Salón Rojo del Hotel Tequendama, 5 de agosto de 2015.
Buenas noches a los liberales auténticos, a la izquierda liberal, a la izquierda que no traga entero y a esos liberales, como dice el himno, “que están a favor del pueblo irredento”. Muchas gracias por este multitudinario ofrecimiento de afecto y de respaldo que ustedes saben me encomiendan en buenas manos, porque como lo ha dicho Juan Manuel López “si de algo me precio y algo me reconocen, es de la coherencia, del compromiso con los principios de mis mayores, que son los principios del liberalismo”.
Compañeras y compañeros, he sabido que para esta multitudinaria reunión no se contrató un bus, no se hizo esfuerzo alguno que el llamado al liberalismo auténtico a decir ‘presente’ en favor de un modelo social de ciudad que tenemos que proteger, porque para nadie es un secreto que vienen por todo, que aquí hay pasos de animal grande que quieren echar para atrás las conquistas sociales de una ciudad que en el año 2003 tenía a más de una tercera parte de sus familias sumidas en la pobreza.
Hoy, esa izquierda tan vilipendiada en los medios de comunicación, lee con orgullo y satisfacción, pero todavía con el convencimiento que falta el camino por recorrer, de cumplir la tarea completa. Hoy, el DANE informa que ese 32% se ha convertido en apenas un 7%, dos millones de bogotanos han salido de la pobreza gracias a un modelos social que está en pleno auge, en construcción y que es nuestra intención, con esa alianza, con ese acuerdo programático que hemos suscrito en la noche de hoy, llegar a feliz puerto.
Yo quiero comprometerme ante este auditorio, porque tengo el apoyo del verdadero liberalismo y de toda la izquierda colombiana. Tengo el apoyo de la Unión Patriótica, del Movimiento Indígena MAIS y de todos los sectores consientes de la gente independiente de esta ciudad. Quiero comprometerme, porque lo vamos a hacer en equipo, con la fuerza de todas y de todos, vamos a eliminar la pobreza extrema en la capital de la República en los próximos cuatro años.
Y que nos digan que no es posible, porque claro, no es fácil, pero es que este proceso de reducción de la pobreza, se ha hecho dándole un viraje profundo, firme y serio al presupuesto de la ciudad. Del 30 al 75% del presupuesto en 10 años, ese viraje ha pasado a generar la inversión social que se ha convertido en el salario social que está sacando a la gente de la pobreza. Hemos conquistado, por ejemplo, la educación gratuita del grado cero al grado once, para casi 1 millón de niñas, niños, adolescentes que estudian en los planteles públicos del Distrito, regentados por un magisterio también vilipendiado, pero que ha logrado unos avances extraordinarios.
Cuando llegamos a Bogotá en el 2004, apenas el 18% de los colegios se encontraban en el nivel superior o más de las pruebas de Estado. Hoy, también podemos decir con reconocimiento y orgullo que vamos en el 70% y nos falta el 30% más, pero es un logro extraordinario de nuestro magisterio haber dado ese salto tan impresionante en calidad, al mismo tiempo que se garantizaba la duplicación de la cobertura de la educación pública en el Distrito.
Claro que les estoy haciendo demasiado honor a las maestras y a los maestros, porque hay otro factor que ha incidido en el mejoramiento de la calidad en la educación de nuestra ciudad, ese es el famoso restaurante escolar de Gaitán, pero con voluntad política de llevarlo a cada niña y a cada niño que estudian en el Distrito.
Un estudio de la Universidad de Harvard con la UNESCO, pudo demostrar en el año 2010 que el millón de muchachos que estudian en Bogotá en los colegios públicos, gracias a la alimentación escolar, habían aumentado una talla completa, es decir, eran más altos, eran más gruesos y desde luego, tenían mayor capacidad de aprendizaje. Eso es lo que hace una política social, preocuparse por la gente, como decía uno de los oradores que me antecedió en el uso de la palabra.
Cuando llegamos a Bogotá, hay que concederlo, uno no puede pensar que todo se inició cuando uno llegó, pero había una alimentación escolar en algunos de los colegios, una alimentación escolar que marca emblemáticamente la diferencia entre una política social fundamentada en los principios constitucionales de la realización del Estado Social de Derecho y la demagogia populista para sacar créditos. ¿Saben lo que repartían en esos días en los colegios que tenían el privilegio del refrigerio escolar? Palitos con olor a queso. No tenía la proteína, ni tenía la capacidad de alimentación de un verdadero refrigerio, y esa es la diferencia entre el palito con olor a queso y la alimentación completa que permite que el muchacho se desarrolle, crezca y pueda desarrollar al máximo su potencial y su capacidad.
