Por Alberto Acevedo / Semanario Voz
Antes, las guerras se hacían con fusiles, con tanques, con aviones, hoy se hacen desde los micrófonos, desde las estaciones de radio y televisión, asegura el teórico de las comunicaciones y fundador de Telesur, de visita en Bogotá.
“Es muy difícil hablar de una prensa para la paz en un país en el que durante cincuenta años se bombardeó con información para la guerra, para la violencia. Es muy difícil una comunicación para la paz, cuando los medios de comunicación siguen apostándole a la guerra. Es difícil construir la paz en un país que durante muchos años negó la existencia del conflicto armado y durante los últimos ocho años, al menos, negó la existencia de los falsos positivos”.
En los anteriores términos se refirió al tema de los medios y la construcción de paz, el especialista en este tema, Aram Aharonian, uno de los fundadores de Telesur, de la publicación mensual Question, columnista de la agencia Alia2, conferencista en diversas universidades del continente y columnista de numerosos portales de prensa alternativa.
Aharonian fue invitado a Bogotá por un grupo de jóvenes periodistas, personalidades democráticas del país y representantes de medios de comunicación alternativos y aprovechó su visita para dictar una conferencia, en la noche del pasado primero de noviembre, en la sede de Codema, que terminó con un interesante intercambio de opiniones con colegas colombianos. El tema de la conferencia fue “guerra y paz en los medios de comunicación”.
“Yo lo que intento es provocar un debate sobre el tema”, dijo el conocido periodista latinoamericano. “Pero primero debemos mirar el entorno en que vivimos. Hoy, todas las luces de alarma, permanecen encendidas frente a una ofensiva neoliberal”.
Nuevas armas de guerra
“Si hace cuarenta años se necesitaba de fuerzas armadas, tanques y bayonetas para realizar las guerras imperiales, hoy no. Basta tener los medios de comunicación. El campo de batalla hoy es virtual, estamos frente a un nuevo tipo de guerra, dirigida a los corazones, las percepciones de la gente. Las cámaras, los micrófonos, son las nuevas armas de guerra”.
En los últimos años vimos en directo, en nuestras estaciones de televisión, la invasión de Irak, la guerra del Golfo, que se hizo con el pretexto de eliminar el arsenal de armas químicas que tenía Sadam Hussein. Después supimos que tales pretextos fueron una mentira, para justificar la intervención de las grandes potencias occidentales. Eso que hicieron fue simplemente terrorismo mediático.
“En estos años vimos la guerra contra Cuba; la guerra de las Malvinas, alentada por los intereses británicos; las invasiones contra Grenada y Panamá, dirigidas desde las oficinas del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Desde 2005 la guerra mediática contra Venezuela, los intentos golpistas en Bolivia y Ecuador; los golpes contra los presidentes Lugo y Zelaya, y más recientemente, el despojo mediático del poder de la presidenta Dilma Rousseff.”
En la alcoba
En estos episodios bélicos, precisó Aharonian, fueron los medios los que prepararon el terreno para estas acciones desestabilizadoras. Porque antes, la lucha ideológica se daba en las plazas públicas. Hoy se libra en la sala de la casa, en las alcobas, con la pantalla de televisión en frente, a través de internet.
“Lamentablemente -precisó el periodista-, cada vez los medios están más concentrados en pocas manos. Los capitales españoles, por ejemplo, con fuertes intereses económicos en Latinoamérica, han penetrado los medios de comunicación de la región”.
“A menudo, -agregó también el conferencista-, decimos que la culpa la tienen el imperio, la derecha, y esto es cierto. Pero también la tenemos nosotros. Los gobiernos progresistas no fueron capaces de construir una agenda propia en materia de comunicaciones. No tenemos una cotidianidad, seguimos desarrollando la agenda del enemigo. No nos acercamos a nuestra gente, no sabemos informar lo que hacemos. No sabemos crear esperanza.
“Más importante que tener cien emisoras, es tener contenidos. Nosotros no tenemos contenidos. A veces damos una pelea colosal para conseguir una estación de televisión, y cuando la conseguimos, nos ponemos a pasar El Chavo del Ocho, o las ‘telebobelas’ de RCN y Caracol. Estamos condenados a someternos a esa programación mientras no desarrollemos contenidos”.
Cambiar el chip
“Nos cuesta mucho construir. Nos resulta más fácil denunciar. La construcción se hace desde abajo, ladrillo por ladrillo, reconociendo al otro, esa otredad que fue ninguneada por años. No basta la metodología en la comunicación para la paz. Se requiere decisión política de las fuerzas populares. No tenemos aún una teoría para la comunicación para la paz. La teoría que empleamos en las escuelas de periodismo, tiene más de cuarenta años, es obsoleta. Tenemos una academia que se ha quedado cuarenta años atrás.
“Creo que la tarea en comunicación es muy amplia, tenemos que aprender a manejar las nuevas armas de esa guerra, que es ideológica y nos lleva a cambiar el chip. No tenemos la capacidad para que los productos que hacemos en los medios alternativos, los llevemos a un banco de contenidos, para que otros los utilicen.
“Debemos entender que nosotros no somos la única prensa alternativa. Tenemos que aprender a sumar voces, para crear una prensa alternativa fuerte. El problema en este sentido, es que tampoco sabemos qué es una prensa alternativa y la confundimos con la prensa popular”.
Desaprender muchas cosas
“Hablamos de prensa alternativa y no sabemos alternativa a qué. A menudo se piensa que prensa alternativa es prensa marginal. En Venezuela descubrimos qué es prensa alternativa cuando fundamos a Telesur, cuando enfrentamos el mensaje hegemónico de la prensa transnacional”.
“Tenemos que aprender muchas cosas, y desaprender muchas cosas. Por ejemplo, despojarnos de la teoría neoliberal de la información. Estamos inmersos en una guerra cultural, debemos abrir ventanas con nuevos contenidos. No basta con quejarnos de que no tenemos recursos para eso. Lo que no tenemos es ideas. Si tenemos ideas, conseguimos los recursos”.
“Es necesario democratizar la comunicación. Pero no solo con democracias declamativas. No es solo el reparto equitativo de las frecuencias. Eso, desde luego, es un avance, pero eso no es democratizar la información. Tampoco promulgar una ley es suficiente. En Argentina se hizo, y vino Macri y la borró de un plumazo”.
“Construir una comunicación para la paz es el desafío. Esa construcción se hace desde abajo, salvo que sea un pozo. Hay que saber construir futuro, construir esperanza para las nuevas generaciones. Una comunicación para la paz, para la convivencia, para una democracia no declamativa sino participativa”.