Por Alexa Schulz / Paxcolombiasi.org
Sabana del Yarí
Son múltiples las opiniones, ideas y especulaciones que se tejen en las ciudades colombianas sobre cómo es la vida de las FARC en el monte y en la escarpada geografía de este país donde se ha librado un intenso conflicto de más de 50 años. Sin embargo, es difícil hablar de esa vida en la montaña si no se ha estado allí con los guerrilleros y con los miles de colombianos que deben enfrentar esa realidad bélica a diario.
Paula Sáenz es una guerrillera del Bloque Comandante Jorge Briceño, que ingresó a los 16 años a las FARC y lleva con ellas una década en la selva colombiana. Al entablar diálogo con esta joven insurgente nos contó un poco de lo que ha sido su experiencia de vida en las filas guerrilleras y las relaciones humanas que existen y se establecen al interior de las FARC.
Como todo combatiente, Paula, una joven colombiana que como la mayor parte de su generación ha carecido de oportunidades porque el Estado es inexistente prácticamente en las zonas rurales del país, es una enamorada del proyecto revolucionario, se siente comprendida en las filas de las FARC por el apoyo mutuo y moral de todos los compañeros del campamento; con ellos debe compartir los días, las noches, las situaciones difíciles y las de alegría o victoria. Pero sobre todo, son los ideales políticos los que orientan su lucha popular, no obstante que es consciente que buena parte de la sociedad colombiana condena la lucha armada, no comprende sus alcances y, por lo tanto, juzga muy negativamente su causa.
“En las FARC no se presenta ninguna clase de violación sexual. Las mujeres no son objeto sexual de los comandantes y no se llega a ningún cargo por sexo. En las FARC hay seres humanos, no maquinas de guerra; hay hombres y mujeres que lloran, sienten, se enamoran y se entregan al proyecto hasta dar la vida por él, por el pueblo que defienden, por la esperanza para las futuras generaciones. A las combatientes se las ha satanizado; ellas son insurgentes con mucha dignidad, con una lucha indoblegable, incansable; están en un ejército revolucionario, con principios marxistas, leninistas, y no un prostíbulo como lo han querido presentar”, afirma Paula al referirse a las relaciones humanas entre guerrilleros y el ideal que encierra la lucha armada en Colombia.
La lucha guerrillera en un país con índices de desigualdad económica y exclusión social tan elevados como Colombia, ha motivado también a personas de otras latitudes del mundo a unirse a las filas de la insurgencia, convencidas por el ideario político revolucionario que la sustenta. Es el caso, por ejemplo, de la joven holandesa Tanja Nijmeijer, conocida ahora por su nombre de combate, Alexandra Nariño. O también el de Natalie, oriunda de Francia, y como ellas muchos más, que hacen parte de esta lucha porque, como lo han reiterado, les duelen las injusticias que ocurren en un una sociedad tan desestructurada e injusta como la colombiana
Paula comenta que en esta nueva etapa de cese bilateral del fuego, su tiempo está centrado en la llegada de la paz y el trabajo que falta por realizar para que se concreten los acuerdos suscritos en La Habana. Su deseo a corto plazo es continuar en las FARC, ahora que proyecta convertirse en movimiento político, y más adelante tiene previsto estudiar para convertirse en una buena comunicadora social.
Centenares de jóvenes que como Paula se enrolaron en las FARC anhelan la paz entendida ella como un escenario de oportunidades y de mínimas garantías sociales para poder vivir dignamente. A ellos que un Estado indolente como el colombiano los forzó a la guerra, porque no tenían más posibilidades que irse al monte, también les duelen los muertos, sus compatriotas, y el trágico final de aquellos hombres envueltos en banderas que son entregados a sus madres, por una guerra que hoy no tiene razón de ser.
Por eso es que las FARC, como movimiento político, espera alcanzar lo que trazaron sus comandantes Manuel Marulanda, Jacobo Arenas, Alfonso Cano y Jorge Briceño: conquistar la paz con justicia social que es lo que merecen los colombianos.