Por Fabio López de la Roche* / Razón Pública
Muchos años dedicados a trasmitir el odio y a no mostrar sino una cara del drama, una mala campaña del gobierno, una televisión comercialista o al servicio de una causa radical, un país sin opinión y una guerrilla sin sentido ni olfato. Suficiente para el No.
Pedagogía del odio
Entre 2002 y 2010 el presidente Uribe elaboró y difundió un potente discurso de nacionalismo antifariano que, con el apoyo de los grandes medios, convirtió a las FARC en el enemigo público número uno del pueblo colombiano. Ese discurso estimuló una pedagogía sistemática del odio hacia esta guerrilla.
Las propias FARC, con sus destrucciones de pueblos con cilindros-bombas, sus prácticas de extorsión y sus justificaciones absurdas del secuestro como un “impuesto social”, habían abonado el terreno para que el discurso de Uribe las convirtiera en el monstruo de la sociedad colombiana.
Los gobiernos de Uribe nos legaron así un prisma muy asimétrico para mirar a las víctimas, que dio la prioridad abrumadora a quienes sufrieron por obra de las FARC pero no quiso mirar hacia los otros victimarios del conflicto colombiano. Y esta inflexión de los afectos de la ciudadanía fue un poderoso obstáculo subjetivo para la negociación de paz con las FARC.
Como ha dicho John Paul Lederach, la guerra deshumaniza y por ello los procesos de construcción de paz deben rehumanizar las relaciones sociales. Cuando la propaganda convierte al guerrillero únicamente en “enemigo” lo deshumaniza. Por el contrario, los diálogos de paz le devuelven la palabra y la imagen, y parcialmente también su humanidad. Lo convierten en interlocutor válido para la búsqueda de la reconciliación. Lo hacen “menos monstruo” y “más humano”.
El primer gobierno Santos (2010-2014) replanteó el régimen comunicativo del uribismo (patriarcal, monológico, confrontacional, polarizante) en favor de un tono liberal, tolerante y pluralista (reconocimiento del conflicto armado y de las víctimas, respeto a las Cortes, relaciones más pragmáticas con Ecuador y Venezuela). Este viraje le mereció a Santos el calificativo de “traidor” de parte de los uribistas más fervientes.
No obstante, Santos mantuvo el discurso antiterrorista para referirse al interlocutor en la mesa de La Habana desde el inicio formal de los diálogos a finales de 2012 hasta febrero de 2015 (en boca sobre todo del ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón). Este discurso empezó a cambiar apenas a comienzos de 2015. La salida del ministro Pinzón y el llamado de Santos a des-escalar el lenguaje frente a las FARC fueron algunas de las acciones que marcaron un cambio definitivo del discurso gubernamental hacia el interlocutor guerrillero.
Ese cambio en el discurso público y mediático correspondía sin duda a avances importantes en la construcción de confianza entre los equipos negociadores del gobierno y de las FARC. Pero a juzgar por la votación del pasado domingo, esa confianza no llegó a todos los votantes que se necesitaban
Los medios contra la paz
Pero el discurso del odio no fue el único elemento que impulsó el triunfo del No.
También estuvo la deficiente comunicación presidencial del proceso: Santos apareció casi siempre como un comunicador de la paz sin carisma, sin capacidad de seducción o de destacar con vehemencia y convicción el sentido civilizatorio del proceso de paz y mostrar un horizonte deseable del país del post-acuerdo.
Fue también evidente la ausencia de una política de comunicación de la paz desde los medios públicos, así como el cubrimiento deficiente de los foros sobre los puntos del Acuerdo y las mesas con las víctimas. Cosas extraordinarias, como el hermanamiento de víctimas de diferentes victimarios que acabaron abrazándose en los foros de Barranquilla y de Barrancabermeja, no fueron contadas a los colombianos por los medios públicos.
Por su parte los noticieros privados de televisión, principales proveedores de información masiva sobre los asuntos de política interna, mantienen su propuesta comercialista, liviana y tendencialmente amarillista sin información de calidad ni algún nivel de profundización.
Si usted no es lector de prensa o de semanarios de actualidad, es imposible estar bien informado sobre la paz y los acuerdos, pues los informativos privados, en virtud de su lógica comercial, dan prioridad a la polarización Uribe-Santos y uribismo-santismo y contribuyeron a mantener a la opinión atrapada en esa visión dicotómica de los diálogos de La Habana.
