mayo 19, 2025 11:00 pm
Colombia: entre el despojo y la repetición del saqueo

Colombia: entre el despojo y la repetición del saqueo

POR OMAR ROMERO DÍAZ /

La reparación que promueve en Colombia el Gobierno del presidente Gustavo Petro es la segunda vuelta de una acumulación construida sobre sangre, fuego y desplazamiento.

¿De verdad se puede creer que el capitalismo colombiano nació de la inteligencia empresarial o del esfuerzo individual? Para quienes creen en ese infundio, lamentamos desilusionarlos: aquí, como en el resto del mundo, el capital no brotó del trabajo honesto, sino del despojo sistemático. En Colombia, la tierra fuente primaria de riqueza fue expropiada a sangre y fuego por una corrupta oligarquía que construyó su poder robando, desplazando y sembrando muerte.

La acumulación originaria de capital, como bien lo explicó Karl Marx, no fue un accidente ni un episodio superado. Fue, y sigue siendo, una estrategia de clase. No hubo en el caso colombiano un desarrollo “natural” del capital. Lo que hubo fue paramilitarismo financiado por grandes hacendados, desplazamientos masivos justificados como lucha contrainsurgente, leyes hechas a la medida de los latifundistas y una violencia estructural que convirtió a millones de campesinos y campesinas en “delincuentes” por habitar la tierra sin títulos.

Más de ocho millones de colombianos han sido desplazadas por la guerra. No fueron víctimas colaterales, sino condiciones necesarias para abrir paso a megaproyectos extractivos, monocultivos, ganadería extensiva, minería y especulación inmobiliaria. La tierra no se negoció: fue robada. Y quienes la robaron no solo la conservaron, sino que la legalizaron, la multiplicaron, la hipotecaron, la vendieron… y fundaron con ella el poder económico que aún gobierna en la sombra.

Y he aquí la ironía trágica que define nuestra época: el Estado que durante décadas blindó ese despojo ahora, bajo el Gobierno Petro, tiene que comprar esas mismas tierras, a precio de oro, para devolvérselas con suerte a quienes nunca debieron perderlas. ¡El capital hizo su negocio dos veces! Primero con el robo; después con la “reparación”. El saqueo se legaliza, se embellece, se paga con recursos públicos… y se aplaude como justicia restaurativa.

¿Eso es justicia? No. Es la continuación del saqueo, solo que con “rostro amable”. Porque mientras no se cuestione el modelo que permite que unos acumulen despojando a otros, el robo sigue. Aunque cambie el discurso, si no cambia la estructura, la mercancía sigue siendo la misma: la tierra, el agua, la vida… y el pueblo trabajador.

Hoy, como ayer, la historia de este país no se escribe en Wall Street ni en los balances de la Bolsa. Se escribe en cada hectárea alambrada, en cada campesino desplazado, en cada mujer que cría sola porque su compañero fue asesinado por defender su parcela. Esto no es el pasado: es el presente vivo de Colombia.

Y mientras no se desmonte el modelo de acumulación por despojo, mientras no se expropie lo que fue robado, mientras no se haga justicia de clase y no solo de mercado, no habrá paz, ni reforma agraria, ni transición verdadera. Solo habrá más desplazados, más “compras” de lo que fue robado, y más saqueo maquillado de política pública.

La historia de Colombia y del mundo no es la del progreso, sino la del saqueo permanente. Y mientras no lo llamemos por su nombre, el capital seguirá chorreando sangre y lodo, desde los pies hasta la cabeza.

 

 

 

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