POR DAVID ADLER* /
Desde el primer momento, nuestra delegación de la Internacional Progresista ha partido de Ramallah para recorrer Cisjordania, una de las regiones que conforman el Estado de Palestina, y convertirse en testigo del terror diario desatado por las Fuerzas Armadas israelíes en ciudades, pueblos y aldeas palestinas, todas ellas a kilómetros de su campaña de aniquilación en Gaza.
El pasado miércoles 30 de octubre, al amanecer, nuestra delegación llegó a la aldea palestina de Qusra para acompañar la recolección de aceitunas. Nada más entrar en los campos, fuimos bombardeados con gases lacrimógenos y granadas aturdidoras tanto por las fuerzas armadas de los colonos como por el Ejército israelí que los acompañaba.
Los campos fueron incendiados, los agricultores arrestados y los delegados amenazados con la expulsión inmediata y permanente del país. “Israel ha convertido la recogida de la aceituna en un acto de guerra”, dijo la exalcaldesa de Barcelona Ada Colau, mientras se enfrentaba a los soldados enmascarados al otro lado del campo.
En el último año, estas tácticas terroristas se han empleado con una frecuencia cada vez mayor para aplastar la cosecha de aceitunas palestinas y expulsar a sus agricultores de sus tierras. Solo en 2023, al menos 96.000 dunums de tierras de cultivo de olivos en Cisjordania quedaron sin cosechar debido a esta represión: la ruina económica para los agricultores y la economía palestina en general.
“En Cisjordania reina la anarquía”, dijo Mustafa Barghouti durante una reunión con la delegación en Ramallah el lunes. “Hay 700 puestos de control y los militares pueden hacer lo que quieran con la gente que pasa por ellos. A los colonos se les han distribuido más de 100.000 armas y trabajan día y noche para aterrorizarnos: disparan, queman, matan, desalojan”.
En Qusra fuimos testigos de los crímenes cometidos contra los agricultores palestinos que trabajaban sus tierras. Pero la gran mayoría de los palestinos no poseen tierra alguna; ya sea en 1948, 1967 o décadas después, decenas de miles de ellos se han visto obligados a abandonar sus comunidades históricas y a trasladarse a campos de refugiados que desde entonces se han convertido en las zonas urbanas de mayor densidad del mundo.
Después de la visita a Qusra, nuestra delegación viajó al campo de refugiados de Balata para comprender las condiciones de vida de la comunidad allí: superpoblada, con escasez de fondos y con frecuencia invadida por las Fuerzas Armadas israelíes. “Somos sólo un campo de entrenamiento para los soldados más jóvenes de Israel, para acosar y matar”, me dijo un joven.
El pasado lunes, la Knesset votó a favor de expulsar a la UNRWA, la agencia encargada de apoyar los asuntos de los refugiados palestinos. En Balata, nuestros delegados vieron de primera mano cómo la eliminación de la UNRWA no sólo afectará a Gaza, sino que también privará de alimentos, medicinas y educación a las comunidades de Cisjordania. “Como refugiados, sólo sobrevivimos si somos firmes en esta educación. Ahora, nuestras aulas tienen como mínimo 50 estudiantes. Perderemos una generación por esta crisis de la educación”, nos dijeron en Balata.
En Nablus, nos encontramos con representantes de esa generación, jóvenes que se organizan en una ONG de justicia social llamada Seeds. Estaban llenos de furia y frustración, pero también de confusión e incredulidad: “¿Cómo pueden pensar que nuestras vidas son tan baratas?”, preguntó uno. “Es como si esa cosa llamada ‘mundo’ no existiera”. Una joven estaba estudiando derecho internacional; ahora, se pregunta: ¿Qué sentido tiene?
Nuestra delegación partió de Nablus con esa pregunta resonando en nuestros oídos y pasó las siguientes horas atrapados en los controles de seguridad diseñados para asfixiar a la ciudad y degradar a sus residentes. Uno de los jóvenes describió ese sistema como una sucesión de “historias de terror”: el Ejército puede matarte en el puesto de control o los colonos pueden matarte en el camino, e incluso si llegas a tu destino, te llevará toda una vida llegar hasta él.
Hoy nos hemos despertado de nuevo en Ramallah para continuar con la delegación, recogiendo pruebas y escuchando testimonios de las violaciones sistemáticas del derecho internacional por parte de Israel. Pero Israel ya ha dejado clara su postura delincuente: haremos lo que queramos a quien queramos.
Depende de nosotros detenerlos.
*Coordinador de la Internacional Progresista.