Por Rodrigo Borja
El economista inglés Thomas R. Malthus, en su libro “Essay on the Principles of Population” (1798), sostuvo la tesis de que “el crecimiento de la población es mucho mayor que la fuerza de la Tierra para dar al género humano lo necesario para su vida”. Las afirmaciones de Malthus fueron duramente discutidas en su tiempo y aun después. Entre sus más apasionados impugnadores estuvieron Carlos Marx y los teóricos marxistas así como los pensadores católicos, aunque por razones distintas. Pero los hechos posteriores han dado la razón a Malthus: hay lugares del planeta en que la población se multiplicó por dos en el curso de 25 a 30 años. Y si las cosas siguen así -dice con exageración gráfica un pensador alemán contemporáneo- “después de 600 años habrá una persona en cada metro cuadrado de la Tierra”.
Las tesis maltusianas han sido actualizadas por ecólogos y naturalistas modernos. Los estadounidenses Fairfield Osborn y William Vogt -en sus libros “Our Plundered Planet” y “Road to Survival”- así como el bacteriólogo polaco Paul Ehrlich -en “The Population Bomb” y “The Population Explosion”- sostienen que, por el aumento demográfico y el creciente agotamiento de los recursos naturales, amplios sectores de la humanidad caerán en la inanición. Sus contradictores les acusan de “histeria ecologista”, ya que -según ellos- cuando un recurso natural escasea la ciencia encuentra un sustituto. Eso piensan los economistas norteamericanos Charles Maurice y Charles Smithson, quienes después de estudiar la historia de las crisis de recursos naturales concluyeron que cuando estos faltan el ingenio humano los suple y que los arbitrios de la ciencia son capaces de extender indefinidamente la capacidad de sustentación del planeta.
Pero el razonamiento carece de sustentación científica, ya que el vertiginoso adelanto tecnológico no basta para resolver los problemas de sustentación de una población en explosivo crecimiento ni para contrarrestar la extinción de los recursos naturales. Y cuando ellos se extingan -no son infinitos- y la capacidad de sustentación del planeta se vea afectada, el ingenio humano dejará de ser un recurso disponible para el progreso.
A pesar de todo lo que se diga, llegará un momento -creo que ha llegado ya- en que la explosión demográfica traerá hambruna y desnutrición. Varios países africanos están ya en ese trance. La planificación demográfica ha llegado a ser, en consecuencia, un elemento importantísimo de las políticas de desarrollo. Y es que el crecimiento demográfico tiene gravísimas implicaciones ecológicas. A medida que la cantidad de habitantes crece el medioambiente se degrada. Cada ser humano es un factor de depredación del entorno natural y de consumo de recursos no renovables.