Por Fander Falconí*
Es una ciudad impresionante, donde se construye todo el tiempo, se derroca y se vuelve a construir. Es Doha, capital del Estado peninsular de Catar y sede de la Copa Mundial de Fútbol 2022. Lujo y derroche en una urbe que mezcla la fantasía de las mil y una noches con el siglo XXI. Estamos en un país de menos de tres millones de habitantes, pero con la tercera reserva mundial de gas.
Hasta hace pocos días, Catar era un paraíso, no fiscal sino turístico. Este momento es el paria de la península arábiga. Varios países vecinos, incluyendo a la poderosa Arabia Saudita y a Egipto, han roto relaciones con Catar. La razón: acusan a Catar de auspiciar a terroristas y a fanáticos que buscan desestabilizar la región. Una acusación que se fundamenta en el coqueteo político de Catar con Irán, el enemigo mayor de los sauditas. Esto ha venido ocurriendo desde la ‘Primavera Árabe’ de 2011. Y ahora se acusa a este emirato (que tiene el tamaño aproximado de nuestra provincia de Loja) de ser patrocinador económico y refugio de terroristas islámicos.
Detrás de la crisis de Catar está Arabia Saudita. Los saudíes querían desde hace rato llamar al orden a los cataríes, pero les faltaba un incentivo. El detonante provino del presidente estadounidense, Donald Trump, quien repitió las palabras saudíes: Catar auspicia el terrorismo (la lógica de Washington es que todo país que mantenga relaciones con Irán apoya al terrorismo).
El periódico internacional Financial Times publicó en estos días que Catar habría pagado 700 millones a la filial de Al Qaeda en Irán, para que liberara a miembros de la familia real de este emirato, secuestrados en un viaje de cacería. Pero puede haber algo más, incluso resentimiento hacia Arabia Saudita.
Arabia Saudita tiene un ejército 25 veces mayor al de Catar. Para colmo, en Catar están acantonadas 10.000 tropas estadounidenses. Catar es la sede del controvertido canal árabe internacional Al Jazeera, un medio que odian los sectores conservadores del Oriente Medio. La nación acusada se defiende con la disculpa de que están tendiéndole una trampa ciertos grupos de hackers pagados por otros países. El canciller catarí mostró su sorpresa al ver que sus vecinos cerraban sus fronteras.
Los efectos de la crisis ya empezaron. Aerolíneas de Catar ha suspendido casi todos sus vuelos. Las bolsas de valores de la región empezaron a reflejar la situación.
Además de estos hechos, lo que nos interesa a los ecuatorianos es saber lo que pasará con el precio del petróleo. Este podría dispararse hacia arriba, si Catar no acata la decisión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de reducir la extracción. El gas natural de Catar se vende a Egipto y a los Emiratos, así que Egipto al menos estaría molesto si se corta el flujo de gas desde Catar, además de que los egipcios nunca vieron con buenos ojos el liderazgo saudí.
Si la crisis involucra un acto violento o un golpe de Estado, habrá crisis en los precios del petróleo.
*Ministro de Educación de Ecuador.
@fanderfalconi
El Telégrafo, Ecuador.