Por Roque Morán Latorre / El Comercio de Ecuador
Efecto es aquello que sigue por virtud de una causa. Hay muchos efectos: “Dominó”, “Invernadero”, “Mariposa”, “Mandela”, “Doppler” y, así, un gran elenco de efectos. El apellido del efecto, en casi todas las situaciones, viene del causante o del resultado del efecto. En mi país se ha dado el “efecto Correa” (EC), por las características que lo definen como tal; sobre el que podrían escribirse páginas extensas, si no, libros enteros.
Impactos colaterales del EC: escozor e ira gratuita en algunos, ante el hecho de conceptuar a Rafael Correa como uno de los mejores, si no, el mejor Mandatario que ha tenido el Ecuador de todos los tiempos.
Padecerán de esos feos síntomas ciertos parientes, además de “amigos”, al igual que varios notables colegas columnistas y editorialistas de este centenario diario (El Comercio, periódico ultraconservador de Quito) que, haciendo uso de su libertad de expresión, han arremetido incesante y duramente contra Correa.
En decidor contraste a este pequeño grupo de discrepantes, hay, durante 10 años de ejercicio del poder, 12 elecciones consecutivas ganadas, un índice de popularidad que, ¡casi no decreció! Entre mucho, lo asombroso es que el EC zahirió la soberbia –casi intocable, hasta ahora- de ciertos poderes.
En concreto, asestó un severo correazo a uno de los poderes omnímodos más terroríficos: el poder del dinero, sí, a esos acaudalados y egoístas comodones, otrora, hacedores y adalides de una aciaga estructura, de un sistema en que la injusticia, la crisis institucional, el descuido y abandono de los servicios más básicos, campeó por doquier, ultrajó a la persona humana al nivel –sin exagerar- de un recurso desechable.
El EC, para esos poderes, resultó imperdonable y, como “por sus obras os conoceréis”, desde hace 10 años, pretendieron mancillar el régimen de Correa: mintieron, difamaron, incitaron la violencia, condenaron sin juicio alguno.
El EC exalta un estilo de liderazgo político que no lo habíamos vivido antes y que corrobora -de manera enfática- que un líder auténtico es el que vive para servir. El EC puso en práctica, con acciones y cifras, dos principios inalienables para el ser humano… con solo eso se justificaría una década ganada: la dignidad humana y el bien común.
Dignidad humana, entre muchas realizaciones, rescatada con 2 millones de compatriotas que dejaron de ser pobres: dignidad humana con la ostensible mejora en la atención de salud y educación, en la imposición de leyes que impelen respeto a los trabajadores y empleados de toda índole.
El bien común materializado con la equidad, con el salario digno, con la igualdad de oportunidades, con el justo reparto de la riqueza, con la equitativa inversión de todo recurso posible, no en beneficio de unos pocos, sino en beneficio de las mayorías, de las más necesitadas…
¿Tenemos la idoneidad para que el EC perdure?