EDITORIAL TSC /
La Conferencia inter-partes de Naciones Unidas sobre biodiversidad, conocida bajo la denominación de COP16, cuya XVI reunión de sus miembros que se realiza en Cali entre este 21 de octubre y el 1 de noviembre, constituye una gran oportunidad para evaluar la grave situación planetaria de la naturaleza y el ambiente, en todas sus dimensiones y acordar un plan de acción o programa de propósitos entre los 196 países que conforman la organización.
La COP16 que fue inaugurada este domingo 20 de octubre por el presidente Gustavo Petro, quien hizo un discurso convocando a la humanidad a una movilización hacia la descarbonización y responsabilizando de la crisis climática planetaria a la quema de combustibles fósiles y a las grandes potencias que más emisiones de gases de efecto invernadero generan, reviste especial importancia habida cuenta que durante el lapso de 12 días que dure su realización deberá revisar las 23 metas aplicando alternativas al 2030, para evitar el proceso de extinción de especies y su recuperación multiplicada para el 2050. Esto en el Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal aprobado hace dos años.
La iniciativa del Gobierno del presidente Petro de proponer a Colombia y en especial la ciudad de Cali como sede de la COP16, tiene sentido de oportunidad para aportar a la política internacional en desarrollo, sobre el declive mundial ambiental y su interrelación con las crisis económicas, políticas, sociales, culturales, que están acorralando la existencia de la vida, tanto humana como planetaria. Es lo que significan las guerras, las hambrunas, las pandemias, los abandonos de toda condición. Con la certeza de que la primera, la vida humana, aunque el exitismo civilizatorio propicie el espejismo del confort, tiene las amenazas más contundentes.
Cali es el Pacífico inmenso, con sus pueblos indígenas y afros, con su cordillera andina, su valle, sus ríos donde el Cauca es emblema de su historia. Reúne por su composición cosmopolita una representación de Colombia y una apertura a lo internacional y lo latinoamericano. Ciudad de culturas, universidad, tradiciones comunitarias y rebeldes. Cali ciudad libre y democrática, en contraposición a los sectores privilegiados.
No hay posibilidad de paz con la naturaleza si no hay paz con la sociedad
El lema propuesto para destacar esta cumbre de Naciones Unidas es la “Paz con la naturaleza”, muy propicio para llamar la atención sobre la urgente necesidad de Colombia, América Latina y el mundo de aclimatar la sana y necesaria convivencia en el planeta de manera sustentable y estable. Se trata de superar las guerras contra el medio ambiente, los pueblos, la vida y la amenaza de extenderse a conflagración nuclear y total.
Como en tantas oportunidades lo ha reiterado el presidente Petro, no habrá posibilidad de paz con la naturaleza si no hay paz con la sociedad. Y hoy el mundo se debate en una riesgosa situación de crisis civilizatoria a consecuencia de un voraz y expoliador sistema económico que amenaza con la extinción de la vida en el planeta.
La escena mundial con innúmeros conflictos y amenazas armadas lo muestran: Colombia, Ucrania, Palestina, Myanmar, Sudán, Yemen, Siria, El Líbano; China y Estados Unidos por el océano Pacífico, incluyendo Taiwán y la península de Corea. El inventario es incompleto, aunque hay que destacar la guerra de las drogas en Latinoamérica, otro factor de suma gravedad que altera los ecosistemas y la vida de los pueblos.
La aparición de vida humana data de hace 165.000 años cuando surgió el llamado homo sapiens, mientras la vida planetaria tiene unos 3.500 millones de años y la esfera continuará con el resto de vida, ante una guerra nuclear, por ejemplo. Con nuevas pandemias de grandes proporciones. O como consecuencia del cambio climático regresivo, la erosión de los suelos, la extinción de los ríos, las aguas y el envenenamiento de los océanos en una línea envolvente en todo el planeta. Con una fragmentación de lo holístico natural y una alteración, todavía mayor, de la secuencia genética.
Forman parte de la biodiversidad planetaria, el Ártico y la Antártida que contienen más del 70 % de las reservas de agua dulce de la tierra, pero que paulatinamente han sufrido los azotes de la crisis climática y a los propósitos económicos de las grandes potencias de someter tanto el continente blanco, la Antártida, como el océano blanco congelado, el Ártico. A éstos, hay que seguir asumiéndolos como bienes comunes de la Humanidad. Es preciso recordar que la isla colombiana de Malpelo tiene proyección geográfica sobre la Antártida, representada en el triángulo que forman sobre el mismo, los meridianos dentro de los cuales se enmarca este accidente espacial. Además del interés de participar en las investigaciones científicas en el continente y océanos blancos (ciclos vitales de todo tipo de hielo que flota en la superficie del océano en las regiones polares).
La COP16 se realiza en el segundo país más biodiverso, el primero es Brasil y estamos junto a Indonesia. De una riqueza esplendida de vida, una naturaleza múltiple, vibrante y majestuosa. Aunque es de señalar críticamente que el proceso destructivo de esta biodiversidad es alarmante, se acelera con el engranaje de los medios de producción y de consumo hegemónicos, con su espectro de financiarización y deuda transnacional. Así las cosas, la fractura metabólica sigue su impetuosa dinámica.
No obstante el alto grado de depredación, Colombia, efectivamente es “potencia mundial de la vida”, no es eslogan. Solo es analizar su estructura geológica para descubrir que hay un país subterráneo con sus cuevas, cavernas y simas, sus riquezas del subsuelo, lo que completa un inventario de la geología y la diversidad climática. Una dimensión espeleológica con sus estalactitas, estalagmitas y otros valiosos espeleotemas. Una naturaleza cavernaria, oculta donde florece una biodiversidad distinta.
En Colombia y el mundo, estos relevantes aspectos se están asumiendo con una ecosofía militante, donde concurren los pueblos ancestrales, se concentra la biodiversidad y la sabiduría de unas experiencias y conocimientos transmitidos generacionalmente, a lo que se suman investigadores y ecologistas que luchan por defender modelos alternativos de vida y sociedad. Se espera que en las deliberaciones de esta cumbre se aborde el plan de trabajo global para los pueblos étnicos raizales.
La Cumbre de la COP16 es oportunidad valiosa para que, con creatividad fluya el debate y el diálogo con el mundo, se pueda horizontalmente deliberar entre los pueblos indígenas y afros, los activistas y movimientos ambientales, los gobiernos y empresarios con el propósito supremo de defender y mejorar la vida a partir de lograr la paz con la naturaleza.
Se trata de una gran conversación ambiental, con espíritu crítico y movilizador, que acoja los logros de los distintos sectores sin hegemonismos y oficialismos, donde se puedan enriquecer los enfoques, con el conocimiento científico como pauta metodológica.
Como lo anotó el presidente Petro en su intervención, lo que está en juego es nada menos que “la gran batalla de la vida de la que Colombia quiere hacerse parte”, y cuyo protagonismo debe recaer en la interrelación de los pueblos raizales con el ambientalismo y el feminismo como factor aglutinante y la clave para una conciencia global, un sentimiento de humanidad trabajadora y una praxis con esperanza.