Por Eduardo Paz Rada / ALAI
Los procesos de integración de América Latina y el Caribe, que en los últimos quince años dieron un salto cualitativo notable con la formación de la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), se encuentran en este 2018 en la encrucijada para definir su destino en medio de una disputa que enfrenta el dilema histórico en un cuadro geopolítico mundial de alta complejidad: unidos o dominados los países y pueblos de la región.
La crisis y decadencia capitalista en las tradicionales metrópolis centrales europeas junto a la emergencia de nuevas potencias económicas, militares y políticas asiáticas y euro asiáticas y a los procesos de emancipación y liberación nacional-popular y antiimperialista latinoamericanas y árabes marcaron las primeras tendencias del nuevo siglo, sin embargo las fluctuaciones políticas en algunos países de alta importancia regional y la recuperación de la estrategia imperialista sobre su pretendido “patio trasero” en los últimos años hacen tambalear los avances conseguidos.
Nunca antes en la historia la coordinación de países de la región fue tan fuerte, particularmente por la presencia protagónica de Brasil con Lula Da Silva, que se convirtió en el eje de la unidad especialmente por su poderoso peso económico e influencia mundial, y el liderazgo del comandante Hugo Chávez que actualizó y profundizó el ideario bolivariano de la Patria Grande, junto al compromiso de varios gobiernos caribeños y latinoamericanos.
Inclusive el gobierno mexicano, proclive a las políticas de Estados Unidos, tuvo que sumarse al proyecto de la CELAC para defender la región como zona de paz y de desarrollo y el propio gobierno norteamericano aceptar en la Cumbre de las Américas la presencia y participación del presidente cubano como importante paso para la reanudación de relaciones diplomáticas.
En los tres últimos años la estrategia neoliberal y conservadora ha conseguido producir impactos certeros sobre los procesos nacionalistas y antiimperialistas con el golpe de estado al gobierno de Dilma Rousseff en Brasil y con el triunfo electoral de Mauricio Macri, ahora repudiado por el pueblo argentino. Ha sido el momento en el que el imperialismo aceleró su asedio económico, financiero, mediático, diplomático, militar y político al gobierno venezolano de Nicolás Maduro y a los proyectos de unidad y liberación nacional.
En la actual coyuntura las tensiones se han acelerado rápidamente y se van definiendo los campos de lucha. La contradicción política central y la concentración de fuerzas se han ubicado alrededor de: primero, la amenaza de invasión militar a Venezuela por parte de Estados Unidos y Colombia con la visita del Secretario de Estado de Washington Rex Tillerson a varios presidentes conservadores de la región, y segundo, la anulación como candidato presidencial del poderoso liderazgo de Lula Da Silva, el gran referente popular que tiene todas las posibilidades de ganar las elecciones en Brasil en octubre y recuperar las iniciativas latinoamericanistas y antiimperialistas. Sin embargo la persecución de los poderosos medios de comunicación, de la justicia y de los partidos tradicionales avanza para impedir su candidatura.
Si esto se produce, como ya parece inminente, la posibilidad de tener un solo candidato del campo nacional-popular, respaldado por Lula, podría significar una alternativa a los candidatos conservadores, con posibilidades de cambiar el rumbo político de Brasil y América Latina, aunque no es lo mismo que la figura del obrero metalúrgico.
Por otra parte, las elecciones en México tienen también un tinte especial porque se perfila el triunfo de Andrés López Obrador del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), candidato por fuera del orden establecido del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN), frente a las candidaturas del orden colonial. Si esto se confirma en junio se abren posibilidades de contar con un país muy importante proclive a los proyectos emancipadores y de integración.
Una hora de grandes y decisivas definiciones para América Latina en momentos en que se reunirá la Cumbre de las Américas en Lima bajo la batuta de Trump y su admirador el presidente peruano Kuscinsky que intenta evitar la presencia del presidente Nicolás Maduro; y en que el papa Francisco se ha pronunciado por la necesidad de la unidad de la Patria Grande. América Latina y el Caribe se encuentran en la disyuntiva de seguir siendo un conjunto de colonias o semicolonias del imperialismo o se convierten en actores clave de la política mundial en este siglo XXI.
ALAI