Al igual que en la educación, nos esmeramos en extender la cobertura de la salud pública y no gracias a, sino a pesar de la Ley 100, se mantuvieron abiertos 22 hospitales, cuando en el resto del país estaban cerrando, y se prestó atención primaria que las EPS faltonas, jamás le han entregado a sus usuarios. Pues vamos a continuar ampliando el tema de la salud, el tema de la alimentación y el tema de la educación.
Pero quiero decirles, con toda franqueza, que como Nairo Quintana cuando está subiendo la loma y mira para atrás, y ve lo que ha recorrido con satisfacción, seguramente piensa en lo que le pasa y en lo que le falta por terminar de la carrera. Así estamos nosotros, tenemos una deuda muy grande en la política social de la capital de la República, y esa deuda, no se debe a omisión del gobierno de la ciudad, se debe a un modelo económico importado al Consenso de Washington, a ese neoliberalismo de otro sector del Partido Liberal, que es el que tiene a esta ciudad sumida en la informalidad, en el rebusque, en la desindustrialización que está significando un grave perjuicio a todos los trabajadores y trabajadoras de la capital de la República.
Pues bien, nosotros en Bogotá nos hemos constituido en una especie de isla social, en un mar neoliberal, un muro de contención a las privatizaciones y ahora, vamos con el apoyo y la magnífica asesoría de Eduardo Sarmiento, para mostrar que una ciudad sí puede tener una política de reindustrialización, de fomento para generar trabajo, para generar empleo, para generar oportunidades de emprendimiento que nos lleven a esa Cuarta Generación de política social que reclaman los bogotanos y las bogotanas.
En Bogotá, hay hoy, 370 jóvenes que ni estudian ni trabajan, no porque sean perezosos, sino porque no hay las oportunidades y por ello, este nuevo programa que es el eje central de la Ciudad de las Oportunidades, busca en primer lugar darle la mano a esa generación que se nos está perdiendo, esa generación que requiere oportunidades, esa generación a quien ese modelo neoliberal la está pasando de lado.
Porque nos hemos acostumbrado también, compañeros y compañeras liberales, a algo que yo le he escuchado al expresidente Ernesto Samper, a tratar duro a los débiles y con gran debilidad a los duros, por eso es que estos jóvenes son víctimas de una política de seguridad a lo largo y ancho del país, que criminaliza la conflictividad y la problemática social, y yo quiero decirles aquí, con pleno convencimiento como mujer de izquierda, que si en algo hemos avanzado en Bogotá, es en la lección de que la política de seguridad ciudadana tiene que tratar con mano dura al delincuente pero con mano tendida, con mano inteligente a esa conflictividad social, para que esos jóvenes se reintegren a la vida con la posibilidad de cumplir sus sueños de poder levantar familias y esa va a ser la prioridad número uno de la próxima administración en Bogotá.
Y por ello, nosotros en el otro eje, en el eje de una Ciudad Libre, queremos ver florecer una política de seguridad ciudadana integral, que sea capaz de dar ese vuelco que se mostró de manera hermosa y emblemática cuando fuera yo alcaldesa de Bogotá en el segundo semestre del año 2011. No sé si ustedes recuerdan esas magníficas manifestaciones de la MANE de los estudiantes, que como en las viejas épocas se tomaron las calles de Bogotá y llenaron una y otra vez la Plaza de Bolívar, buscando una reforma educativa; pues aquí veo de lejos a mi antiguo secretario de Desarrollo Económico, el compañero Hernando, quien está allí a la entrada, con él y con Mariela, exsecretaria de Gobierno, empezamos a mostrar que sí es posible que los estudiantes se manifiesten y multitudinariamente, sin que todo termine en grescas, sin que todo termine en desorden. ¿Quieren saber cuál es la fórmula? Convencer al Consejo de Seguridad de la ciudad y a la Policía Nacional, de que la presencia policial tenía que estar a tres cuadras de las manifestaciones, para no provocar enfrentamientos indeseados.
