Por Alicia Castro
El Departamento de Estado de los Estados Unidos anunció la visita del Secretario Rex Tillerson a países de America Latina. Según el Comunicado de Prensa, el jefe de la diplomacia estadounidense “se comprometerá con sus ‘socios regionales’ para promover un hemisferio seguro, próspero, democrático y con seguridad energética”.
Su gira comenzará en Austin, Texas, en cuya Universidad el Secretario Tillerson explicará los lineamientos y prioridades de los Estados Unidos para el hemisferio occidental. Seguirá por Mexico donde se reunirá con el presidente Peña Nieto para discutir una serie de asuntos bilaterales, regionales y globales. El sábado 3 de febrero viajará a Bariloche donde “tratará una serie de cuestiones y prácticas de conservación” en el Parque Nacional Nahuel Huapi. Después viajará a Buenos Aires a encontrarse con el presidente Macri y el Canciller Faurie para tratar “nuestra común agenda bilateral para el desarrollo y la cooperación en seguridad”. En Lima entre los días 5 y 6 se reunirá con el Presidente Kuczynski para tratar su alianza bilateral y regional y la preparación de la próxima Cumbre de las Americas.
Viajará a Bogotá el día 6 donde se reunirá con el presidente Santos para discutir asuntos de importancia, tales como el apoyo de EEUU a los esfuerzos de Colombia para evitar el resurgimiento de plantaciones de coca para la producción de cocaína, cuestiones económicas y de refugiados. Terminará su viaje en Jamaica, reuniéndose con el primer ministro Holness para tratar reformas en materia económica.
El comunicado oficial destaca, además, que “durante su viaje el Secretario Tillerson abogará para aumentar la atención regional a la crisis en Venezuela”. En algunos medios locales se traduce “aumentar la presión”.
Es decir, se trata de un road show de la máxima autoridad de la diplomacia estadounidense para erosionar al gobierno de Nicolas Maduro.
El itinerario, que comienza en Texas y llega a la Patagonia, dibuja con preciosismo geográfico el concepto de “América para los Americanos”, aunque quienes rechazamos las hegemonías preferimos ver una frontera trazada al sur del Rio Grande.
¿Cómo puede explicarse esta indisimulada —desfachatada— injerencia de los Estados Unidos en asuntos internos de nuestra región? ¿Qué experto en materia medioambiental podría aconsejar que baje a darnos lecciones de conservacionismo en nuestros Parques Nacionales el representante del gobierno que se ha negado a firmar los Acuerdos de Tokio y de Paris? ¿Quién puede considerar deseable tener como aliado principal en materia de Defensa y Seguridad al Gobierno de los Estados Unidos que ha intervenido sistemáticamente en Latinomerica para apoyar golpes militares y civiles contra gobiernos democráticos?
Bastaría con recordar las lecciones que la Escuela de las Américas impartía a los militares genocidas del Plan Cóndor, la ayuda que el gobierno de Estados Unidos prestó a Margaret Thatcher en el conflicto armado de Malvinas, el espionaje global al que nos someten actualmente los organismos de inteligencia, para ser reticentes. Los adalides de la democracia y los derechos humanos acaban de informar que mantendrán abierto su campo de concentración en America Latina, el ominoso Guantánamo, donde la mayoría de detenidos son sujetos a torturas, sin juicio ni cargos.
Para explicarnos estas cuestiones debemos remontarnos al siglo XIX, cuando EE.UU. concibió su teoría del “Destino Manifiesto”, la creencia de una “misión para promover y defender la democracia” a lo largo y ancho del mundo.
Esta misión —que habría sido asignada por la Providencia— incluye la tarea de extender sus valores e instituciones, y combatir a todos aquellos que se contraponen.
Los predicadores de las virtudes del american way of life han justificado las más diversas cruzadas, invasiones e intervenciones militares y sirven principalmente al complejo industrial-militar, los vendedores y traficantes de armas que se han visto beneficiados junto con la próspera industria de la reconstrucción. Todo Medio Oriente está siendo devastado por las intervenciones militares de los Estados Unidos de America. Cientos de miles de civiles han perdido la vida y las condiciones de esos países —Iraq, Afganistán, Libia, Siria, Yemen— han empeorado drásticamente. Los países miembros de la OTAN, aliados europeos en sus aventuras guerreras, exponen diariamente a sus ciudadanos a las sangrientas venganzas del terrorismo, que pueden explotar en cualquier momento en un subte o en una discoteca.
