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Una de las razones que esgrimió el presidente del partido Liberal, César Gaviria Trujillo, para salirse de la coalición del Gobierno y declararse en oposición no sólo fue la crisis de seguridad que se está viviendo en el Catatumbo desde el pasado 16 de enero y que ha dejado más de cuarenta mil desplazados sino la guerra comercial que duró 18 horas el pasado domingo 26 de enero con los Estados Unidos producto de la decisión de Donald Trump de enviar a 110 inmigrantes colombianos encadenados, tratados como delincuentes y la respuesta del presidente Gustavo Petro de no aceptar las condiciones en las que habían sido enviados. La respuesta de Estados Unidos no pudo ser más desproporcionada, les quitó la visa a los funcionarios del Gobierno nacional y a simpatizantes de Petro, además cerraba temporalmente la oficina donde se dan las citas para obtener la visa hasta que los aviones con los inmigrantes aterrizaran en Bogotá. A esto se sumaba un impuesto arancelario a los productos colombianos que llegaba al 50 %. Gracias a la gestiones de la Cancillería de San Carlos se pudo mitigar la crisis.
Pero Gaviria Trujillo, reconocido por ser obsecuente de Washington, al fin y al casbo estuvo a su servicio como Secretario General de la OEA en la década de los 90, sigue ofendido con Petro por irrespetar a Estados Unidos así que decidió darle un portazo al Gobierno.
Según el ministro del interior, Juan Fernando Cristo, esta decisión no se tomó teniendo en cuenta lo que pensaba la bancada del Congreso.
“Yo no he escuchado ni a la bancada, ni a los senadores, ni a los representantes a la Cámara que han acompañado la agenda del Gobierno con convicción y entusiasmo y que ha sido muy importante la tarea del Partido Liberal en el Congreso de la República (seguir las orientaciones de Gaviria de pasar a constituirse en partido independiente). Yo no he escuchado que la bancada haya tomado esa decisión”, preciso Cristo. Esta postura ha sido ampliamente defendida por muchos miembros del Partido Liberal
Gaviria Trujillo pertenece a ese grupo de presidentes para el que mantener satisfechos a los Estados Unidos era casi que la prioridad de su gobierno. Desde su posesión el 7 de agosto de 1990, con un discurso titulado “Bienvenidos al futuro”, le dijo a Colombia que se daría la apertura económica (adopción del modelo neoliberal). Este fue uno de los primeros pasos que dio Latinoamérica para integrarse a la economía global. Gaviria se copiaba del modelo chileno, adoptado durante los años del sanguinario dictador Augusto Pinochet en virtud del cual se creaban repúblicas consumistas en favor del voraz capital transnacional. Ante los bajos aranceles impuestos a productos norteamericanos se beneficiaba al comprador, pero traía ruina al pequeño productor.
La apertura económica fue el cáncer que mató a la pequeña, mediana y microempresa en Colombia. Los gobiernos anteriores a Gaviria habían adoptado una política proteccionista que, según los críticos economistas ortodoxos de este modelo, hizo que el mercado local se saturara de productos colombianos. Pero Gaviria, siguiendo el modelo de Pinochet, desató el neoliberalismo y afectó directamente a los emprendimientos nacionales.
Fue, dicho en otras palabras, entregarles la economía a los norteamericanos.
Sobre este hecho el reconocido dirigente sindical Gonzalo Díaz narra los efectos devastadores de la apertura económica: “Desde 1990, los trabajadores colombianos tuvieron que afrontar una violenta arremetida, con despidos, desmejoras salariales y prestacionales”. Ernesto Samper, quien fue ministro de Desarrollo económico del Gobierno Gaviria, cuenta que la apertura fue fundamental para dar el paso al costado en ese periodo: la apertura produjo daños muy grandes en la agricultura y la pequeña empresa. Acabó con la reindustrialización que se había adelantado en el país”.
Eran años convulsos para Colombia. Se cambió la Constitución y Gaviria tuvo la certeza de poner a un excombatiente del M-19, Antonio Navarro Wolf, como ministro de Salud. El cartel de Medellín había extremado su guerra contra el Estado colombiano.

Gaviria, quien intentaba llegar a la paz también con las FARC- unas negociaciones que terminaron mal, con el bombardeo a traición a Casa Verde, sede principal de esa guerrilla- se sometió a las exigencias de Pablo Escobar para entregarse, mandando a diseñar, a gusto del capo, una cárcel-resort llamada ‘La Catedral’, desde donde seguía controlando el mercado de cocaína y ordenaba asesinatos, secuestros y extorsiones.
Después de asesinar dentro de la cárcel a dos de sus lugartenientes, y ante las repetidas críticas del Gobierno del entonces presidente, George Bush, mandó a desmantelar ‘La Catedral’ y luego se comprometió con los Estados Unidos a entregar la cabeza de Escobar. Para ello no sólo recibió ayuda tecnológica del Gobierno norteamericano, sino que permitió alianzas entre el Bloque de Búsqueda, el grupo élite de la Policía encargado de perseguir a Escobar, con paramilitares como los hermanos Castaño y el Cartel de Cali, enemigos del capo para poder atraparlo.
Durante el operativo que terminó con el asesinato del líder del cartel, en el tejado de una casa en Medellín, participaron miembros de la CIA.
La decisión del expresidente Gaviria de declarar en independencia a su partido del Gobierno corresponde a la vieja costumbre que tiene este político de congraciarse con los designios que se determina en Washington. De EE.UU., sin importar quien sea el Presidente, César Gaviria jamás ha tenido ningún tipo de independencia.