Y los jóvenes estudiantes tomaron el ejemplo de la guardia indígena y auto-protegieron de la infiltración sus bellísimas marchas, que culminaron como todo el mundo tiene que recordar, con esa hermosa ‘abrazatón’ entre los jóvenes de la policía y los jóvenes estudiantes. Ese es el ejemplo de la sociedad que tenemos que construir, ya lo dijo Miguel Samper: “libre de miedo, en confianza, buscando tender los puentes de la unidad y no de los antagonismos, no de la polarización que tanto daño le hace a la sociedad”.
Por eso, este reflejo del liberalismo en el legendario Salón Rojo del Hotel Tequendama, completamente colmado de gente dispuesta a meterle el hombro a una campaña que garantice el modelo social de Bogotá, es una buena noticia para toda la ciudad. Vamos a construir esa ciudad donde las mujeres estén libres de la violencia, donde los niños estén libres del acoso, donde podamos también decir que tenemos una administración libre de la corrupción. Esos son todos nuestros principios que compartimos y que vamos a sacar adelante con política pública seria y bien diseñada.
Y desde luego, cuando hablamos de la Ciudad del Buen Vivir, no solamente hablamos de la salud de la gente, también hablamos de la necesidad, de darle carta de ciudadanía a los animales en nuestra ciudad. Vamos a tener protección animal en la capital de la República. Ya tengo visto ese hospital veterinario público, para darle servicio también a las clases populares que quieren a sus mascotas.
Y vamos a hacer el tránsito de los combustibles fósiles. Hace poco, el presidente de la República anunciaba que se había desvanecido, como tenía que desvanecerse, la meta del millón de barriles diarios, pues es que nosotros no somos una potencia petrolera y no podemos fincar nuestro desarrollo en ese combustible que se nos aleja. Pues bien, una ciudad de ocho millones de habitantes tiene que prepararse para cuando en Colombia no alcance el combustible, y vamos a hacer el tránsito a las energías limpias, impulsadas por el aire, impulsadas por el sol y desde luego, por el agua, que es la fuente principal de la energía eléctrica que va a impulsar el metro, el sistema de transporte público, el Transmilenio y los buses azules.
Ese es el camino del futuro, lo que nos va a implicar defender el agua como principal tesoro. El agua de nuestros cerros, al agua de nuestros humedales, el agua de nuestros páramos, el agua que es la fuente de vida y que es el símbolo de ese buen vivir de nuestros indígenas, que nos invitan a proteger la madre tierra.
Compañeros y compañeras, nuestro programa, como lo decía Miguel, tiene muchísimos puntos, pero yo quiero terminar haciendo una convocatoria a todo el liberalismo de Bogotá y de Colombia, estamos construyendo una convergencia democrática, viene organizándose a pasos agigantados, defendiendo la solución política negociada al conflicto armado, que esperamos pronto nos dé la buena noticia de un cese bilateral del fuego, como preámbulo para la firma de los acuerdos de paz. Y cuando llegue la paz a Colombia, aquí, en la capital de la República, que es donde sucede todo lo que se irradia a todo el país, tiene que existir un gobierno comprometido con la definición real de paz, que no es otro, que un gobierno de convergencia democrática de izquierda comprometido con lo social.
Es que el nombre de la paz es la justicia, el nombre de la paz es la salud, la educación, las oportunidades, el nombre de la paz es la transformación de nuestras costumbres, para que podamos generar cultura de convivencia, para que aprendamos a vivir todos con nuestras diferencias, respetándonos mutuamente y colaborando para la construcción de una sociedad próspera e incluyente, donde como dice nuestro Himno Nacional en una estrofa que poco se canta, pero que tiene gran contenido: “Cuando el sol alumbra a todos, justicia es libertad”, eso es lo que estamos construyendo, una convergencia democrática para garantizar la justicia, la paz y la reconciliación entre los colombianos y las colombianas.
Pues bien, esta noche, en el Salón Rojo del Hotel Tequendama, se amplía esa convergencia, esa convergencia que se está preparando desde Bogotá, para que en el 2018 elijamos presidente de la República. No es una alianza pasajera. Yo los convoco a que nos empecemos a unir, a tejer nuestras coincidencias, a atraer a todo ese pueblo irredento. Llegó la hora, llegó el momento, recuperemos la esperanza, conquistemos la Alcaldía de Bogotá y preparémonos para gobernar a Colombia.