Por Diana Molina / Razón Pública
Los movimientos sociales contra-hegemónicos del siglo XXI han intentado encontrar una causa común en el reconocimiento de los otros. Este libro, Nuestra América. Hegemonia y contrahegemonia en el siglo XXI de Boaventura de Sousa Santos, estudia por qué y cómo se construyen estos movimientos.
¿Qué nos une?
Alrededor de 1989 el filósofo norteamericano Richard Rorty proponía un interesante concepto para profundizar en el problema de la solidaridad y de cómo entablar relaciones sociales basadas en este principio. De este modo, las relaciones sociales podrían cimentarse con prácticas más justas, más equitativas y menos violentas que las que vivimos hoy en día.
Rorty llamaba la atención sobre el hecho de que somos sujetos que coincidimos en dos cosas: estamos en un mismo lugar y en un mismo tiempo, lo cual debería ser suficiente para sentirnos ligados los unos a los otros. Esta coincidencia debería bastar para entender el dolor del otro cuando sufre y solidarizarnos con su realidad y con su historia.
Debe recordarse que este acto de solidaridad exige también, en cierta medida, un acto de renuncia a uno mismo. Se trata de ser capaz de perder algo para que otro gane, de ampliar la órbita de la propia felicidad para que esta esté directamente relacionada y, si se quiere, que sea dependiente de la felicidad de los otros.
Era necesario considerarse parte “de los mismos”, pensaba Rorty. Sin embargo, parece que para los hombres estas coincidencias de tiempo y espacio no son suficientes. Los hombres trazan un camino más largo y acuden a razones indemostrables para encontrar a sus hermanos y también a sus enemigos.
Y cuando se habla de razones indemostrables no se hace referencia exclusivamente a las razones de las religiones ni a los amigos y enemigos que nacen de ellas, sino a las razones de las ideologías. Estas son una serie de razones sin fundamentos verificables que sirven para dirigir los impulsos de los seres humanos hacia la construcción de un odio desmedido basado en una compasión de simulacro.
Esta se ha convertido en una práctica común –y reprochable– usada por las fuerzas de la derecha para atacar y deshacer muchas batallas legítimas libradas por las reivindicaciones sociales, económicas y políticas en América Latina.
Puede verse, por ejemplo, en las estrategias de Álvaro Uribe que consisten en infundir solidaridad y promover la unión entre sus seguidores para ir en contra de males que fácilmente acomoda a su conveniencia desde su cuenta de Twitter. O puede verse también en las arbitrariedades de los medios de comunicación, que desdibujan las realidades políticas de todo el continente al tener el amarillismo y el melodrama como únicas herramientas de producción audiovisual.
Esta práctica florece en medio de un extravío histórico que padece una parte de nuestro continente y que debe seguirse combatiendo desde todos los frentes.
Construcción de lo común
A diferencia de los dos ejemplos anteriores, la solidaridad imaginada por Rorty surge y florece de la historia de los pueblos sin reunir a los hombres alrededor de proyectos de odio. Al contrario, los compromete al reconocerlos como parte de una causa común en la que todos tienen un espacio. Precisamente para lograr esto hoy más que nunca son necesarias la creatividad y la imaginación para declarar nuevos manifiestos que permitan enfrentar la hegemonía de la violencia y de la dominación de la cual somos víctimas.
Para pensar en estos proyectos de lo común y en estos nuevos manifiestos necesarios para América Latina es pertinente Nuestra América. Hegemonia y Contrahegemonia en el siglo XXI, el texto de Boaventura de Sousa Santos editado por el Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) Justo Arosemena en 2008.
Boaventura comienza hablando de que hay un fascismo que ya no es solo político ni es ejercido por un estado en particular, sino que es practicado por todos, tanto en escala local como internacional. Lo llama “fascismo societario” y consiste en expulsar grandes cantidades de seres humanos del contrato social y obligarlos así a la marginación, la exclusión y el sufrimiento. Según Boaventura, esto sucede cuando se establece la economía como único principio para guiar las relaciones sociales, lo cual llevará al mundo a ser “ingobernable y éticamente repugnante”.
De Sousa Santos argumenta que la alternativa para contener la expansión del fascismo societario es la construcción de relaciones basadas en dos principios:
La redistribución, para alcanzar equidad, y
El reconocimiento, para combatir la segregación que empieza cuando se supone la existencia de seres humanos diferentes.
De esta forma es posible que sobre la base de unos manifiestos comunes se construya la solidaridad entre las distintas luchas –ahora dispersas– relacionadas con los derechos humanos y sociales, el medio ambiente, la discriminación étnica y sexual, la biodiversidad, las normas laborales, los sistemas de protección alternativa, los derechos indígenas, etcétera.
Traducción y resistencia
A la idea de poder identificarse y unirse bajo causas comunes la llama Boaventura la teoría de la traducción, que permite identificar “el terreno común que subyace a una lucha indígena, a una lucha feminista, a una lucha ecológica, etcétera, sin cancelar nada de la autonomía o la diferencia que les da sustento”.
Esta propuesta de resistencia no la imagina Boaventura en escala local, sino mundial. Y América Latina –nuestra América, para el autor– es el principal campo de batalla en la lucha entre las dos globalizaciones: la hegemónica, de la economía, y la contrahegemónica, de la resistencia de los pueblos.
Boaventura considera que esta resistencia unificada es perfectamente posible en una América a la cual su condición mestiza le permite crear siempre nuevos arreglos, nuevas constelaciones de significados (muchas veces irreconciliables) con todos los fragmentos que la componen.
A la traducción de las reivindicaciones sociales, que permite la unión y la solidaridad entre las luchas por la redistribución y las luchas por el reconocimiento, la llama Boaventura una “creativa y acertada resistencia posmoderna”. Esta resistencia se compone de varios manifiestos en los que confluyen temas como:
Democracia participativa;
Sistemas alternativos de producción, y
Justicias y ciudadanías multiculturales emancipadoras.
Además, entre las estrategias de esta resistencia están:
El aumento de las relaciones fronterizas;
El entrecruzamiento de las razas;
La producción de conocimiento contra la ignorancia y el silenciamiento de la ciencia moderna, y
La construcción mundial de alianzas emancipadoras.
Teniendo en cuenta lo anterior, queda claro que sigue siendo conveniente estudiar a Boaventura de Sousa Santos. Sus propuestas para entender el pasado, el presente y el futuro de América Latina tienen una relación cercana con varios agentes transformadores de las políticas excluyentes y violentas que se nos quieren imponer por el resto de nuestra historia para condenarnos a vivir entre la inequidad y la miseria, entre la explotación laboral, biológica y simbólica, entre la utopía construida a pulso y el desencanto provocado por los sabotajes.