fue condenado a 58 años de prisión. Esa presión ciudadana evitó que se movieran las influencias de una “familia de bien” con mucho dinero y se archivara la investigación y el juzgamiento, poniendo en riesgo a la sociedad entera.
Entonces el compromiso es de todos, pero fundamentalmente de quienes tienen el poder del Estado. Erradicar el machismo no es un discurso mamerto de “castrochavistas” como se le escuchó a un furioso uribista, es cuestión de sentido común. Si todos entendemos que la violencia no puede ser la regla en nuestra sociedad, avanzaremos para construir un país diferente donde los niños, y sus madres sean los más respetados.
@AidaAvellaE
Semanario Voz, Bogotá.