Por Eduardo Sarmiento Palacio
La información mundial revela que Estados Unidos crece 2 %, Europa 2,5 %, Asia 5,5 % y América Latina 0,6 %. El promedio mundial es de 2,7 % y la región evoluciona a la zaga. La explicación está en el modelo de la región que tiene muchas similitudes entre los países. Los bajos niveles de ahorro de las economías y la desprotección del sector externo han dado lugar a un estado de bajas tasas de crecimiento con altos déficits en cuenta corriente y elevados déficits fiscales.
La región es una clara perdedora de la globalización. Los países operan con estructuras productivas de baja demanda externa que resultan en déficits en cuenta corriente que no encajan dentro del orden mundial. Aún más diciente, la estabilidad de la balanza de pagos y el desarrollo industrial están condicionados a bajos salarios que reducen la participación de trabajo en el producto nacional y resquebrajan la distribución del ingreso.
La mayoría de los países están comprometidos con bancos centrales autónomos que no están en capacidad de mantener la igualdad entre el ingreso nacional y el gasto. Por lo demás, la política fiscal financiada con títulos de ahorro aumenta el gasto público a cambio de reducir el crédito y el gasto privado en consumo e inversión. La economía queda expuesta a caídas en el producto nacional que se refuerzan o se mantienen.
Es hora de que se entienda que el banco central autónomo es inoperante bajo condiciones de tasa de interés cero, elevado déficit de cuenta corriente y déficit fiscal financiado con títulos de ahorro. La intervención en la tasa de referencia es un ritual infructuoso que no afecta la tasa ni el monto del crédito.
Curiosamente, América Latina regresó a mediados del siglo XX cuando el desarrollo era limitado por la balanza de pagos. En ese entonces los desajustes externos se corregían con devaluación e inflación. Ahora, luego de 50 años, se hace con austeridad monetaria y estancamiento de la producción y el empleo. Como lo demostró el gobierno de Carlos Lleras Restrepo y su ministro de Hacienda, Abdón Espinoza Valderrama, en la administración económica más lúcida de la historia, la solución fue un audaz programa de protección y subsidio a las exportaciones, el cual se aplicó en abierta contraposición con el FMI.
La situación ha sido especialmente compleja en los países que han adoptado políticas distributivas. Por lo general, se han manifestado en reducciones del ahorro que le restan discrecionalidad a la política fiscal e incrementa los déficits en cuenta corriente. La actividad productiva queda por cuenta de enormes déficits fiscales que no son sostenibles. Se confirma el severo conflicto entre el crecimiento y la distribución del ingreso, y la necesidad ineludible de conciliarlo con la elevación del ahorro del capital, como serían la regulación financiera para bajar los márgenes de intermediación, el aumento del crédito y el freno a la salida de patrimonios a los paraísos fiscales.
El balance es preocupante. América Latina está convulsionada por la globalización y la inequidad dentro de un mundo de austeridad monetaria y libre comercio. En todas partes el bajo ahorro y el déficit en cuenta corriente generan caídas crecientes en la actividad productiva. Sin embargo, la solución varía con las características históricas y coyunturales de los países. En el caso de Colombia se plantea un programa de protección y subsidios de exportación para elevar la competitividad externa, la regulación financiera para elevar el ahorro del capital y la coordinación fiscal y monetaria para impulsar la producción.
El Espectador, Bogotá.