Por Eduardo Sarmiento Palacio
El relevo en la gerencia del Banco de la República es un buen momento para revisar las funciones del organismo. El interrogante es sobre la autonomía del banco central para darle prioridad a la inflación sobre cualquier otro objetivo y la aplicación de principios que no han sido confrontados con la realidad.
El orden económico mundial gira en torno de la trilogía macroeconómica de tasa de cambio flexible, libre movimiento de capitales y autonomía del banco central para regular la tasa de interés y mantener la inflación dentro de metas establecidas (inflación objetivo). El sistema fue concebido para un mundo de tasas de interés positivas y alta respuesta de las exportaciones al tipo de cambio. Durante 25 años se ha presentado como la fórmula mágica para impedir la inflación sin afectar la producción y la estabilidad de la balanza de pagos. El principio dejó de cumplirse en los últimos años cuando la economía mundial pasó a operar con excesos de ahorro y tasas de interés cero. Así, en Estados Unidos la política fiscal expansiva, en particular el gasto público, está en capacidad de reactivar la producción, pero el solo anuncio les da razones a las autoridades monetarias para elevar la tasa de interés, atraer capitales y revaluar el dólar. Al final, la política fiscal se deja de lado para no incurrir en mayores alzas de las tasas de interés o es contrarrestada por la balanza de pagos.
Algo similar se observa en Colombia, luego del desajuste de la balanza de pagos ocasionado por la revaluación de más de diez años y la baja de los precios del petróleo. La escasez de divisas provoca devaluación masiva, y lleva a las autoridades económicas a elevar la tasa de interés y presionar la reducción del déficit fiscal. El ajuste del sector externo se realiza por la vía de la represión de las importaciones, la reducción de la inversión y la caída libre del producto nacional.
El método de inflación objetivo ha sido un factor de contracción en los países desarrollados y también en los emergentes y en desarrollo. En la creencia de que la economía está cerca del pleno y tasas de interés positivas, se incurre en un manejo inapropiado de la tasa de interés. En los países en desarrollo evita o neutraliza la política fiscal expansiva que constituye el mejor antídoto para el exceso de ahorro. Por su parte, en los países en desarrollo conduce a revaluaciones excesivas en las épocas de abundancia de divisas y devaluaciones masivas en las épocas de escasez.
El balance de 25 años del orden económico internacional es decepcionante. En Estados Unidos y Europa condujo a bajas tasas de crecimiento, caídas en la productividad del trabajo, contracción industrial y reducción de los ingresos del trabajo. En cierta forma explica el malestar de los sectores laborales con las administraciones en el poder. Por su parte, en Colombia significó el crecimiento más bajo de la historia registrada, en especial con respecto al periodo 1966-1980, las mayores tasas de desempleo de la región, dos recesiones y la que está por venir, y deterioro de la distribución del ingreso.
La verdad es que la trilogía macroeconómica no se cumple en un mundo de tasas de interés cercanas a cero y baja respuesta del sector externo al tipo de cambio. No es cierto que la autonomía del banco central garantice la reducción de la inflación sin afectar la producción y la balanza de pagos. Sin duda, se abre espacio a una nueva concepción e institución que evite las secuelas destructivas sobre el sector real. En la práctica se podría lograr sustituyendo la autonomía excluyente de la política monetaria por la coordinación con la política fiscal cambiaria e industrial para alcanzar diversos objetivos, como, crecimiento económico y empleo, estabilidad de la balanza de pagos y control de la inflación.
El Espectador, Bogotá.