Y ahora vuelven a mirar al patrio trasero. La doctrina Monroe de “America para los americanos” se completó con el “corolario” del presidente Roosevelt, quien postulaba que “los desórdenes internos de las repúblicas latinoamericanas constituían un problema para el funcionamiento de las compañías comerciales estadounidenses establecidas en dichos países; en consecuencia, los Estados Unidos debían atribuirse la potestad de establecer el orden en los asuntos internos presionando a los caudillos locales con las ventajas de contar con el apoyo político y económico de Washington; y finalmente recurrir a la intervención armada —el gran garrote— de no obtener resultados favorables”. Esta expresión del presidente Roosevelt fue tomada de un proverbio africano “Habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos” (Speak softly and carry a big stick, you will go far.)
Y así llegará Rex Tillerson a la Argentina, trayendo limones para Macri y el garrote para Maduro. En pleno siglo XXI.
No es la primera vez que Tillerson viene a la Argentina. En 2016 visitó como CEO de Exxon al presidente Macri y entonces dialogaron con el ministro Aranguren de igual a igual, de Exxon a Shell.
Pero ahora llega por la revancha política. Es en esta tierra donde, hace poco mas de una década, bajo el gobierno de Nestor Kirchner, Estados Unidos sufrió la más grande derrota estratégica después de Vietnam: el rechazo al ALCA propinado por pueblos y gobiernos que repudiamos la gobernancia política y económica de los Estados Unidos, mientras estaba en construcción un poderoso bloque regional (CELAC) conformado por los 33 países de America Latina y el Caribe capaces de lograr, con unidad y determinación, la tan ansiada soberanía política e independencia económica.
La República Bolivariana de Venezuela encabezó esa gesta con Chavez y dispuso todos los esfuerzos necesarios a nivel económico, político, geopolítico. Las novedades que presentó Venezuela al continente en la búsqueda del socialismo del siglo XXI, el rechazo al sistema capitalista, una nueva institucionalidad participativa y protagónica, una revolución en democracia, pusieron a Caracas en la mira de Washington. Chavez sufrió un golpe de estado en 2002, apoyado por los Estados Unidos. Es interesante ver uno de los documentos filtrados por Edward Snowden que revela la Lista de Objetivos y Prioridades Estratégicas 2007 de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA). Esa lista marca a seis países como “objetivos permanentes” y destaca las respectivas Misiones: China, Corea del Norte, Irak, Iran, Rusia y Venezuela. Se puede leer en el punto F-” Mission: Venezuela- Establecer responsables políticos para impedir que Venezuela alcance un liderazgo regional y aplique políticas que afecten negativamente los objetivos globales de US. Evitar que crezca la influencia y liderazgo de Venezuela en áreas política, ideológica, energética.” (*)
Después de la trágica y temprana muerte de Chavez, volvió con más fuerza la andanada golpista a través de diferentes acciones desestabilizadoras que, desde entonces hasta ahora, no han cesado. Estados Unidos llegó a declarar a Venezuela, durante el gobierno de Obama, como “una amenaza inusual y extraordinaria”. Donald Trump fue aun más lejos y en agosto pasado expresó que “no descartaba una intervención militar”. Mientras tanto, apoyaron a la oposición en sus intentos de golpe y financiaron a través de distintas ONGs una formidable campaña mediática mundial contra Venezuela. La violencia desatada por la oposición —que incluyó el linchamiento y asesinato de ciudadanos quemados vivos “por ser chavistas”— era presentada por los medios masivos como desmanes del gobierno. Maduro logró controlar la violencia redoblando la participación popular a través de un nuevo proceso de Asamblea Constituyente; la oposición, en cambio, dividida en facciones, se desprestigió con las acciones de violencia callejera que se hicieron insoportables para todos.
