Por Dario Pignotti / Página/12
El Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil logró cerrar el encuentro sin fracturas y ratificó su condición de mayor fuerza de izquierda de la región. La senadora que más defendió a Dilma Rousseff durante el proceso destituyente ganó la interna.
Hay un solazo casi de verano en el ingreso al predio donde se realizó el VI Congreso del PT, a pocas cuadras del Palacio del Planalto donde Gleisi Hoffmann acaba de ser electa presidenta del partido. Son las cuatro y media de la tarde en Brasilia del sábado 3 de junio. La victoria de la senadora no sorprendió porque su candidatura contó con el respaldo de Luiz Inácio Lula da Silva y su corriente, Construyendo un Nuevo Brasil (CNB). “Mucha gente apuesta todos los días a que el PT se acabe, pero este partido vuelve cada vez más fuerte después de cada ataque recibido” desafió Lula en el discurso de cierre.
“Salimos tonificados” resumió Gleisi Hoffmann, la primera mujer que preside la agrupación fundada en 1980. “El PT demuestra que tiene vitalidad y unidad en la táctica política (cuyas banderas son) Fuera Temer, elecciones directas ya y no participar en el colegio electoral” que impulsa el gobierno casi moribundo de Michel Temer.
Consultada sobre si el Congreso realizó una autocrítica de los últimos años del partido, Gleisi Hoffmann respondió, “sobre el mea culpe ya bromee antes, cuando dije que no somos una organización religiosa (…) somos un partido político que trabaja en la perspectiva de aprender con sus errores para transformarlos en acciones renovadoras”.
Con su estilo educado y forma elegante de vestir, el año pasado Hoffmann demostró ser una leona al momento de batallar contra los senadores derechistas durante el juicio político que desalojó a Dilma Rousseff.
Ayer Gleisi echó mano de esa misma elocuencia cuando afirmó no estar dispuesta a que su partido se flagele en público ofreciendo en bandeja argumentos para una “derecha (…) que quiere destruirnos”.
La candidata victoriosa que obtuvo 367 votos contra 226 del senador Lindbergh Farias, de la agrupación Cambia PT. “Creo que este congreso fue una forma de autocrítica porque mostró que necesitamos estar más unidos” comentó.
Consultado cuando se dirigía al salón principal y era saludado por militantes, hablando a las apuradas, Farias también dejó un mensaje de unidad: “Lo importante es que después de todo hubo unidad, el partido no va a apoyar las elecciones indirectas, estamos juntos por las directas.”
Todo el mundo hablaba del discurso de Lula, se celebra la caída en picada de Temer, pero no se percibe la euforia de otros tiempos entre los delegados y militantes que circulan por el Centro de Convenciones Brasil 21 donde fue montada una feria de libros y souvenires. La camiseta más vendida es una con grandes letras negras que gritan “Fuera Temer y Golpistas”. El color predominante es el rojo de las banderas petistas próximas a una mesa feminista donde se ofertan prendedores de Frida Calo, Simone de Beauvoir y Mafalda.
El PT intenta reponerse, y en este Congreso se dio un paso importante en ese sentido, del desgaste sufrido después de tres gobiernos completos y un cuarto inconcluso debido al golpe contra Rousseff. A pesar de las diferencias internas, que las hay, el PT logró cerrar el encuentro sin fracturas y ratificar su condición de mayor fuerza de izquierda de América Latina. Y ser el único gran partido brasileño que sobrevivió, con secuelas, a la crisis originada en el golpe mediático-judicial-financiero, que prácticamente acabó con el PMDB de Temer y el PSDB de Fernando Henrique Cardoso y Aécio Neves.
La conjura que derrocó a Dilma se prestó a interpretaciones frívolas, como la que compara a los jueces que llevaron adelante el proceso Manos Limpias en la Italia de los años 90 con los responsables de la causa Lava Jato iniciada hace tres años. En el equipo de fiscales que trabajaron en caso Tangentópolis había juristas prestigiosos e independientes como Gherardo Colombo junto a otros menos formados, y algo lenguaraces, como Antonio Di Pietro. En cambio los responsables del publicitado proceso Lava Jato se asumen como un grupo de choque avocado a terminar con Lula y el PT. Usan el marketing judicial con lógica de partido. En marzo de 2016 el juez Sergio Moro pinchó una llamada de Dilma y Lula que dos horas después entregó a Globo para impedir que el expresidente fuera ministro. Y lo logró. Ayer, sábado, el fiscal Deltan Dallagnol solicitó la prisión de Lula sin motivos procesales, porque ese pedido, contenido en su acusación, recién llegará a manos del juez en días hábiles.
Su motivación fue la de tener algunos segundos, y los tuvo, en el noticiero de Globo. Moro y el fiscal-predicador (participa en cultos evangélicos) Dallagnol son el dúo político más representativo del campo conservador.
Lula se refirió a la persecución judicial de la que es víctima.
“En cualquier país del mundo se necesita tener pruebas para pedir la prisión de alguien (…) no tengo nada contra el ministerio público, incluso ayudé a su fortalecimiento, de lo que estoy en contra es de la sandeces de los procuradores de Lava Jato, los desafío a encontrar un dólar, un real, un peso de coima en mis cuentas”.
Gleisi Hoffmann también se refirió a la guerra contra Lula, en una entrevista con este diario el lunes pasado: “Al final de cuentas, en Brasil tenemos una justicia de clase, y a la burguesía le da miedo que vuelva Lula”.