Tal apuesta no permitió conocer y divulgar con detalle los contenidos de los acuerdos, sobre temas tan importantes como la reforma rural integral o el fin del conflicto, para que los colombianos fueran construyendo un horizonte de las acciones necesarias para el éxito del post-acuerdo.
La propuesta hiper-ideologizada de Noticias RCN como un proyecto de adoctrinamiento de las audiencias, subordinado a los postulados del Centro Democrático, tuvo y sigue teniendo implicaciones muy graves de desinformación y manipulación de la opinión de los colombianos sobre el proceso de paz y los acuerdos de La Habana.
Aunque en el informativo aparecen temas y críticas pertinentes para el debate público sobre el proceso de paz (las penas para los jefes de las FARC en la Jurisdicción Especial de Paz, la liberación de los niños reclutados por la guerrilla, la legitimidad de otorgarles curules a la insurgencia…), Noticias RCN es sobre todo un espacio de declaraciones y posiciones ideológicas, muchas veces sin sustento en hechos o en datos comprobables.
Este noticiero borra las fronteras tradicionales entre información y opinión, para constituirse en vocero de las descalificaciones y las posiciones intransigentes del expresidente Uribe y los parlamentarios del Centro Democrático frente al proceso de paz y los acuerdos de La Habana. Sus visiones extremistas y las de personajes como el ex procurador Alejandro Ordóñez sobre la supuesta entrega del país al castro-chavismo y la carga de odio y de discursos de desconfianza frente a las FARC presentes en estos personajes han sido la base de la propuesta “informativa” de Noticias RCN.
País desinformado
La historia del conflicto armado, de los procesos de paz y de las desmovilizaciones guerrilleras de los años noventa y las paramilitares de 2005 brilló por su ausencia en la información televisiva sobre el proceso de La Habana.
El conocimiento de los procesos con el M-19, el Ejército Popular de Liberación (EPL), el Movimiento Indigenista “Quintín Lame”, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y la Corriente de Renovación Socialista (CRS), estuvo ausente en la información televisiva para dar fondo a la comprensión del actual proceso con las FARC.
Otro grave problema estructural de la comunicación en Colombia es la ausencia del género de opinión, en una televisión comercial poblada de realities, bionovelas y narcotelenovelas en los horarios triple A. Tal situación no favorece para nada la emergencia de una opinión pública elaborada en un país con gravísimos problemas que exigen comprensiones complejas.
En tal contexto, las manipulaciones de las emociones de los votantes a través de los mitos del castro-chavismo, de que con la negociación de La Habana marcharíamos hacia un modelo político y económico como el de la Venezuela, o el de la supuesta “ideología de género” del gobierno Santos para convertir a los adolescentes en homosexuales, hacen carrera fácil entre una opinión ignorante y sin elementos de juicio para contrarrestar esas manipulaciones.
Hay que llamar también la atención sobre los problemas de la comunicación de las FARC. Aunque han venido estudiando y preparándose para su reincorporación a la vida civil, sus dirigentes muestran poca capacidad para seducir o inspirar confianza.
Por ejemplo, las tardías solicitudes de perdón a grupos y poblaciones afectados por sus acciones militares y por el secuestro en los días previos al plebiscito, y la expresión igualmente tardía de su voluntad de reparar materialmente a la familia Turbay Cote y a otras víctimas de sus acciones, devolviendo propiedades por ellos incautadas, entraron en contradicción con declaraciones anteriores, cuando afirmaban que no tenían propiedades ni recursos con los cuales reparar a sus víctimas.
Todos estos factores, aunados a la campaña de desprestigio de los acuerdos de La Habana que confesó el gerente de la campaña del No, Juan Carlos Vélez, y auspiciada por grandes grupos económicos y financieros, se sumaron para disminuir el apoyo ciudadano al Sí y para el triunfo del No en el plebiscito del pasado 2 de octubre.
La enorme movilización estudiantil del miércoles 5 de octubre en Bogotá y las que han seguido en otras ciudades del país en respaldo de la paz y a favor de un pronto acuerdo entre el gobierno y los voceros del No, así como el Premio Nobel al presidente Santos, han abierto un escenario nuevo que está exigiendo a quienes se sienten a la mesa de negociación un gran sentido del equilibrio y de la responsabilidad frente al futuro de Colombia.
Los medios públicos y privados van a ser fundamentales para avanzar en un diálogo respetuoso y franco que ponga por encima de los odios los intereses superiores de la reconciliación entre los colombianos.
*Director del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional de Colombia.