INTERNACIONAL PROGRESISTA /
Declaración del Gabinete de la Internacional Progresista (IP) sobre el Gobierno de Donald Trump y las promesas y peligros del declive del poder estadounidense.
Nuestra tarea más urgente
El primer día de su Presidencia, Donald Trump volvió a colocar a Cuba en la lista de “Estados patrocinadores del terrorismo”, después de que Joe Biden la eliminara.
Esta decisión fue parte de una avalancha de órdenes ejecutivas, desatadas horas después de la Presidencia de Trump, que desgarraron aún más las normas internacionales que la administración de Biden ya había destrozado en Gaza.
Las órdenes pintan un panorama sombrío: la retirada de los acuerdos climáticos mientras las naciones caribeñas enfrentan el aumento del nivel del mar, la militarización de la política migratoria y la designación de los cárteles como organizaciones terroristas, nuevos pretextos para la intervención y la beligerancia transfronteriza.
Estados Unidos abandona incluso la pretensión de respetar el derecho internacional, las instituciones multilaterales y la cooperación, los pilares de un orden internacional roto que, entre sonrisas y dientes apretados, la administración de Biden había pretendido defender. En su lugar, Trump articula una cruda y explícita doctrina de sumisión o castigo: una “Nueva Doctrina Monroe” para el siglo XXI.
La nueva designación de Cuba como “Estado patrocinador del terrorismo” marca sólo el primer paso de lo que promete ser un asalto extendido a la soberanía en todo el continente americano. Este acto, sumado a la confirmación de Marco Rubio, un ‘Guerrero Frío’ de toda la vida, como Secretario de Estado, señala el surgimiento de una postura nueva y más agresiva que amenaza la independencia y la dignidad de todos los pueblos en las Américas y más allá.
Ninguna nación que afirme su independencia será inmune a presiones, sanciones o amenazas de invasión. Bajo esta doctrina de control hemisférico, el canal estratégico de Panamá, las reservas de petróleo de Venezuela, la autonomía económica de México, la soberanía ártica de Canadá e incluso Groenlandia podrían enfrentar presiones similares.
La visión de Trump para las Américas se hace eco de la historia del asalto neocolonial de Estados Unidos al continente durante la Guerra Fría, donde las naciones enfrentaron una sombría elección: la sumisión a las demandas de Washington o el estrangulamiento económico y el aislamiento político. Los dólares estadounidenses convirtieron amplias zonas del continente en campos de exterminio, cobrándose cientos de miles de vidas en el proceso.
Pero el mundo ya no es lo que era. Las herramientas utilizadas por Estados Unidos para subyugar a otros (desde las sanciones hasta la dolarización, la militarización y la deuda) se han convertido ahora en ingredientes de su declive. El imperio está militarmente sobreextendido, financieramente sobreapalancado e ideológicamente agotado.
Este momento –un nuevo capítulo en el largo desenmascaramiento del poder imperial estadounidense– encierra tanto promesas como peligros.
La balanza comercial global se ha alejado decisivamente de Estados Unidos. A medida que las naciones y los pueblos buscan articular un camino soberano libre de la dominación imperial, surgen nuevas visiones de desarrollo junto con instituciones cada vez más capaces de hacerlas realidad. Ahora existen nuevas formas de sortear las sanciones estadounidenses y alternativas a la deuda estadounidense.
La historia de América es rica en resistencia a la dominación imperial. Desde el triunfo de la Revolución de Haití hasta la nacionalización de sus recursos por parte de Bolivia, desde la revolución de Cuba hasta la búsqueda de la soberanía petrolera por parte de México, las Américas han demostrado repetidamente que la resistencia unificada al control imperial no sólo es posible: es poderosa.
Fue la suma total de estas luchas históricas la que sentó las bases para que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) declarara a las Américas como “Zona de Paz”, rechazando la militarización y la intervención extranjera en favor de la soberanía y la cooperación.
Pero el momento actual también entraña un gran peligro. La visión de Trump para el continente es de represalia: penas más profundas para quienes buscan el desarrollo y muros más altos para quienes buscan escapar del subdesarrollo al que han sido condenados.
Existe una posibilidad real de que el imperialismo sufra una derrota decisiva en este siglo. Pero se necesitará la fuerza combinada y organizada de los pueblos del mundo –y la guía de aquellos que, como el pueblo de Cuba, nos precedieron– para afirmar un mundo de soberanía y cooperación pacífica contra la falta de futuro del imperialismo. Ésa es la tarea más urgente de nuestra era.