EDITORIAL TSC /
Uno de los fundamentos de la democracia liberal es la ‘partitura’ Gobierno-Oposición que es lo que permite desarrollar y balancear el ejercicio del poder, posibilitando asimismo la alternancia y el control político en la rama ejecutiva.
Ha sido tradición en Colombia no obstante el dominio político de camarillas oligárquicas mezquinas y corruptas que la oposición haya servido para solidificar liderazgos que han posibilitado llegar a la Presidencia de la República, como es el caso del hoy mandatario Gustavo Petro, quien aprovechó el Congreso como foro de debate y discusión para desplegar su capacidad dialéctica y sus dotes de conducción. Y así en la historia del bipartidismo liberal-conservador, el ejercicio de la oposición fue el escenario para labrar carreras presidenciales, baste mencionar en el transcurso del siglo XX algunos nombres como los López (Pumerejo y Michelsen); los Lleras (Alberto y Carlos) o líderes que si no les hubieran segado la vida como Rafael Uribe Uribe, Jorge Eliécer Gaitán, o Luis Carlos Galán, habrían llegado al solio de Bolívar.
La oposición no solo es semillero de liderazgos políticos sino que es condición sine qua non para el normal desarrollo de una democracia plural en la que se respete el disenso y se tramite por vías institucionales el conflicto político, sin temor a la polarización (normal en toda sociedad) y a la irrupción de alternativas de poder que desafíen el statu quo o la hegemonía política imperante.
Infortunadamente para Colombia, lo que hoy se denomina “oposición” (entre comillas), no es más que un ejercicio político degradante, carente de sustento intelectual, cuyos voceros, sin liderazgo alguno ni autoridad moral, de manera sistemática, se limitan a verter odio y vociferar improperios y calumnias contra el adversario.
El lamentable espectáculo que dieron los voceros de la derecha tratando de fustigar al presidente Gustavo Petro en el acto de instalación del periodo de sesiones ordinarias del Congreso de la República el pasado sábado 20 de julio, es muestra de ello.
Trayendo argumentos baladíes como el horario en que se levanta el mandatario o supuestas infidelidades que solo atañen a su vida privada, lo cual suscita pena ajena, la “oposición” buscó sin lograrlo descalificar al jefe del Estado. Ni una sola premisa válida, ni siquiera un mínimo planteamiento que permitiera glosar de manera creíble la acción de gobierno.
No deja de ser paradójico y cínico que quienes lanzan acusaciones de corrupción al Gobierno Petro, sean los “líderes” de partidos caracterizados por su envilecimiento político como el Centro Democrático y Cambio Radical, muchos de cuyos dirigentes o están pagando cárcel o se encuentran fugados por sus fechorías en el ejercicio de cargos públicos.
De ahí que la senadora del Pacto Histórico, Clara López Obregón, no haya ocultado su molestia por el tono burdo, mezquino y falaz de la intervención del congresista del uribismo Miguel Uribe Turbay, quien trató de replicar el discurso del presidente Petro, optando por voltear su silla para darle la espalda, en una actitud digna ante el desparpajo y la ramplonería, la cual fue difundida ampliamente a través de las redes sociales.
Si bien la tesitura de esta “oposición” de derecha es una desgracia para el país, enhorabuena demuestra que su decadencia, su estolidez y su torpeza, evidencian que carece de los atributos para convertirse en alternativa real de poder y que los colombianos tienen la oportunidad de tomar consciencia para no retroceder con falsos liderazgos que rayan en lo soez, lo antiético y en muchos casos en la ilegalidad.