Por Emir Sader
El triunfo de Lenin Moreno, derrotando, por segunda vez consecutiva al mayor banquero de Ecuador, Guillermo Lasso, cierra la racha de la derecha latinoamericana y termina con la cháchara de un “fin de ciclo de gobiernos progresistas” en el continente. El pueblo ecuatoriano, aún bajo un sórdida campaña de los medios para intentar denigrar a Rafael Correa y a su gobierno, supo distinguir que entre los dos caminos: el de la continuidad de las trasformaciones realizadas por el gobierno de Alianza País y el retorno neoliberal a manos de un banquero, escogió la Revolución Ciudadana como en mejor camino para el país.
Cuando, en segunda vuelta, quedan claras las opciones entre el modelo neoliberal y alternativas antineoliberales, el pueblo no se equivoca y decide por aquellas. La exposición de la masa de realizaciones realizadas por Rafael Correa en 10 años de gobierno, en todos los planes, se han comparado con las promesas de la derecha que, así como en Argentina y en Brasil, se reducen a crueles restauraciones neoliberales si llegan al gobierno, – por elección o por golpe.
Aunque hubiera ganado Lasso, no habría nada que se pudiera denominar “fin de ciclo”, porque se instauraría también en Ecuador el gobierno de los bancos, del capital financiero, de la especulación financiera, restaurando de nuevo el anti neoliberalismo como oposición a la derecha. Se trataría de la restauración neoliberal, como ocurre hoy en Argentina y en Brasil. Lo que importa es que Ecuador seguirá el camino abierto por Rafael Correa cuando hace 10 años, anunció que se terminaba la larga noche del neoliberalismo y se pasaba de un época de cambio a un cambio de época.
¿Quedan atrás la derrota parlamentaria en Venezuela, la victoria electoral de la derecha en Argentina, el revés de Evo Morales en el referendo, el golpe contra Dilma en Brasil? No, no basta la victoria de Lenin Moreno para darle vuelta a la contraofensiva de la derecha latinoamericana. Los factores que han llevado a reveses en otros países se hicieron presentes en Ecuador, pero no fueron suficientes –por un margen estrecho– para derrotar el gobierno progresista.
Hay que hacer el balance de las tendencias que han llevado a que las victorias espectaculares de Rafael Correa en primera vuelta se han transformado en una victoria por un margen estrecho. Los balances no son simples, se mezclan cambios en la coyuntura internacional, cambios en la estrategia de las derechas latinoamericanas, así como errores de los mismos gobiernos. Hacer desde una victoria y desde el gobierno es una ventaja enorme, porque se está en condiciones de corregir los errores y hacer las adecuaciones poniéndolas en práctica.
El mentado fin de ciclo se choca con el empuje de los gobiernos de Macri y de Temer que se han agotado rápidamente, recolocando el enfrentamiento entre neoliberalismo y antineoliberalismo en nuevas condiciones. Ya no se tiene que comparar lo que han hecho los gobiernos progresistas con lo realizado por los gobiernos neoliberales en los años 1990, sino la comparación con la misma realidad contemporánea, que permite a los que no se habían dado cuenta, entender que las mejorías que han tenido los países fueron decisiones políticas de gobiernos progresistas que, una vez sustituidos, les hacen perder los derechos conquistados.
En Ecuador ha vuelto a quedar claro, en ese caso de forma todavía más cristalina, cómo la alternativa a los gobiernos posneoliberales está a la derecha y no a la izquierda. Más que eso, la ultra izquierda, frente a esa disyuntiva o desaparece simplemente o, peor, apoya a la derecha, aunque sea al banquero más rico del país. “Mejor un banquero que la continuidad de la dictadura” han proclamado sectores del movimiento indígena alineados con el gobierno derechista de Lucio Gutiérrez, aun después de que éste hiciera su viraje pro-EEUU. Intelectuales que han firmado documentos de crítica al gobierno de Rafael Correa en plena campaña electoral, favoreciendo a la derecha, pretenden dar lecciones a la izquierda. Un candidato de una izquierda supuestamente alternativa a Alianza País, se ha pronunciado, en la recta final, por Lasso.
Ecuador ha puesto un coto al viraje a la derecha en países con gobiernos antineoliberales. El agotamiento prematuro de los gobiernos de Macri y de Temer plantea la posibilidad real de que la izquierda vuelva a dirigir a Argentina y a Brasil: en este último caso con la perspectiva concreta del retorno de Lula. Cualquiera que triunfe en las elecciones presidenciales de México, se verá obligado a volcarse hacia Latinoamérica, para resistir a la ofensiva proteccionista del gobierno de Trump, recomponiendo, de manera todavía más amplia, los procesos de integración latinoamericana.
El fin de ciclo no era fin de ciclo, era el fin de la primera ola del ciclo antineoliberal, que genera ahora las condiciones de un segundo y definitivo ciclo de superación del neoliberalismo en América Latina.