Por Rodrigo Borja
El fenómeno migratorio es muy antiguo. Los desplazamientos de la población en las sociedades primitivas se debían principalmente a fenómenos climáticos, que la llevaban estacionalmente de un lugar a otro. Hoy los motivos son diferentes. Obedecen a causas políticas, económicas o religiosas. La persecución, el terrorismo, las guerras, el desempleo, la inseguridad y la pobreza desplazan a las personas fuera de sus fronteras nacionales.
Se atribuye a José Martí la ingeniosa frase de que, “cuando los habitantes de un pueblo emigran, no son ellos los que debían emigrar sino sus gobernantes”.
A comienzos de este siglo se calculaba que 192 millones de personas vivían fuera de sus países de nacimiento, con inclusión de refugiados y exiliados políticos, de modo que el 3% de la población mundial es migrante. La dirección de la migración es invariablemente sur-norte, o sea de los países pobres hacia los prósperos. Sus motivaciones son siempre: huir del desempleo, la pobreza y el hambre. El principal destino de los emigrantes es Estados Unidos, a donde llega una de cada cuatro personas que salen de sus países de origen. Y Europa es el principal destino de la emigración africana.
Los tres países que envían al mundo mayor número de emigrantes son: China con el 35%, India 20% y Filipinas 7%.
Más del 80% de la inmigración en Estados Unidos y el 46% en Europa provienen de los países subdesarrollados. Todo esto potenciado por los traficantes de emigrantes ilegales —llamados “coyotes” en América Latina— que, a cambio de remuneración, organizan y tramitan la salida de personas.
La violenta disgregación del imperio soviético en los años 90 lanzó hacia Europa occidental y EEUU oleadas de emigrantes que huían de la pobreza, el desempleo y la violencia.
A comienzos de este siglo cundió en los países receptores la animadversión e intolerancia contra los inmigrantes, especialmente los que procedían de África y América Latina, y empezaron a diseñarse políticas migratorias restrictivas.
Los líderes europeos consideran que la masiva inmigración musulmana constituye una amenaza para la seguridad de Europa. Sostienen que el islamismo, antes que una religión, es una ideología política con designios de dominio universal, y que hay una “islamización” de Europa por la vía de la inmigración árabe, que es una inmigración “colonizadora”.
En el año 2014 vivían en Europa 54 millones de musulmanes. Todo esto lleva a afrontar un tema ineludible: la creciente impopularidad en la opinión pública estadounidense y europea de la inmigración africana, asiática y latinoamericana, que se vuelca a favor de los políticos que plantean la prohibición o limitación del ingreso de inmigrantes.