Por Omar Ospina García
No suelo ver los enlaces sabatinos del presidente Rafael Correa, no por rechazo sino porque por lo general estoy suficientemente enterado de los hechos del país como para repetir de nuevo lo bueno, lo malo y lo feo que se da a diario en la política ecuatoriana. Pero por una sugerencia, vi un poco la de hoy, justo cuando una camioneta llena de “elitistas” bien nacidos pero mal criados, se bajan del vehículo con banderas de CREO (partido del banquero Guillermo Lasso, derrotado en las elecciones presidenciales) y atropellan y vejan a un humilde peatón, vestido casi como un homeless, por tener la camiseta verde.
El comentario del presidente Rafael Correa fue un retrato exacto de la situación: “lo peor de América Latina, son sus élites”.
Élites mediocres herederas de las perezosas y vividoras élites españolas, que jamás respetaron el trabajo al que consideraron y consideran degradante. Y por eso América Latina, con culturas indígenas ancestrales mucho más evolucionadas y civilizaciones más avanzadas que las guerreras de América del Norte, se rezagó.
Sus élites hispanas fueron inferiores a su destino e incluso inferiores a su indudable valentía. E impregnaron a sus descendientes blancos mestizos su pereza, su rechazo al progreso, su catolicismo reaccionario y anticientífico, su soberbia y su desidia. Y de una vez, cortaron con violencia y muerte lo que era rescatable, no todo, de las culturas indígenas, y las condenaron al quietismo pachamamístico resentido, que remplazó la idea de un dios omnipotente “en el que hay que confiar”, por una naturaleza convertida en dios intocable, y se negaron a evolucionar racional, filosófica y científicamente.
Eso somos: mezcla aberrante de la mediocridad hispánica y el quietismo ancestralista indígena, que bien pudo haber evolucionado hacia el futuro si no hubiera sido asesinado y torturado para humillar y mantener excluidos a los que lograron salvarse.
Y, por desgracia, así es también gran parte de nuestros pueblos, precisamente porque así fueron educados por esas élites: para ser siervos, no para ser individuos y sociedades pensantes y exigentes con ellos mismos y con sus patronos.
Y cuando, como desde hace 20 años en la actualidad y desde hace 100 en la historia reciente, esos pueblos se han querido levantar, la derecha elitista y corrupta acostumbrada a tener siervos y esclavos, sale a la calle a matar si es necesario para recuperar los espacios ocasionalmente perdidos.
Esas son nuestras actuales clases dirigentes elitistas. Tanto las blanco mestizas como las indígenas contaminadas de la mediocre e irracional cultura católica luso hispana, que jamás ha podido alcanzar el grado de civilización.
Nos quedamos en la perversa y mediocre multiculturalidad dependiente y resentida, sin poder arañar una verdadera civilización mestiza trabajadora y eficiente.
Hoy, solo nos queda la soberbia…
Quito, Ecuador.