Actualmente Venezuela sufre un bloqueo económico que produce un grave desabastecimiento de alimentos y medicamentos. La inflación desatada por la especulación es galopante. Sin embargo, las ilusiones de Washington de sofocar a Maduro para que perdiera apoyo no se concretaron. Podrá opinarse que el gobierno de Venezuela debería atender mejor su crisis económica tomando medidas urgentes como suspender el subsidio al combustible, promover y ordenar un aparato productivo que sustituya las importaciones; pero no podrá decirse que no tiene apoyo popular y goza, a pesar de las privaciones, de la confianza de su pueblo. El Partido Socialista Unido (PSUV) triunfó ampliamente en las recientes elecciones de Gobernadores y Alcaldes en las que participó la oposición obteniendo pocos puestos. El diálogo con la oposición continua avanzando. La Asamblea Constituyente, dentro de sus atribuciones, ha convocado a elecciones presidenciales para el término del mandato constitucional de Maduro. Es previsible que triunfe en este comicio, en el que podría competir con quienes designen los partidos de la oposición, entre otros, Henry Ramos Allup, líder de Acción Democrática (AD) ex presidente de la Asamblea Nacional, el candidato más estable de la oposición.
En este contexto, quienes durante dos años clamaron por elecciones anticipadas no están dispuestas a reconocerlas ahora. Así lo ha hecho saber el presidente Trump. A diferencia de las épocas en que en esta parte del mundo no éramos permeables a las presiones de Bush, Trump cuenta ahora con “socios regionales”, a quienes viene a insuflar Tillerson de pasión destituyente contra un mandatario de nuestra región.
Cuenta con el llamado Grupo de Lima, que —como voceros de Washington— ha repetido que no reconocerá el resultado de las elecciones en Venezuela, sin dar ninguna razón valedera. Este grupo está integrado, entre otros, por Michel Temer que gobierna Brasil sin haber sido electo, después de haber destituido a Dilma Rousseff votada por 54 millones de brasileños; Horacio Cartes, un empresario y dirigente deportivo paraguayo que llegó al poder merced al golpe “blando” que sufrió Fernando Lugo; Pedro Pablo Kuczynski, quien evitó su destitución como presidente del Peru “por incapacidad moral permanente” negociando la impunidad de Fujimori; los presidentes Peña Nieto y Santos, quienes por atender la cuestión venezolana parecen no advertir la corrupción, el crecimiento de los brutales carteles del narcotráfico, el paramilitarismo y la violencia criminal que se cierne sobre Mexico y Colombia; Juan Orlando Hernandez, quien se acaba de reelegir como presidente de Honduras mediante un fraude electoral —que denunciaron todos los observadores, hasta los de la OEA— y asumió su cargo en medio de enormes protestas y represión con muertos. Recordemos que Estados Unidos ya había participado anteriormente del golpe que destituyó a Manuel Zelaya.
Algunos de estos mandatarios tienen entre el 2 y el 10% de aprobación popular; todos están imponiendo un ajuste salvaje, la privatización de las empresas publicas, los Acuerdos de Libre Comercio con Estados Unidos y la extranjerización de sus recursos naturales. Ninguno de ellos cuenta con la popularidad que tiene Nicolas Maduro entre su pueblo. Es notable que en Venezuela no protestan los más pobres, sino las clases dominantes que no quieren perder sus privilegios.
Tambien integra el “Cartel de Lima” Mauricio Macri, quien, como sabemos, no se caracteriza por el respeto a la democracia, a los derechos humanos, a la libertad de prensa, ni a la vida humana. Aspira, sin embargo, a ser el alfil de Washington en esta tierras en que, según él, “somos todos descendientes de europeos”, representando el triste signo de la época en nuestra región: el neocolonialismo. La subordinación que presagiaba aquella confesión al “querido rey de España” de la angustia que le reportaría sentirse parte de un país libre, independiente y soberano.
(*) Strategic Mission List NSA- Enduring Targets
link:
Alicia Castro, exdiputada y exdiplomática argentina. @AliciaCastroAR
http://www.elcohetealaluna.com, Buenos Aires.